España - Andalucía

Tener cosas que decir y saber decirlas

Xoán M. Carreira
miércoles, 13 de octubre de 2010
Motril, martes, 28 de septiembre de 2010. Teatro Calderón de la Barca. Cuatro cuentos de Andersen. Un concierto-poema multidisciplinar con música de Jesús Torres y videocreación de Charles Olsen. Narrado y dirigido por Pedro María Sánchez. Iñaki Alberdi, acordeón. Trío Arbós (Juan Carlos Garvayo, piano. Miguel Borrego, violín. José Miguel Gómez, violoncello). Producción de Sevenscreenparadise. Música Sur 2010. III Festival de Música de Cámara de Motril.
0,0001724 La cuarta jornada del III Festival Música Sur 2010 estuvo dedicada a una deliciosa producción que combinaba la narración, la música y el vídeo. Se utilizaron cuatro cuentos de Andersen -La abuela, La pequeña cerillera, El ángel y El traje nuevo del Emperador-, dos de los cuales, el segundo y el cuarto, son o al menos fueron muy populares en España y Latinoamérica, mientras que La abuela y El ángel nunca formaron parte de las antologías infantiles más divulgadas.

La concepción escénica, enormemente sencilla, la dirección y la propia interpretación estuvieron a cargo de Pedro María Sánchez, un veterano hombre de teatro, curtido en todas las aventuras, algunas tan arriesgadas como la ópera Don Perlimpín de Bruno Maderna sobre el texto de García Lorca. Pedro María Sánchez regresaba al Festival Música Sur tras su éxito en la edición 2009, con su propia producción de Le carnaval des animaux de Camille Saint-Saëns. En esta ocasión, llegó al Festival tras haber rodado los Cuatro cuentos de Andersen (2006) en diversos escenarios y haberlos grabado con los mismos intérpretes en un disco compacto para el sello Verso. Condicionado por la pequeña caja elevada sobre la platea del Teatro Calderón, Pedro María Sánchez diseñó un espectáculo que dispersaba la atención del espectador entre el narrador -él mismo- y la pantalla de vídeo situada varios metros a su derecha y en un plano muy superior. Tuvo que compensar con pequeños desplazamientos en escena -sin contar con iluminación adecuada- y un ligerísimo histrionismo, las deficiencias materiales y espaciales del escenario, y logró apropiarse con creces de la atención de un público literalmente subyugado en los momentos críticos y totalmente liberado en aquellos momentos en los que primaba el poderoso simbolismo del vídeo.

Jesús Torres (Zaragoza, 1965) es uno de los compositores españoles con una sensibilidad literaria más acusada. Su sólido oficio le permite atinar siempre con la fórmula más adecuada para poner en evidencia las emociones y las situaciones, así como para obtener una comunicación idónea, fluida y natural con el público. Al mismo tiempo que practica una escritura idiomática que los intérpretes aprecian y reconocen, lo cual beneficia la difusión de su música.

En los Cuatro cuentos de Andersen, Torres da en la diana, desde la selección de los cuentos y la ordenación de los mismos hasta la combinación de un acordeón ultravirtuoso -que actúa en el plano mágico- con el clásico Klaviertrio como representante del mundo real/terrenal. Además, cosa inusual, Torres sabe escribir música para y alrededor de un narrador, como queda patente en alto grado en El ángel, pequeña lección magistral del género.



Momento del concierto. Fotografía @ 2010 by Xavi Miró

Por su parte, Charles Olsen ha hecho una vídeo-creación simbólica de enorme sencillez visual y de una potencia afectiva aún mayor, exquisitamente imbricada en la narración y en la música (al escuchar el disco he notado su ausencia). Resulta ejemplar el modo en que Olsen fue capaz de estar sin estar, de permitir que sea la imagen la que hable por él, la que cree un paisaje emocional a partir de símbolos aparentemente abstractos.

Y con estos mimbres y unos cesteros tan hábiles como el acordeonista Iñaki Alberdi y el Trío Arbós (Juan Carlos Garvayo, piano; Miguel Borrego, violín; y José Miguel Gómez, violoncello) la fiesta no podía ser mayor. O menor, si consideramos que por gracia de Andersen y Torres, los motrilenses y foráneos nos convertimos en niños por unas horas que se prolongaron más allá del concierto: vibramos de emoción al divisar la pobre planta abandonada en la basura cuando la sobrevolamos junto con el niño enfermo y el ángel, no pudimos sino llorar con la pobrecita cerillera y reír malévolamente cuando se descubrió la desnudez del emperador, que al fin y al cabo resultó ser, si no más honrado sí al menos más ingenuo, que sus consejeros y políticos. Y si los días anteriores habíamos salido de los conciertos con una sonrisa tonta en la boca, los Cuatro cuentos de Andersen nos dejaron caminando cinco centímetros por encima del suelo, al tiempo que profundamente deprimidos por un mundo tan injusto como el que Andersen, hace ya más de cien años, nos supo mostrar.
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