Suecia
Al estilo de la Belle Époque
Maruxa Baliñas

Uno de los objetivos del Baltic Sea Festival es intentar aumentar el número de conciertos realizados en cada edición y abrirse a nuevos públicos. Para ello este año, como novedad, organizó tres conciertos de este grupo de estudiantes en sendas iglesias de Estocolmo alejadas del 'centro musical' de la ciudad (el compuesto por las salas de la Kungliga Opera, Berwaldhallen y Konserthuset). El éxito fue enorme y estos jóvenes alumnos del conservatorio Chaicovsqui de Moscú, aún no graduados, agotaron las entradas en sus dos últimos conciertos.
Como verán por el programa del concierto, los planteamientos de estos jóvenes rusos son muy adecuados para el objetivo que se proponían los tres directores artísticos del Baltic Sea Festival (Gergiev, Salonen y Michael Tydén). Acaso desde una perspectiva purista es discutible tocar un "Concierto para dos violines y piano" de Bach, pero la música está hecha para disfrutarla, no para convertirla en un objeto de veneración. Y el Grieg Ensemble consigue que el público disfrute. Casi todas las obras eran adaptaciones y de aquellas más extensas sólo se escucharon movimientos sueltos, pero precisamente por eso resultó un concierto tan entretenido y 'apto para todos los públicos'. Además, al igual que comenté respecto al Falstaff de Verdi dirigido por Gergiev en este mismo festival, este tipo de conciertos de piezas cortas y sencillas, a menudo fragmentadas, tienen una gran tradición desde que aparecieron los conciertos públicos y son la gloria de la Belle Époque. Además, estos jóvenes del Grieg Ensemble incluyeron obras de compositores poco conocidos en Europa Occidental como el ruso Vladimir Blok (1932-1996) y el georgiano-israelí Vladimir Levitt (1934), quien fue para mí una agradable sorpresa, especialmente por su Improvisación para clarinete.
Personalmente me encantó escuchar la Introducción y rondó caprichoso de Saint-Saëns en versión para clarinete y piano, sobre todo porque Alexei Mijailenko es un espléndido clarinetista y no tuvo ningún problema para sustituir las posibilidades técnicas y expresivas del violín con su instrumento. También Alexander Jegorov debe ser considerado -a pesar de su juventud- un intérprete de categoría: sus versiones de la Sonata para oboe de Poulenc y del Concierto para oboe de Marcello, convertido en dúo oboe-piano, fueron un placer. Yuri Favorin resultó un buen pianista acompañante a pesar de la variedad que se le pedía. Cuando tuvo que tocar en dúos realmente destinados al piano -Brahms- o a solo, como en la Partita nº 6 de Bach y las variaciones de Blok, fue igualmente correcto (y acaso les parezca que no soy muy entusiasta con su valía, pero es que el mercado de pianistas jóvenes es tan competitivo últimamente que hay que ser realmente excepcional para destacar). Precisamente por la alta competencia técnica de tantos jóvenes violinistas -acabo de estar en China escuchando a varios y quedé impresionada- no me convencieron totalmente los dos violinistas: Lev Jomdin y Ana Kandaurova son expresivos y tienen buen gusto tocando -es la tradición rusa-, pero también algunos problemas de afinación y fraseo, y en nuestros días eso se ha convertido en algo inaceptable desde el punto de vista profesional.
Sin embargo, los únicos profesionales que había en la iglesia de Kista eran los del Grieg Ensemble (y los responsables del Baltic Sea Festival), el resto estábamos allí para pasarlo bien y lo conseguimos sobradamente. De hecho las dos últimas obras del programa, la Danza de bodas de Levitt y el Libertango de Piazzolla, parecieron 'propinas' más que piezas del programa: el público estaba totalmente entregado, como a menudo se ve en los recitales de grandes cantantes, pero es muy raro en los conciertos de cámara. Y eso -incluso teniendo en cuenta que el público sueco es muy agradecido- es más de lo que consiguen la mayoría de los grupos de cámara.
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