Duke Ellington fue el líder pionero de una big band y un compositor de jazz excepcional.Pero también era un creador fantástico que traspasaba las fronteras de los géneros y eso se puede escuchar en muchas grabaciones en pequeños conjuntos, aunque esto siempre queda un poco en segundo plano.
El acontecimiento fue único y quienes no asistieron al recital se perdieron realmente algo memorable.No solo por la combinación de piano y flauta en este Festival, sino por la brillante constelación de Beatrice Rana y Emmanuel Pahud hasta ahora no registrada en el mundo de la música clásica (al menos por estos lares).
El concierto de Busoni, una pieza hipertrófica y megalómana, con una parte pianística de una dificultad disparatada, es muy interesante, precisamente porque Busoni quería reunir todas las tendencias de su tiempo bajo un mismo techo y desarrollarlas aún más.
Batsashvili, primera y única mujer hasta ahora en ser distinguida con el Premio del Concurso Internacional de piano Franz Liszt de Utrecht (2014), irradia una fuerza y una hondura abisal poco comunes en sus exquisitas interpretaciones.
La narración del Allegro assai es prestissimo, tempestuosa, inatacable como un tornado, un estilo que comparte Buniatishvili con otros intérpretes de su generación.
La fusión de la Deutsche Kammerphilharmonie Bremen y Jan Lisiecki es inaudita.La interpretación de Lisiecki desafía los adjetivos de precisión milimétrica, digitación acerada y un don para organizar las distintas piezas de este rompecabezas.
No es inverosímil juntar a Chopin y Bach.Zimerman demuestra que la asociación no es tan imposible como pareciera.Si existen, las influencias de uno sobre el otro son, cuando menos, discretas.
La interpretación de Borisov cumplió todas las expectativas, fue brillante, mostró una técnica casi perfecta, un sonido potente, un buen uso del pedal y además disfrutaba tocando y lo trasmitía
Măcelaru con su musicalidad, con su cultura de sonido pulido y una soberanía técnica al más alto nivel, obtiene de la orquesta los mejores matices de Dvořák, implementando movimientos diferenciados en sonidos coloridos.
En 2024, numerosos artistas de todo el mundo acudirán de nuevo a la Cuenca del Ruhr con una cosa en común: La firme convicción de que el poder unificador y pacificador de la música será más poderoso a largo plazo que todas las guerras y conflictos del mundo.