España - Valencia

Stabat mater… luminosa

Julián Carrillo
viernes, 29 de septiembre de 2006
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Alicante, sábado, 23 de septiembre de 2006. Teatro Arniches. Coro de la Generalitat Valenciana. Octeto Ibérico de Violonchelos. Director, Elías Arizcuren. Programa: Sofía Gubaidulina: The Dancing Sun; Mario Lavista: Stabat Mater; Ferry Riley: Requiem for Adam; Ivan Moody: Ossetian Requiem. 22º Festival de Música de Alicante
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Sofia Gubaidulina es de alguna manera como la madre de algunas de las actuales generaciones emergentes de compositores. De 'The Dancing Sun' dice Gubaidulina que "de la inusual formación de 8 chelos" le interesaba especialmente "la claridad de sus armónicos naturales" que usó para imitar "los reflejos caprichosos de un sol danzante imaginando un sol girando… y expulsando flechas ardientes. Esta imagen aparece al final… y todo lo que precede es una preparación para este momento".

Y todo lo que precede es: unos timbres bravos, algunos (pocos) dulces, otros chirriantes; unos glissandi de armónicos sobreagudos en unos acordes llenos de luz; unos brillantes tutti con una armonía que parece sugerir las miríadas de hornos de las profundidades de una estrella. Y un final como el chisporroteo de mil pizzicatti sobre una tormenta de glissandi en el que también destaca un brillante solo en los registros agudos, en un desarrollo lleno de lógica sonora, para acabar en un diminuendo lleno de esa preciada y preciosa serenidad con que la edad regala a algunos elegidos.

Pertransivit gladius

El Stabat Mater de Lavista deja una profunda huella en la sensibilidad del auditorio. Tras el inicio, con la ejecución del 'Stabat' a cargo de los tenores, se suceden intervenciones del grupo de chelos a tutti, de sus secciones o solos, con las intervenciones del coro, asimismo en su conjunto o por secciones. Hay notables solos, tanto instrumentales como vocales, que fueron excelentemente interpretados. El tratamiento vocal es excelente, así como el instrumental: los chelos pasan por todos los matices y colores posibles, del sonido de órgano a la imagen casi visual de cortantes aceros. Ritmo, armonía timbre y dinámica no dejan de atravesarnos con espadas que hieren felizmente territorios mucho más profundos que nuestros oídos. Y éstos se dejan penetrar deseosos de no perder detalle hasta la próxima ocasión de escuchar la obra. Que sea pronto.

Fotografía © 2006 by Xavi M. Miró

Tui nati vulnerati

El Adam a quien Ferry Riley rememora en este Réquiem fue el hijo de David Harrington, violinista del Cuarteto Kronos, al que está dedicado el cuarteto original. La versión para octeto de chelos de se basa en el tercer movimiento de éste y es un bello exponente del estilo minimalista de Riely. El primer movimiento tiene un dramatismo creciente. Luego, desde unos momentos de especial serenidad, se inicia un noble diálogo de solistas como conclusión. El siguiente movimiento está escrito en un ritmo ternario de claro aire, también presente en la melodía, de un paso funerario.

El tercero tiene un comienzo similar al primero en cuanto a las células rítmicas que lo sustentan, pero deja como un poso de sensaciones caóticas, está muy dialogado y muy bien trabado texturalmente. Los solos sobre glissandi descendentes en armónicos y pizzicatti en registros graves del grupo dan lugar a un final sereno en pianissimo y un silencio bien marcado. La interpretación del grupo, como en todo el concierto, estuvo llena de aciertos, con solos de gran calidad y una dirección precisa y bien matizada de Arizcuren.

Quis non posset contristare?

Ossetian Requiem es fruto del encargo del Octeto Ibérico de Violonchelos a Moody de una obra de carácter espiritual para octeto y coro. Dice el autor: "…supe inmediatamente que sería un réquiem dedicado a las inocentes víctimas de la tragedia de Beslán y también un grito de denuncia por la salvaje explotación a la que millones de niños están sometidos en el mundo". Ante esta dedicatoria, ¿quién puede no compadecerse? ¿Quién puede permanecer impasible?

Los textos de la obra son de los servicios funerarios ortodoxos infantiles y el canto tiene el aire inconfundible de las escalas y los solemnes bajos de esa música religiosa. Los glissandi cromaticos con que Moody pretende "ilustrar la desesperación de familiares y amigos de las víctimas que asistieron impotentes a la masacre", son de algún modo hijos de la Trenodia por Hiroshima de Penderecki.

Fotografía © 2006 by Xavi M. Miró

Gospodi, slava Tebe

El tratamiento coral de las voces es realmente soberbio y la interpretación, tanto del coro como del octeto, resultó realmente brillante y conmovedora. Tras el concierto, sólo nos queda luchar cada cual con sus posibilidades, que situaciones y sucesos como los que inspiraron este Réquiem no vuelvan a repetirse, que -como dice su frase final- 'Gospodi, slava Tebe' (la paz reine en esta casa).

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