España - Madrid
Why must you hurt youself, Marina?
Xoán M. Carreira

Al igual que a gran parte del público, me ha encantado The Life and Death of Marina Abramovic: es una de las mejores producciones del Teatro Real en toda su historia, si no la mejor. Se trata del primer biopic musical sobre un gran artista vivo. Se han compuesto dramas musicales sobre Grünewald, Palestrina, Dalí, Mozart, Neruda, ... pero hasta ahora, nunca sobre un creador vivo de dimensión semejante. Y Gerard Mortier se ha apuntado el tanto poniendo la guinda a una previsible temporada de éxitos, acompañada del coro lúgubre de plañideras miopes de la crítica musical madrileña, pertinaces siempre en su desencuentro con el público y en su infidelidad a sus lectores.
Al igual que gran parte del público, en ningún momento me he planteado si The Life and Death of Marina Abramovic es o no una ópera. Las cuestiones sobre estilo, géneros y formas hace mucho tiempo que dejaron de tener sentido en los debates académicos sobre arte, y tengo la sospecha de que jamás importaron demasiado fuera de la Academia. Al teatro se va a reir, a llorar, a pensar y a emocionarse, a sentarse en el borde del asiento y a tomar con fuerza la mano del acompañante. Pero me permito dudar de la sensatez de aquellos que van al ballet, a la ópera o al teatro a apreciar la armonía, el contrapunto o la perfección formal de un número musical. La cuestión es otra, meramente de oportunidad gestora o política. Sí The Life and Death of Marina Abramovic hubiera debido ser presentada en el Teatro Real o en un festival. He escuchado argumentos muy razonables y ponderados en ambos sentidos. Su presentación en el Teatro Real le ha valido al mismo la mayor proyección mediática internacional registrada hasta el momento, lo cual ha de apuntarse en la columna de beneficios.
© 2012 by Javier del Real. Teatro Real
Al igual que gran parte del público, no tengo el menor interés en descuartizar The Life and Death of Marina Abramovic y menos aún en practicar la autopsia de esta creación colectiva en una vana intención de identificar códigos originales, atribuir autorías y distinguir arte culto, arte popular y prácticas tradicionales. Porque esa autopsia no nos diría nada sobre The Life and Death of Marina Abramovic, que es una creación viva de enorme complejidad en torno a una de las artistas más influyentes de los últimos treinta años, Marina Abramovic. Y en esta creación performativa se entremezclan todos los elementos que Abramovic ha utilizado en su obra desde 1975: teatro, danza, música, voz, fotografía, vídeo, luz, maquillaje, máscaras, disfraces, ... al servicio de la memoria autobiográfica.
© 2012 by Javier del Real. Teatro Real
Al igual que gran parte del público, no entiendo el sentido de cuestionar el derecho de Abramovic a adentrarse una vez más en su autobiografía. Entiendo que el artista tiene plena libertad para elegir sus propios temas y que es irrelevante artísticamente que nos hable de sí mismo o de otros, toda vez que vamos a ser los espectadores los que convirtamos su creación en obra de arte viable, recreándola y reinterpretándola subjetivamente. Abramovic no es ni más ni menos autorreferente que Goya, El Greco o Warhol. O Haydn, Shostacovich o Ligeti. Pero en este caso, la creación no es de Abramovic sino que es un trabajo colectivo extraordinariamente bien ensamblado en el que cada cual ha aportado sus conocimientos y habilidades, así como una enorme dosis de disciplina para someterse flexiblemente a la aportación de sus compañeros.
Es gracias a esa disciplina y flexibilidad que Robert Wilson pudo desarrollar uno de sus mejores trabajos a partir de las fichas que le proporcionó Marina Abramovic. La memoria de la niña maltratada se entremezcló con la memoria de la Yugoslavia de Tito a través de las anécdotas en casa de Marina, los uniformes, las fotografías, los vídeos, las canciones, y la omnipresencia del gesto y la voz de Willem Dafoe. En la segunda parte, más breve, la carrera artística y los fracasos amorosos de Abramovic, fueron comentados por las canciones de Antony y las proféticas intervenciones de Dafoe, e interpolados por las canciones balcánicas del Svetlana Spajic Group, hasta culminar con la muerte de Marina Abramovic que reproduce una de sus levitaciones en el libro de fotografías The Kitchen (2009), en homenaje a Santa Teresa de Jesús, realizado en las cocinas de La Laboral de Gijón.
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