Costa Rica

Añoranza de Irwin Hoffman

Andrés Sáenz
jueves, 8 de noviembre de 2007
San José de Costa Rica, domingo, 28 de octubre de 2007. Teatro Nacional. Orquesta Sinfónica Nacional (OSN). Solistas: Daniela Rodó, piano (Steinway & Sons). Guadalupe González, soprano; Raquel Ramírez, mezzosoprano; Stanford Olsen, tenor; Gary Relyea, bajo. Director titular: Choséi Komatsu. Maurice Ravel: Concierto en sol mayor para piano y orquesta. Ludwig van Beethoven: 9ª Sinfonía en re menor, "Coral" Op. 129. X Concierto, Temporada oficial.
0,0002963 Como suele ocurrir en las presentaciones de la Sinfonía N° 9, en re menor, opus 125, de Ludwig van Beethoven (1770-1827), conocida como la Sinfonía Coral, la conclusión de la obra levantó el clamor del público que llenó el Teatro Nacional (TN), el domingo último.

Era la repetición matutina del décimo concierto de la temporada oficial de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), que dirigió el titular, Choséi Komatsu, con la participación del Coro Sinfónico Nacional (CSN) y un cuarteto de solistas vocales.

En cuanto a la interpretación artístico-musical y el desempeño orquestal y coral, el estándar de la Novena en el país sigue siendo la monumental lectura que la OSN, el CSN y el maestro Irwin Hoffman fraguaron en el concierto de clausura de la temporada oficial 1999. Esto lo pueden comprobar fácilmente quienes adquirieron el disco compacto de esa Sinfonía Coral que estaba a la venta en el vestíbulo antes de la función y durante el intermedio.


Fotografía © 2007 by Guiselle González


La versión de Komatsu y, como consecuencia, el rendimiento de la OSN y el CSN estuvieron muy por debajo de ese precedente. La emisión del Coro me sonó forzada y carente de finura y, respecto a los solistas, si fue un placer escuchar de nuevo los tonos sedosos del tenor Stanford Olsen, y el bajo Gary Relyea tuvo una actuación discreta, oí estrepitosa y estridente la voz de la soprano Guadalupe González, al punto que, cuando cantaba el cuarteto, cubría a la mezzosoprano Raquel Ramírez, y, por poco, a los varones también.

Noté en la dirección de Komatsu una marcada ausencia de inflexiones, sforzandi indefinidos, la sensación de brusquedad causada por la falta de aliento de las frases, y la sonoridad poco refinada que arranca del conjunto y que se ha vuelto su trademark. Asimismo, los cambios en los valores de las notas que Komatsu introdujo arbitrariamente dieron como resultado cierta calidad staccato al fraseo, en perjuicio del portamento y la línea cantábile. Pero nada de esto pareció importar a los asistentes que, como se dijo, aplaudieron con frenesí al final de la obra.

Al inicio, la joven pianista costarricense Daniela Rodó moldeó con soltura una interpretación lucida del Concierto en sol mayor para piano y orquesta, de  Maurice Ravel (1875-1937). Komatsu y la OSN acompañaron de modo diligente.
Poniendo a un lado los méritos incontestables de la señorita Rodó y la maestría de la obra de Ravel, la inclusión del Concierto en sol mayor junto a la Novena de Beethoven es muestra de lo que podría llamarse una yuxtaposición discordante de piezas escogidas y, además, evidencia una grave falta de criterio selectivo en los responsables de la programación de la OSN.
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