Obituario

La reservada muerte de Galina Ustvolskaia

José-Luis López López
martes, 6 de febrero de 2007
0,0002193 Murió lo mismo que vivió: apartada de la “sociedad” artística, negada a entrevistas y fotografías, ajena a los vaivenes del lenguaje musical de la segunda mitad del siglo XX, creadora de una escritura personal que la coloca en el Olimpo de los más grandes compositores de nuestros días. Es posible (no hemos reparado en ninguna otra necrológica en cualquier medio, general o especializado, de todo el Reino de España) que estas líneas sean una primicia en el Estado español: aunque no terminó su vida ayer, ¡sino el 22 de diciembre de 2006! Quien esto firma, que tiene a Ustvolskaia por una compositora “de culto”, no ha conocido la noticia hasta hace pocos días, gracias al e-mail de un amigo portugués que la leyó en Culturgest, una publicación de la Caixa Geral de Depositos lusitana, que, a su vez, remitía a una nota breve del cuaderno Actual del diario Expresso. Yendo hacia las fuentes más cercanas, hemos encontrado dos referencias inmediatas del óbito: una, online, el propio 22 de diciembre, de la editora de la artista, Hans Sikorski; y, casi inmediatamente, un post colocado por Alex Ross, crítico musical del New Yorker, en su blog titulado The Rest is Noise.

Galina Ivanovna Ustvolskaia (Utsvolscaia, Ustvolskaya, Ustwolskaja, Oustvolskaia, y todas sus variantes en caracteres latinos, aparte de su auténtico nombre en el alfabeto cirílico, Галина Ивановна Уствольская) nació el 17 de junio de 1919 en Petrogrado, y ha fallecido en su ciudad natal, ahora con su denominación originaria de San Petersburgo, fundada en 1703 (tras haber pasado por el cambio a “Petrogrado” entre 1914 y 1924, y a “Leningrado” –así se sigue llamando la región que rodea a la ciudad: los rusos sólo han “descapitalizado” a Lenin– de 1924 a 1991, año en que, mediante referéndum, se repuso el nombre con el que la erigió Pedro el Grande). Estudió, desde 1937 hasta 1947, en el Conservatorio de Leningrado: su maestro de composición, Dmitri Shostacovich, descubrió enseguida el formidable talento musical de Galina Ivanovna, hasta el punto de que, más adelante, la relación artistica y espiritual entre ambos tiene un cierto paralelismo con la de Schönberg y Webern. Ustvolskaia, radical y reconcentrada, acabó inspirando más a las obras del último Shostacovich que a la inversa, como este confiesa: “realmente, su música no tiene influencias de la mía; más bien, es ella quien me ha influenciado a mí”. Ciertamente, también los unía algo más: sus dificultades con el régimen soviético.

El estilo de Ustvolskaia es tan singular que ella misma dijo de él: “No hay ningún lazo entre mi música y la de cualquier otro compositor, vivo o muerto”. Parece una boutade, pero es cierto: su afirmación no se encuadra en ningún afán de notoriedad o competitividad, porque nunca le importó absolutamente nada la fama o la popularidad. Mujer compleja y obstinada, lo único que le interesaba era su trabajo, no su difusión; y así vivió y murió, en una modesta vivienda petersburguesa que habitaba con su marido. En un rarísimo y breve reportaje que apareció en la revista Tempo en 1995, con ocasión de su único viaje al extranjero (Amsterdam) la compositora se extrañaba del éxito de su música en Occidente. Éxito restringido, en cuanto a la cantidad, pero intenso, apasionado y adictivo para ciertos núcleos de personas que tuvimos (me incluyo entre ellas) la suerte de conocer sus creaciones, principalmente a través de las grabaciones discográficas: sellos occidentales conocidos como Phillips, y otros menos, Hat Hart, Conifer, Etcetera; así como las grabaciones rusas que nos ha proporcionado Megadisc. No sin dificultades, este firmante ha conseguido reunir más de una quincena de CDs, que comprenden la mayor parte de la obra de Ustvolskaia, y que ocupan un lugar de honor en la “sección especial” de su discoteca. Por cierto que en aquel reportaje de Tempo, Galina desveló que Shostacovich la había pedido en matrimonio, y que ella rehusó.

¿Cómo definiríamos su estilo? Su CD más conocido, el de Phillips, contiene la interpretación, por el Schönberg Ensemble, dirigido por Reinbert de Leeuw, de Composition No. 1, No. 2 y No. 3, tituladas, respectivamente, Dona Nobis Pacem para piccolo, tuba y piano, Dies Irae para ocho contrabajos, piano y caja cúbica de madera, y Benedictus, Qui Venit para cuatro flautas, cuatro fagots y piano. Obsérvense los títulos religiosos y el extraño y –cuando se oye– fascinante instrumentario; el crítico alemán Elmer Schönberger la llamó, por estas obras, “the lady with the hammer”. Pero sus características no se agotan en la inusual combinación de instrumentos, sino en el considerable uso de las dinámicas extremas, los bloques homofónicos, la introducción frecuente de los tone clusters, el uso percutivo del piano, el rechazo a los ritmos regulares, la focalización de haces apretados de sonidos...

Ignoramos si ha sido programada en directo (¿veremos ahora, tras su muerte,las típicas conmemoraciones?) alguna de sus obras aisladas en toda la Península Ibérica e islas correspondientes. Sólo conocemos en vivo dos interpretaciones monográficas: el 20 de marzo de 1999 en el Centro Cultural de Belém, Lisboa (en las grandes ocasiones surgen los amigos perdurables), donde Reinbert de Leeuw y el Schönberg Ensemble ofrecieron las tres Compositions antes indicadas; y la integral de las Sonatas para piano (que son seis) a cargo de Markus Hinterhäuser, que también las tiene grabadas en Col Legno, en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid, el 2 de marzo de 2006. Experiencias inolvidables. Además, Ustvolskaia tiene compuestas cinco Sinfonías, dos Poemas Sinfónicos, un Gran Dueto para piano y cello, un Dueto para piano y violín, Doce Preludios para piano, etc., etc. Espero tener oportunidad, más adelante, reseñar algunas de sus grabaciones y dar más pormenores de esta enigmática y genial persona, que se negó a participar en un “Festival de Mujeres Compositoras”, porque –dijo– eso no tendría ningún sentido: ¿acaso hay alguna Asociación o Festival de Hombres Compositores?

Terminamos, por hoy, con unas palabras de Alex Ross en su blog “El resto es silencio” antes mencionado: “Tal vez, en el momento en que Shostacovich sometió varias de sus obras a la apreciación de Ustvolskaia, terminaron, finalmente, siglos de dominación masculina en el arte de la composición”. Extraordinario caso de intransigencia estética, de fidelidad a sí misma, de un genio dedicado exclusivamente a su tarea. Los auténticos amantes de la música deben profundizar (o, tal vez, introducirse) en la obra sin par de esta casi desconocida figura de valor universal.
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