Escuchar y ver a Batallán y Urretxo fue un verdadero placer, pues son músicos que no especulan y supieron lucir.Creo que para Mollà tuvo que ser algo parecido a un estreno soñado, por la calidad de los concertistas y porque la Sinfónica de Bilbao también caminaba y dialogaba con ellos, desvelando una música con un fuerte componente visual.
No me sentí ante un escenario, sino ante un escaparate.La "Anna Bolena" de Stefano Mazzonis di Pralafera pertenece a una visión del teatro obsoleta y carente de audacia
'I Puritani' necesita imperiosamente de un buen cuarteto protagonista, y ABAO presentó un cuarteto acertadísimo compuesto por tres cantantes jóvenes (Anduaga, Filonczyk y Fuentes) y una soprano también joven, pero con otro grado de veteranía: una Jessica Pratt fascinante
El concierto Tutto Verdi era para ABAO un eslabón entre el esfuerzo titánico y la normalidad verdiana.Fue la noche de los conjuntos.La BOS lucía con Oren, y también lo hacía el Coro de Ópera de Bilbao, una formación sólida, generosa, cohesionada y dotada de un gran equilibrio.
La 'Séptima' se desplegaba como un alarde y un juego de un Mahler ilusionante y abierto.Era, compás a compás y movimiento a movimiento, una 'Séptima' del bienestar, despojada de tantas cosas como sabemos de Mahler -y endosamos a sus obras-.
Si Oren trabajó bien con la orquesta, qué decir de su trabajo hacia el escenario: es un concertador magnífico, de talento y oficio.También supo leer la partitura, mostrando una Alzira fuera del alcance de no pocos maestros.
Joël Mérah ha trabajado el viaje de Elkano no como una memoria, ni como una parte definida de un relato, sino como una inmersión sonora en un mundo de sensaciones, en los horizontes de un mar visto a través de la conciencia, en las fuerzas de una naturaleza quizá coyunturalmente gentil, pero sobrecogedora y llena de invencibles potencias;
Vanessa Goikoetxea estuvo escénicamente espléndida.Tiene el don de atraer las miradas cada vez que está sobre el escenario, y en ese sentido el papel le era un regalo porque Vitellia, sin por ello estar dramáticamente rematado, es el rol más atractivo y denso del título.
Hay cierto inevitable desequilibrio en este Oratorio que prioriza el teatro sobre la música, pero es un precio pequeño para una gran ganancia.Era el momento de disfrutar de una propuesta que no encaraba la composición de Bach como un monumento musical y sacro, sino como un relato sobre el que elaborar algo nuevo.
Tanto faltaba el aire como nos colmaba el oxígeno, y diría que sólo era un organismo el que respiraba en la sala al unísono, de forma acompasada.Una Décima soberbia, en suma, clavada en una hora, orgánica, con un Treviño apasionante y una orquesta que se expresaba con confianza y gran calidad.