España - Castilla-La Mancha
Victoria de la Liturgia
Samuel González Casado
Ambas opciones son, a mi entender, muy respetables, y no se excluyen mutuamente: las dos tienen pros y contras, y seguramente depende de nuestro ánimo y de que se presente la ocasión propicia para optar por una u otra; pero en el caso de la monumental Liturgia del Domingo de Ramos en el Monasterio de Uclés, que es lo que nos ocupa, creo que no hay duda: no todos los días uno tiene acceso a dos horas de una concentración de tradiciones sacro-culturales semejante, y la ocasión la pintan calva. Sí, es cierto que hace frío, que la narración de la Pasión según San Mateo en latín puede hacerse larga, pero en la misma medida asombra el agotador trabajo de estos solistas vocales (altus, tenor y bassus) que son capaces de portar sobre sus voces esta pesada cruz de canto llano nacida de la unción y maestría nada menos que de Tomás Luis de Victoria, también protagonista absoluto de la parte polifónica.
Resultó casi modélico el trabajo de los solistas de Schola Antigua, salvo pequeños lapsus silábicos del evangelista, debidos seguramente a altibajos de concentración por la agotadora tarea. También hubo alguna desafinación y falta de limpieza en los ataques del solista que interpretó a Pilatos y personajes secundarios, pero por lo demás se transmitió toda la emoción que puede desprenderse de la Pasión dicha de esta manera y en tan verídica situación. Estupenda la voz grave de Jesucristo. Igualmente magnífico el Ensemble Plus Ultra, dirigido por Michael Noone, en la intercalación de las partes polifónicas.
A este respecto, especialmente memorables sonaron los maravillosos, etéreos comienzos de altos en el ‘Sanctus’ y ‘O Domine Iesu Christe’, sobre todo este último, transido, capaz de transportarnos a un mundo de perfección y belleza vocal absolutos, en comunión inseparable y a la altura de la obra (lo que ya es difícil). No tan bien, en general, en las partes en las que se quería expresar con volumen la intensidad del texto. Por ejemplo, el gozo de ‘Hosanna in excelsis’ provocó bastante desequilibrio (voces agudas fagocitadas) y poca claridad de líneas. En cualquier caso, son pequeños accidentes que, si cabe, aún se perdonan más dado que todo el conjunto donde se encuentran insertos permite no tener tan despierto el oído crítico -a favor en cambio del disfrute emocional- como en la asepsia diseccionadora de la sala de conciertos o incluso el disco.
Se sea o no creyente, la liturgia celebrada de esta manera justifica, dirige, explica e interrelaciona. Se celebra en un día especial y reúne valores culturales y una capacidad para emocionar artísticamente muy apreciables. Exige un sacrificio, es cierto, pero veo difícil que, incluso en tiempos en que la desacralización se ha convertido en norma -seguramente para bien-, alguien pueda arrepentirse después de haber asistido a algo tan completo y enriquecedor desde el punto de vista musical, con una iglesia abarrotada de fieles que están concediendo a una música compuesta en el siglo XVI exactamente la misma utilidad que entonces, sin historicismos propiamente dichos ni más representaciones que la del propio acto litúrgico: tal cual. Parece un milagro.
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