Alemania

Piratas en Baviera

J.G. Messerschmidt
lunes, 26 de febrero de 2007
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Múnich, viernes, 26 de enero de 2007. Teatro Nacional (Ópera del Estado de Baviera). El Corsario, ballet en tres actos. Coreografía de Ivan Liška y Doug Fullington basada en la versión de Marius Petipa (según las notas coreológicas de Nikolai Sergueyev). Libreto originario de Jules-Henri Vernoy de Saint-George según el poema de Byron. Música: Adolphe Adam, Léo Delibes, Riccardo Drigo, Príncipe Peter von Oldenburg y otros. Dramaturgia y configuración de la partitura: Maria Babanina. Vestuario y escenografía: Roger Kirk. Iluminación: Christian Kaas. Intérpretes: Lisa-Maree Cullum (Medora), Natalia Kalinitchenko (Gulnara), Lukáš Slavický (Conrad), Alen Bottaini (Birbanto), Cyril Pierre (Lankedem), Tigran Mikayelyan (Ali), Vincent Loermans (Pachá). Solistas y cuerpo de baile del Ballet del Estado de Baviera y Alumnos de la Academia de Ballet de Múnich (Fundación Bosl). Orquesta del Estado de Baviera. Dirección musical: Myron Romanul
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'El Corsario' fue estrenado en París en 1856. La coreografía original fue obra de Joseph Mazilier, la música de Adolphe Adam y el libreto (inspirado en el poema de Byron) de Jules-Henri Vernoy de Saint-George. Con posterioridad, la obra fue objeto de numerosas versiones, en las que fue modificada tanto la coreografía como la partitura y el argumento. La producción de El corsario presentada en Múnich es un intento de aproximación a una de las varias versiones que de él realizara Marius Petipa y de la que se conserva la notación completa (en el llamado sistema Stepanov), realizada por Nikolai Sergueyev, director de escena en el Teatro Mariinsky entre 1903 y 1918. El manuscrito de esta “partitura” coreológica se encuentra en la biblioteca de la Universidad de Harvard, donde ha sido estudiado, entre otros, por Doug Fullington, quien ha colaborado activamente en la configuración de la producción muniquesa. Ésta, sin embargo, no puede ser considerada como una reconstrucción de la de Petipa, pues en diversos pasajes discrepa de la del gran maestro franco-ruso tanto en el material coreográfico como en el musical.



Le Corsaire: Pas des forbans
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

Los decorados de Roger Kirk evocan con discreta sobriedad, pero sin demasiada fantasía, la pintura orientalista europea del siglo XIX y se adaptan de manera funcional a las necesidades escénicas del ballet. Particularmente logrado está el ligero decorado del tercer acto, el en que los elementos 'orientales' aparecen elegantemente estilizados. Los trajes son bastante menos satisfactorios, particularmente en el primer acto, en el que más que subrayar desdibujan la danza del cuerpo de baile. En los dos primeros actos predomina un pesado atuendo 'de teatro' que en algún caso roza peligrosamente lo carnavalesco. En el tercero, en cambio, nos hallamos ante un vestuario de ballet aéreamente clásico y de delicado cromatismo. La iluminación, de Christian Kaas, es correcta pero rutinaria.



Le Corsaire: Tigran Mikayelyan
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

En el plano musical, la versión de la partitura preparada por Maria Babanina, es interpretada por la Orquesta del Estado de Baviera con una seridad desgraciadamente poco frecuente en funciones de ballet, sobre todo cuando se trata de una obra tan heterogénea y con músicas de calidades tan diferentes como las que agrupa El corsario. Myron Romanul dirige sin vacilaciones, dando relieve a los mejores pasajes de la partitura (los debidos a la pluma de Delibes y Drigo) y otorgando dignidad a los menos afortunados. La orquesta se muestra técnicamente en excelente forma. Romanul logra un buen equilibrio de las familias orquestales, notable transparencia tímbrica y una dinámica rica y bien diferenciada, sin por ello traicionar el fin esencial de la música de danza: acompañar eficazmente a los bailarines.
 
La versión coreográfica de Liška y Fullington no oculta su esfuerzo de rigor estilístico y de fidelidad a una tradición parcialmente recuperada. Es evidente que se han tenido en cuenta las características técnicas de la interpretación en tiempos de Petipa, que tanto se diferencian de las actuales. Por lo tanto, se ha intentado suprimir, o al menos mantener bajo control, todo atletismo o virtuosismo excesivo, y se ha dado a la pantomima un peso inusual en las versiones contemporáneas de este ballet.


Le Corsaire: Dans l'harem
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

El resultado es ambivalente. Por una parte, la coreografía hace gala de una sana austeridad y de una simplicidad agradablemente falta de pretensiones, lo que se traduce en un decoro y una honestidad que raramente se encuentran en producciones actuales de ballets clásicos. Por otra, es evidente una cierta timidez y quizás hasta temor a cometer errores estilísticos, lo que trae como fatal consecuencia que gran parte de la representación quede reducida a ejercicio académico, sin que la danza acabe de levantar el vuelo, y sin que se establezca un discurso coreográfico-musical coherente y fluído.

Le Corsaire: Alen Bottaini
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

En el plano dramatúrgico, la pantomima, muy pálida y convencional, cae a veces en lo anecdótico y la acción se estanca sin llegar a producir tensión dramática, mientras la línea argumental y la estructura dramática, en sí mismas muy flojas, se diluyen en lo episódico. Los actos primero y segundo se hacen largos. El tercer acto, en cambio, está configurado de manera mucho más feliz; la pantomima se ve equilibrada por una hermosa versión del 'Pas des odalisques' y, sobre todo, del 'Jardin animé' (también conocido como 'Pas des fleurs'). Este último convence por la elegancia, el decoro y el respeto con el que con que es tratada la clásica sencillez de la coreografía original de Petipa. Ésta aparece como una refinada filigrana de pasos en la que el riguroso academicismo es vehículo de todo un concepto de la danza como expresión, abstracta y casi platónica, de un orden cósmico en el que jerarquía, armonía, movimiento, disciplina, equilibrio, ligereza y gracia forman un universo estético idealmente bello.


Le Corsaire: Lukas Slavicky
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

En el plano puramente interpretativo se advierten igualmente desigualdades tanto en la calidad como en el estilo. El cuerpo de baile acusa en los dos primeros actos algún déficit de coordinación y, sobre todo, una dinámica algo anémica. Que se trate de una versión más o menos historicista no es pretexto para que la expresión y, sobre todo la musicalidad, se queden cortas. Algo similar ocurre con los solistas. Lukáš Slavický (Conrad) no parece cómodo en su papel. Tanto él como sus compañeros de reparto se esfuerzan en adaptarse a una técnica y a una forma de expresión historicistas que les resultan ajenas. Lo logran al precio de sacrificar toda 'espontaneidad' o 'frescura'. En general, la algo forzada circunspección con que los solistas abordan sus papeles acaba provocando un cierto 'acartonamiento' en el conjunto de la interpretación. Lisa-Maree Cullum es una 'Medora' correcta, que se desenvuelve con distante eficiencia en el escenario. Natalia Kalinitchenko (Gulnara) ejecuta con limpieza sus pasos y Tigran Mikayelyan (Ali) da muestras de una bravura y un virtuosismo que no siempre casan con el concepto general de la puesta en escena. La falta de todo elemento 'dionisíaco' arrastra a la representación al borde del tedio.


Le Corsaire: Lisa-Maree Cullum
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

Sin duda es en el tercer acto donde los miembros del ballet de Baviera dan lo mejor de sí. Se advierte claramente que esta última parte ha sido preparada con particular cuidado. El 'Pas des odalisques' es interpretado con notable musicalidad y precisión y sirve de prólogo a un 'Jardin animé' en el que estas mismas cualidades alcanzan un muy alto nivel. Precisamente en el número más puramente 'académico' de la obra, es donde los intérpretes, y muy en particular una aquí muy notable Natalia Kalinitchenko, parecen sentirse más libres. Ello deriva, por fin, en un desarrollo orgánico y fluído de este divertimento, en el que tanto el cuerpo de baile como los solistas conjugan precisión y elegancia con musicalidad y ligereza. No cabe duda: lo que saca a flote a este Corsario y lo salva de naufragar en el amodorramiento, es precisamente su tercer acto, tanto por la concepción coreográfica como por la acertada interpretación de que es objeto.


Le Corsaire: Le jardin animé
Fotografía © 2007 by Wilfried Hösl

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