Los Intermezzi op 117 de Brahms subieron el listón expresivo hasta alcanzar una belleza insólita.La sobriedad, musicalidad y refinamiento expresivo que el compositor hamburgués vuelca en estas piezas tardías encajan a la perfección con la personalidad de Sokolov.
Sobre todo, y Martone debería pensarlo, Verdi era un pesimista y sabía, como Hugo, que no había (¿no hay?) victoria posible para los perdedores natos que se ilusionan con su grandeza al causar -o creer causar- la muerte de un tiranuelo.
Después de conquistar el corazón del público alemán hace unos 15 años con veladas temáticas como La vie en rose, una declaración de amor a la chanson francesa, y la danza de homenaje a Queen, Ben Van Cauwenbergh creó Rock around Barock, una velada de ballet ideada durante su estancia en Wiesbaden en 1995, junto con la banda de rock Mallet.
El joven pianista parecía estar poseído por la música de Beethoven que interpretaba con gran virtuosismo y un toque enérgico, fluído, a veces travieso, mas siempre diáfano y equilibrado.
La nueva producción confiada a Livermore fue más o menos tradicional, con todos sus ‘estilemas’ y una Venecia desangelada y brumosa (al parecer tal como la vería la Cieca, que si lo era no sé si vería algo).
El trabajo de Francisco López es puro teatro.La concisión de la trama reducida a sus elementos esenciales -y, por ende, universales- proporciona una claridad a la historia al mismo tiempo que una condensación dramática impresionante.
Toda la obra gira alrededor uno de esos grandes antihéroes operísticos que irrumpen en nuestra vida de vez en cuando.El señor Brouček es un praguense que, como Falstaff o Zsupán, piden poco para vivir.
Atronadoras ovaciones al final para lo que debe considerarse una versión deslumbrante de esta obra tremendamente exigente;a la altura de cualquier teatro internacional y bastante por encima de lo que se ve habitualmente en los escenarios madrileños propiamente dedicados a la ópera –esto es tan cierto como irónico.
Con excepción de Glyndebourne, los festivales ingleses de ópera-picnic son artísticamente modestos y se trata mas bien de reconocer el empeño de algunos cantantes jóvenes y otros sobre el final de su carrera para entretener un público disfrazado de gala que espera ese famoso intervalo largo (100 minutos) para merendar y hablar tonterías.
Maravillosa labor de todo el conjunto en una interpretación de 'La consagración de la primavera' que enfervorizó al público y que fue calificada por un antiguo director titular de la OSCyL como “la mejor que he escuchado nunca en directo”