Sabemos muy bien que no es oro todo lo que reluce, que sólo nos corresponde un domingo por semana y que las alegrías, ¡ay!, duran poco en casa del pobre. ¿Era necesario, pues, que se nos recordara la vigencia de estos malditos refranes, precisamente, el día después de la exhibición de Paavo Järvi y su Cincinnati Symphony Orchestra? ¿Era preciso que este reencuentro con la realidad se hiciera, además, a costa de una obra tan querida como es el Réquiem de Faure? Esto último, qué quieren que les diga, más que la enésima demostración de la sabiduría que atesoran estos dichosos proverbios, me pareció un detalle un tanto rastrero del destino, un golpe bajo. Sabía de Plasson -todo un conocedor en este repertorio francés- por su prolongada labor al frente de la Orcheste Nacional du Capitole de Toulouse, durante nada menos que treinta años. De la…
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