España - Galicia
Taller Atlántico: el reto de perdurar
Paco Yáñez

En esta ocasión, el Taller Atlántico Contemporáneo programó obras de tres compositores vivos: Eduardo Soutullo, Xabier Mariño y Juan Eiras, de los cuales los dos primeros estuvieron presentes en la sala, continuando una tradición que pretende ser marca de la casa del TAC: acercar los creadores a su público.
De entre todas las propuestas escuchadas esta noche, sin duda me parece la más sólida la de Eduardo Soutullo (Bilbao, 1968), que en la versión para grupo de cámara de All the Echoes Listen (2005) nos deja una buena muestra de lo que son sus señas de identidad musicales. All the Echoes Listen está basada en tres versos del poema Even Song, del escritor y físico de la Universidad de Harvard Oliver Wendell Holmes (1809-1894), unos versos que darán título a las tres etapas de un tríptico orquestal de Soutullo especialmente centrado en la reverberación de los timbres instrumentales. En la estética de esta pieza resuenan, a su vez, las influencias de una serie de autores que han marcado al compositor gallego de un modo especial, como Olivier Messiaen, Toru Takemitsu y Gérard Grisey, cuyas huellas se suman a las dejadas por creadores como David del Puerto, Magnus Lindberg o Marc-André Dalbavie, por no retrotraernos a precursores históricos como Claude Debussy.
Todo ello nos remite a una composición en clave neomodal, en la cual el refinamiento tímbrico y las texturas son un aspecto crucial, su conformación en unos planos y atmósferas que habitualmente en la música de Soutullo se asocian al espectralismo, a pesar de que el propio compositor se ha desmarcado en más de una ocasión de una filiación directa con los modelos constructivos más estrictos de dicha corriente, prefiriendo asociar su aparato estilístico a los principios más poéticos (y diría esteticistas, en ocasiones lindando el manierismo) del postespectralismo. All the Echoes Listen presenta un empaste muy compacto del sonido de sus seis instrumentistas (piano, violín, flauta, clarinete, violonchelo y percusión), un tejido liviano que flota entre los músicos, adquiriendo matices tímbricos propios en cada atril, una suerte de melodía de timbres (no necesariamente en el sentido schönbergiano) en la que el piano parece entonar la voz del poeta, los recuerdos y una suerte de alfaguara musical que nutre de materiales a un ensemble que los va modulando y devolviendo al frágil terreno de la memoria, con todas sus sutilezas y matices caracteriales.
La interpretación resultó convincente, especialmente en lo que a piano y vientos se refiere, de nuevo con un Nicasio Gradaille que se confirma como uno de los valores más sólidos del TAC, y un Saúl Canosa que demuestra en cada concierto un notable crecimiento musical y una progresiva filiación con la estética actual. No me han parecido tan acertadas con respecto al refinamiento tímbrico y poético las cuerdas, como tampoco José Vicente Faus en algunas de las técnicas demandadas por Soutullo, como el sutil roce del arco de contrabajo contra las láminas de la percusión, pasajes cuyo sonido resultaba apagado y ronco, sin la magia etérea que de por sí aporta al continuo sonoro. En todo caso, versión notable, dirigida con solvencia por Diego García, un director que, como el propio TAC, se va afianzando concierto tras concierto, creciendo con su grupo. Aunque en ocasiones se le ve un tanto rígido en su dirección, más preocupado por la precisión metronómica y por la corrección en las entradas instrumentales que por lo expresivo, su carácter pasional y fervoroso de algún modo se contagia al grupo, y aunque a nivel expresivo no sea un director de una mano izquierda por ahora muy suelta, se percibe que su trabajo en los ensayos cala en sus músicos, que alcanzan una presencia, un volumen sonoro y una personalidad prometedoras.
Del joven compositor gallego Xabier Mariño (Ponteareas, 1983), licenciado en composición en la Musikene y alumno de maestros como Gabriel Erkoreka o Ramón Lazakano, pudimos escuchar su Concierto para saxofón y siete instrumentos, estrenado en el año 2006. Nos dice Eli Etxebeste, en las notas al programa, que este concierto elude el clásico virtuosismo del solista, así como el lucimiento del ensemble instrumental, apostando -aunque en una línea muy distinta a la de Soutullo- por la resonancia como propuesta temática. Con una plantilla compuesta por saxofón soprano, piano, violín, violonchelo, contrabajo, flauta, oboe y clarinete bajo, y diez minutos de duración, este Concierto para saxofón incide en el diálogo de solista con cuerdas, por una parte, y vientos, por otra. Si bien en su comienzo la obra tiene un carácter más desestructurado, hasta espasmódico, con amplios espacios para la reverberación y técnicas que se acercan a lo no convencional, a medida que el discurso se desarrolla, nos encontramos con una construcción armónica cada vez más afianzada y envolvente, con un lirismo creciente, con un trazo muy narrativo que sin embargo resulta menos imaginativo y, por acumulación, hasta reiterativo. Todo ese gran fresco central se va disolviendo hasta llegar a una última sección que, de algún modo, retoma la primera, aunque con una exposición más breve, como un eco postrero que nos invita a contemplar la circularidad de la existencia hecha música, discurso natural y filosófico. Obra que no podemos tildar aún de madurez, lo geométrico y lo orgánico se dan en ella cita, aunque quizás por el momento no de forma sintética. Es muy probable que Mariño continúe explorando esas vías y modelos casi antitéticos de construcción, y de esperar que lo haga buscando un lenguaje más personal, una vía arriesgada que en este concierto se ha reconocido en mayor medida en sus secciones de apertura y cierre.
La interpretación ha resultado muy notable, con un Pablo Coello como solista de nuevo acertado, riguroso y musical, especialmente en sus pasajes menos convencionales, demostrando su altísimo talento técnico para la producción de todo tipo de sonoridades. El conjunto instrumental, bien empastado y de sonoridad cuasi-sinfónica en los grandes trazos centrales. En ellos, Diego García sí muestra ese carácter antes mencionado, y aunque la obra parece perseguir cierto impresionismo, la fuerza de García lleva parte de sus oleadas al terreno de lo expresionista, a una narratividad firme y pujante.
Un momento del concierto. Foto: Paco Yáñez
En el descanso del concierto se proyectó un breve documental en el que los miembros del TAC hicieron balance de su primer año de existencia, mostrando una contagiosa ilusión, al tiempo que evidenciando la sinergia y positiva ósmosis que se ha creado entre ellos con respecto a la creación actual. Con montaje del flautista Luis Soto, pudimos repasar algunos de los conciertos del ciclo 'Os nosos compositores. Perspectivas de ensemble', así como las acciones musicales desarrolladas en las calles de Compostela y en el faro de Fisterra, con las piezas Eine brise, de Mauricio Kagel, y Vexations, de Eric Satie. Del mismo modo, en el hall del cGac el TAC presentaba unos álbumes de cuidada edición en los que recorren en fotos aquellos eventos, con los que pretendían 'sacar' la música de sus espacios tradicionales, al tiempo que acercar a la población gallega formas festivas y alternativas de vivir la música. En este sentido, hay que reconocer que el TAC ha sabido hacerse ver a lo largo de estos meses, conseguir presencia en los medios y ganar adeptos para la causa, algo crucial en los tiempos que vivimos.
Otro de los principales objetivos del TAC desde sus comienzos ha sido la difusión y estreno de repertorio gallego contemporáneo. En esta línea de trabajo se inscribe el estreno absoluto de VAR. 7.2., obra de Juan Eiras (Vigo, 1977) que recibe su primera interpretación tres años y medio después de su composición, entre marzo y mayo de 2006. Resulta casi imposible no percibir en VAR. 7.2 ciertos ecos stravinskianos, un deje hasta kageliano en su manejo del ritmo, el fraseo, el color y el asomo constante de cierto toque humorístico, de una sonrisa desenfadada que aflora casi al modo de un divertimento. Escrita para quinteto de cuerda, piano, saxofón tenor, oboe, flauta y dos percusionistas, VAR. 7.2 se articula en ocho movimientos que según Eiras «desarrollan diversas técnicas de variación sobre dos temas cromáticos». Junto a su arquitectura tonal, se hace especial énfasis en lo tímbrico, con presencia de multifónicos y un piano preparado en el cual se han manipulado las notas do y sol, apostando por la disociación de ataque y resonancia, con los mundos exóticos que concitan las cuerdas alteradas. Variaciones diversas, ritmos de vals, cánones texturales, melodías tímbricas, técnicas contrapuntísticas o fugas, son algunos de los recursos, más o menos canónicos en su aplicación en VAR. 7.2, que su creador reconoce haber explotado, en una pieza de eficaz escritura y fácil accesibilidad, pero sin mayor enjundia en sus apenas diez minutos.
Muy firme rítmicamente ha resultado la versión interpretada en el estreno absoluto de VAR. 7.2, una obra en la que han primado lo orgánico, de nuevo con un sonido suntuoso y pujante. Quizás se han echado de menos algunas sutilezas que Juan Eiras nos apuntaba en sus notas al programa, como las del piano preparado. Conociendo la enorme solvencia de Nicasio Gradaille en estos repertorios (recuérdese, si no, su ejecución de las Sonatas and Interludes de John Cage en el Festival Via Stellae 2008), dudo que de ahí haya provenido el problema. No sé si es un tema de calidad del piano, acústica de la sala, desajuste en la dirección de los planos sonoros o falta de transparencia en la composición, pero lo que sí es cierto es que sus sonoridades pasaron, desgraciadamente, desapercibidas, quedándonos con los aspectos más macroscópicos y macroestructurales, como los diálogos entre cuerdas y piano rebatiendo a vientos y percusión. En este apartado, excelso, como siempre, otro de los grandes valores de la música actual en Galicia: Alejandro Sanz, un músico de una contundencia, musicalidad, precisión y personalidad que dejan huella en los diversos proyectos en los que participa.
Como bis, los miembros del TAC quisieron agradecer la presencia de su público en estos conciertos; un público al que aplaudieron de un modo netamente musical, con el Clapping Music (1972) de Steve Reich (Nueva York, 1936), dirigido por Diego García a su conjunto de músicos y tomando como solistas a los percusionistas José Vicente Faus y Álex Sanz. Si amistosa fue la propina, no menos lo fue la reacción del público santiagués, que devolvió una gran ovación en la que algunos se arrancaron con ecos postreros del bis antes escuchado.
Se cierra, así pues, un ciclo que ha servido de carta de presentación, al tiempo que de verdadera declaración de intenciones por parte del TAC. El crecimiento del proyecto, la progresiva solidez de sus interpretaciones, la creación de un incipiente público, los huecos que han ido llenando con sus propuestas, el carácter orgánico de las mismas y la orfandad de la música actual en Galicia, demandan, exigen, la continuidad de un proyecto a todas luces ilusionante y cuya verdadera trascendencia sólo podremos medir con una consolidación y trabajo a largo plazo.
Siendo el conjunto de músicos que integran el TAC un grupo de notables intérpretes, si desean abordar los repertorios más complejos y relevantes de nuestro tiempo, aquellos compositores que establecen los hitos en el mapa de la música del presente, deberán acometer un trabajo sin descanso no sólo a nivel técnico, sino artístico, cultural e intelectual; toda una travesía en pos de la excelencia interpretativa que no será ni sencilla ni complaciente. Llegados a este punto, lo más fácil serían las clásicas palmaditas en la espalda y la congratulación por lo logrado. Si en Galicia pretendemos que alguno de los grupos de música contemporánea que han proliferado recientemente llegue a unas cotas de excelencia verdaderamente considerables, no podemos más que expresar nuestra más alta exigencia, pues ello no será más que un síntoma de que creemos en sus posibilidades. Ahora bien, uno ya ha visto nacer, erosionarse y morir a más de uno de estos proyectos, por lo cual la cautela es mucha, sin que ello merme el deseo de que nos brinden numerosas veladas musicales que permitan no sólo el desarrollo de la música gallega, sino (re)insertarnos en la música actual europea, de la cual hace ya muchos años que estamos descolgados.
Junto a mi felicitación entusiasta al TAC por lo hasta ahora alcanzado, debo expresar en voz alta estos retos, que fundamentalmente pasarán por seleccionar composiciones de verdadera enjundia musical, artística e intelectual. Si este trabajo sigue presentando la seriedad hasta ahora demostrada, sería imperdonable por parte de las autoridades políticas y culturales no ser conscientes del valor de sus propuestas, que deberían apoyar con la convicción y hasta la sorpresa de que en un medio como el nuestro surjan brotes de tan extraña belleza. El ciclo que en el Centro Galego de Arte Contemporánea ha desarrollado este grupo de músicos muestra a las claras los beneficios que para intérpretes y público tiene el disponer de un lugar de ensayos y conciertos de forma continuada; algo que no sólo es positivo para ejecutantes y auditores, sino también para la propia imagen de un centro de arte contemporáneo y la coherente globalidad de sus propuestas.
Cuando se anuncia un brutal recorte de presupuestos culturales sin precedentes por parte de una Xunta de Galicia con los idearios más neoconservadores y recalcitrantes de los últimos años, la lucha por defender la necesidad del arte y de la música, del pensamiento humanista contra el populismo de salón, contra los despilfarros en divismo y propaganda, es algo irrenunciable. Aquí seguiremos, para defender el arte trascendente, las propuestas serias y relevantes, en unos tiempos tan viles y mezquinos.
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