España - Madrid
Douglas Riva, un americano en Madrid
Pelayo Jardón
Para abrir boca, comenzó Riva con el breve y encantador “Minuetto del gallo”, segundo movimiento de la Sonata nº 5 de Albéniz, la más clásica y la más convincente de las sonatas de este compositor. Acto seguido sonaron dos de las sonatas de Scarlatti, revisadas –y en cierto modo adulteradas- por Granados, la nº 8 en sol menor y la nº 16 en fa menor. Estas dos obras, una curiosidad más que verdaderamente interesantes, resultaron quizá demasiado breves y fuera de contexto y pasaron por ello sin pena ni gloria. En vez de estos dos arreglos que poco dicen de Scarlatti y menos de Granados, habría sido quizá más acertado incluir alguna pieza coetánea al resto de las obras como, por ejemplo, la versión pianística del primer movimiento de la interesante suite de “El jardí d’Elisenda”. La faceta modernista del músico catalán, podría haber servido así de complemento ideal a las poesías de juventud de Juan Ramón Jiménez, cuyas publicaciones se exponían en la muestra paralela de la Residencia de Estudiantes.
En la bellísima Mallorca-Barcarola y en la popular “Córdoba”, nº 4 de los Cantos de España, supo transmitir Riva la poesía, el encanto y la gracia de un Albéniz que a principios de la década de 1890 ya comenzaba a apuntar maneras. La primera parte del recital finalizó con el virtuosístico Allegro de Concierto de Granados en el que Riva midió sus fuerzas y puesto a elegir entre la temeridad y la prudencia, optó por esta última. Con esta obra Granados ganó el concurso de composición convocado en 1903 por el Real Conservatorio de Música de Madrid para disponer de una obra destinada a los exámenes de último curso de piano. Qué duda cabe que la brillantez y distinción se conjugan en esta pieza con unas exigencias técnicas de quitar el hipo. Es una obra que puede dar más de sí en lo que a sonoridad y espectacularidad se refiere, si bien Riva, por lo que se ve no muy amigo de los riesgos, prefirió asegurar la baza con una interpretación más discreta y también más segura.
Tras un breve pero reconfortante descanso, volvió el pianista con renovada energía e interpretó las emocionantes Escenas Románticas de Granados, probablemente uno de los puntos fuertes de su repertorio y con toda seguridad lo mejor de la tarde. Riva se encuentra en su elemento en esta música del Granados tardorromántico que no nacionalista, una música en la se conjuga la tradición de Schumann con la de Chopin. Riva es limpio y claro, parco en alardes, comedido en los tempi, posee un preciso sentido rítmico, sin amaneramientos, sobrio en el uso del pedal como le corresponde por una herencia que a través de Alicia de Larrocha entronca con Frank Marshall, el alumno de Granados, célebre por su academia y por su manual práctico del pedal. En estas Escenas románticas Douglas Riva logró cautivar a la audiencia hasta el punto de que bien podía uno olvidarse del intérprete para escuchar tan solo la música, y es este precisamente uno de sus principales méritos, el permanecer en la sombra sin robar protagonismo a la distinguida y serena naturalidad del Granados más decimonónico.
Concluyó el concierto con dos obras de Albéniz, la misteriosa “Evocación”, nº 1 del primer libro de Iberia, y el melancólico “Albaicín”, nº 2 del tercero, dos obras correctamente interpretadas, aunque, todo hay que decirlo, se echara algo en falta esa vitalidad y apasionamiento colorista que las caracteriza. Y es que Douglas Riva, como sucesor de Granados parece sentirse más cómodo con el académico Albéniz del Minuetto o con el Albéniz romántico de los exquisitos Cantos de España.
Para finalizar el intérprete puso la guinda al brindar una propina, Exquise…!, delicioso vals tzigane, en la línea de la coquetería de salón propia de la Belle Époque y que Granados publicó en 1900 bajo el pseudónimo de Henri Gaziel.
Tal vez la música enlatada sea más estereotipadamente perfecta, más cómoda, en ella no hay vacilaciones ni notas falsas, el oyente no tiene que moverse del sofá o del coche… pero estas ventajas nimias ceden ante la emoción de escuchar en directo a un pianista como Douglas Riva, una eminencia en lo que a Granados se refiere. Autor bajo la dirección de Alicia de Larrocha de la edición crítica de las obras completas para piano del músico catalán publicadas por Boileau, actualmente está embarcado en la grabación de la integral de la obra de este compositor para el sello Naxos con interesantes registros de obras inéditas hasta el momento y que va ya por once discos. Próximamente Riva interpretará en Nueva York el Cant de les estrelles un singular trabajo para piano, órgano y tres coros que se creyó perdido durante décadas y que ha sido recientemente recuperado.
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