España - Cantabria

Festival de Santander

Argerich toca y Dutoit dirige

Roberto Blanco
lunes, 3 de septiembre de 2007
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Santander, sábado, 25 de agosto de 2007. Sala Argenta del Palacio de Festivales de Cantabria. Obras: Igor Stravinski: El beso del hada. Ludwig van Beethoven: Concierto para piano y orquesta nº1 en do mayor, Op.15. Sergei Procofiev: Suite de Romeo y Julieta. Marta Argerich, piano. Orquesta Nacional de Rusia. Charles Dutoit, director. 56 Festival Internacional de Santander
0,0001301 No cabe duda de que el mayor triunfo de la noche sinfónica correspondió a la genial pianista argentina Marta Argerich, interpretando el Primer concierto para piano de Beethoven. Su personalísima versión, siempre con sumo cuidado en cuanto a la expresividad, y el magnetismo que transmite esta irrepetible artista, lograron momentos de extraordinaria tensión, independientemente del tempo escogido. Dutoit la acompañó con fortuna, con una robusta orquesta y su refinada batuta.

Argerich no cayó en la exageración romántica y sí aplicó los debidos contrastes en el seno de una construcción exquisita y un cuidadísimo fraseo, pero siempre en el marco de un enfoque musical unitario. El estilo de la pianista se acusó más en el segundo movimiento, de peculiar dulzura: las notas fluían con su justo significado y el peso y matización adecuados. Un virtuosismo puesto en todo momento al servicio de la música beethoveniana, como en el movimiento final, muy suelto pese a la considerable velocidad del juego pianístico. Como propina, Argerich regaló dos breves piezas de Schumann.

Previamente, el concierto se había iniciado con una interpretación del infrecuente Beso del hada stravinskiano, con el que se presentó la orquesta de Pletnev. La obra, construida a partir de temas pianísticos y de canciones de Chaicovsqui, nos remite al planteamiento clasicista y mesurado de Stravinski, que homenajeaba así a su admirado compatriota.

Y toda la segunda parte del concierto lo ocupó una síntesis de las suites que Procofiev escribiera para su Romeo y Julieta. Un total de ocho números con los que la orquesta rusa se desenvolvió de forma rotunda y expresiva, en una interpretación de gran calibre, con las destacadas prestaciones de algunos solistas, singularmente flauta, violonchelo y violín. El acercamiento de Dutoit fue 'narrativo', con unos vibrantes ‘Montescos y Capuletos’ abriendo un discurso bien fluido. Notable el ritmo de ‘Máscaras’, y contundentes los acordes de ‘La muerte de Teobaldo’, para acabar con el fatalismo de ‘Romeo en la tumba de Julieta’ que imprimieron al conjunto un unitario sentido trágico.
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