El mayor riesgo de acudir a un concierto de una reconocidísima soprano y que se espera esté a la altura es salir decepcionado. Ocurrió en cierta medida con el de Angela Gheorghiu, otra cantante que cultiva esta costumbre –de raíces decimonónicas– del recital una vez se ha demostrado exitosamente la valía en otros contextos. Esta "fama que precede" da derecho a toda una liturgia alrededor de las divas, que unas afrontan con más elegancia y generosidad que otras. En el caso de Fleming no puede haber queja: se comportó como una gran dama desde el comienzo hasta incluso cuando el concierto ya era un hecho lejano, después de la formación de una gran cola para que firmara discos y programas, conversando muy amablemente con todos los que lo requerían en el recibidor del auditorio.
Debe decirse cuanto antes que la decepción musical en este caso…
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