Reino Unido

Ravel en las trincheras

Eduardo Benarroch
miércoles, 21 de febrero de 2007
Londres, domingo, 11 de febrero de 2007. Barbican Hall. Elina Garanča, mezzosoprano. Concertgebouw Orchestra. Maris Jansons, director. Hector Berlioz, Le Carneval Romaní. Claude Debussy, La mer. Luciano Berio, Folk Songs (1964). Maurice Ravel, La valse (1920)
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Aunque Ravel ya había cumplido 39 años al estallar la Primera Guerra Mundial, se enojó mucho al ser rechazado para servir en el frente como soldado. Después de muchos esfuerzos logró ser admitido en la Fuerza Aérea, pero no como piloto sino como personal de tierra. Durante 1915 y 1916 sirvió en el frente hasta que fue enviado a un Hospital Militar para inválidos en 1917 y tres años mas tarde rehusó recibir la Legion d’Honeur. Es posible que ya en 1920 se encuentren los primeros signos de la enfermedad mental que lo afectaría al final de su vida.

Es cierto que la idea del ballet para el cual Ravel debia componer La Valse se remontaba a 1906, pero el empresario Diaghilev debió esperar catorce años para recibir la música, y entremedio sucedió una debacle mundial que trastrocó los planes y la mente del compositor. La idea original era componer un gran vals en homenaje a Johann Strauss y el nombre original para la obra era ‘Vienna’, pero nadie podía prever hasta qué grado el sufrimiento que había experimentado durante la guerra había afectado la mente de Ravel.

Cada vez que escucho esta obra me transporto a la época, hay pocas obras que logren hacerlo, porque todas son tan transitorias y superficiales, quizás una buena función de la Sexta de Mahler lo haga, pero es raro que suceda. En cambio hasta una mala interpretación de La Valse lo logra, ¿cómo es posible?

Hacía muchos años que no escuchaba La Valse con esta orquesta, y siempre me había impresionado por la calidad tímbrica, hasta ahora era Haitink quien me convencía más que nadie, simplemente por la frialdad del enfoque que hacía a la obra sonar aún más terrible. Por supuesto que Maris Jansons se encuentra en el campo opuesto a aquel gran director y la orquesta también se encuentra en un momento muy especial en cuanto a calidad tímbrica. Está, hay que decirlo, en un excelente momento, quizás el mejor desde Haitink.

Al comenzar, Jansons indicó con sus brazos desplegados un sonido muy piano, los pizzicati de los contrabajos sonaban como cañonazos distantes, y el contrafagot y fagotes eran los hombres en las trincheras mientras, muy lejos, Viena y lo que ella representaba se retorcía en su momento final. Viena era una memoria de un vals muy distante que cada vez se alejaba mas perdiendo forma en la niebla, .... de vez en cuando se asomaba un rayo de sol y dejaba ver la forma de un modo más claro, y esta imagen jugaba en nuestras mentes en forma intensa.

Allí, en esas húmedas y peligrosas trincheras, esos hombres/soldados recordaban su pasado en forma de conjunto en medio de grandes explosiones, cañonazos y granadas de mano, pero cuando cesaban volvía el vals ..., o lo que quedaba de él. Es un vals amargo que no desea serlo, pero que a pesar suyo se vuelve cada vez más amargo bajo el peso de esas batallas sangrientas y el horror de la guerra.
¡Pues que linda que era la vida antes y ahora esta maldita guerra!. Los violines trataban de reencontrarnos con la elegancia pasada que todavía estaba en nuestras mentes, pero sólo veíamos destrozos y decadencia.

Hasta aquí fue una lectura simplemente extraordinaria por parte de Jansons, que extrajo sonidos de crueldad y dulzura inimaginables de su orquesta, esa lectura poseía oscuridad y negrura de espíritu porque reflejaba un fin de siécle tardío, era en realidad algo mucho más grande que eso, era un fin de época mucho más trágico y triste. Una y otra vez el vals trataba de levantarse para bailarse a si mismo pero ahora estaba medio rengo, el enorme acento orquestal en la batuta equivocada no lo dejaba, por ahí sonaba una trompeta que trataba de ayudarlo a levantarse y se sumaban los trombones para empujarlo a seguir ese ¾, ¡y casi lo lograban! Pero pronto eran envueltos por una pesadez que era esbozada en los violoncellos. Esto era algo imparable, era algo vertiginoso y toda la orquesta tocaba el tema tratando de mantener el vals vivo, pero el ritmo y la música se habían vuelto obsesivos, era algo repelente que era reforzado por una tremenda y terrible carcajada de los metales y gong. De allí en adelante el vals ya no podía caminar ni bailar mas, de a poco comenzaba a descalabrarse y se volvía irreconocible, se levantaba y se caía, se desplomaba, corría, se caía, se levantaba, moría y se desintegraba.....

¿Puede usted aplaudir el significado de esta obra? O, ¿quizás aplaude usted la música? A mi siempre me deja casi llorando y esta vez, al concluir el concierto, me salieron las lágrimas por todo el significado que contiene. No puedo decir que he gozado de este sufrimiento tan grande, pero sí puedo decir que lo he compartido gracias a una orquesta que sabe lo que es la dignidad, porque es holandesa y es que ¿hay un pueblo que sepa más de eso que Holanda? Bajo esas circunstancias, sí puedo decir que disfruté mucho de la variedad sonora de esta orquesta, de sus excelentes solistas, del increíble control de la dinámica que les ha impuesto y enseñado este gran director lituano que siempre se las arregla para encontrar el pulso correcto para cada obra que le he escuchado dirigir en los últimos 30 años.

El programa había comenzado con una de esas versiones de El Carnaval Romano que me habían hecho reencontrarme con los méritos musicales de esa gran obra, y cuán correcto el dicho “no hay malas obras, sólo malas interpretaciones...”, porque Jansons la comenzó en forma delicada, una visión melancólica llena de lujosos sonidos, esas cuerdas brillantes de los holandeses, esos violoncellos de terciopelo, no hubo nada de vulgaridad sino hubo fuerza, elegancia.. y como sonaban esos pizzicati....y por fin, el final tuvo el bullicio necesario de una mañana llena de sol.

La primera parte había concluido con una de esas versiones de La mer que nos reconfortan con la música. ¿Es que hay una mejor orquesta para el repertorio francés que esta? Esta no fue una simple lectura, fue una versión orgánica y total, desde el fondo del mar hasta la superficie (está compuesta así, por favor búsquenlo aquellos que tengan la partitura orquestal). Fue una versión que poseía claridad mental y sonora de una orquesta que es en realidad una superorquesta. Su sonido fue siempre transparente, pero ahora lo es aún más, es un alarde de fineza, el tejido orquestal es tan leve que parece deshacerse frente a nuestros ojos. Desde ciertos lugares en la platea, la sala del Barbican le hace justicia a este sonido con su tendencia a limpiarlo en lugar de darle calor como en otras salas (incluso la del Concertgebouw en Amsterdam, que quizás es la mejor sala de conciertos del planeta). Jansons nos presenta un amanecer idílico, con un mar en reposo, con gaviotas y delfines, un mar de utopía y por lo tanto muy hermoso, y es que, ¿hay otro compositor (quizás Ravel) que trabaje los colores orquestales como lo hace Debussy?

En la segunda parte se podía sentir la espuma sobre las olas, como si conversaran entre ellas con el júbilo de la Naturaleza en acción. Nunca había escuchado La Mer tocada así, con esos violoncellos que movían las olas y con los violines deslizándose por encima de ellas como surfistas; a la vez había el detalle de que todos los instrumentos que se escuchaban sonaban todos con gran claridad, con en un sonido que contenía mucha sexualidad... ¡y que control que poseía esa trompeta!

Este 'Diálogo entre el viento y el mar' tan improbable pero excitante, había comenzado en forma tremenda con Jansons pidiendo un sonido sforzando seguidas de un tenue (perfecto en proporción) tam tam., y por fin cuando comenzaba el tema principal lo había hecho en forma rápida con el uso del perfecto control del subito piano y otros matices inesperados. Los violines salpicaban espuma por todos lados y de pronto escuchábamos a esa grandiosa sección de trompas, y a esas maderas, qué gran orquesta qué gran director! hasta el fff tuvo transparencia y esa trompeta solitaria (y cuanto mas difícil tocar ppp) poseía dulzura aunque no tanta como había en los violines.

Y si alguna vez escuché algo mas puro y de sonido mas limpio que esa media sección de primeros violines tocando esa interminable nota hasta que reaparece el tema principal? Ese diálogo entre el viento y el mar se había convertido en un dúo de amor intenso y pasional. Qué maestro del gran sonido que es Jansons, y qué orquesta!

Diez canciones de Luciano Berio compuestas para su esposa Cathy Berberian habían precedido a La Valse, y nos habían puesto en contacto visual con la estatuesca figura de Elina Garanča, una mezzo lituana de voz estilista y cálida. La canciones oscilan entre lo muy folklórico de largos y expresivos lamentos como 'Loosin yelav' (Se ha alzado la Luna) a canciones en el estilos de Canteloube como 'Mottetu de tristura' o 'Malurous qu’o uno fenno', o la deliciosa 'Le Fiolaire', una canción hermosa a la que Garanča dió vida y hermoso color expresivo, muy buena voz además de excelente y lírico fraseo. El ciclo había concluído con una canción de amor de nombre intraducible originaria de Azerbaijan, de sabor muy campesino y de humor elemental.

Como bises Jansons desplegó las mejores virtudes de su orquesta para hacernos escuchar el 'Himno de Pascua' de Cavalleria Rusticana y una 'Marcha Eslava' de La Damnation de Faust llena de vida, ironía y un ritmo imparable para concluir con una especie de orgasmo sonoro en los bronces que llevó al público al paroxismo.

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