Costa Rica
De vuelta al cauce
Andrés Sáenz

Después del montaje de Carmen, de Bizet, que la Compañía Lírica Nacional (CLN) presentó el año pasado en el Teatro Nacional (TN), en una puesta en escena no tanto innovadora como ridícula e incoherente, el enfoque tradicional de la escenificación de Tosca, de Giacomo Puccini (1858-1924), que la CLN estrenó el viernes 22 último en el TN, hizo volver la péndola estética a una posición menos extremada.
Es probable que nunca se vaya a dirimir la disputa entre quienes abogan por la innovación radical en las presentaciones del repertorio canónico de la ópera y quienes defienden la práctica histórica en las realizaciones de las obras clásicas del teatro lírico. Si los innovadores acusan a los tradicionalistas de anticuados y reaccionarios, estos responden que aquellos son extravagantes e irreverentes y solo pretenden estar a la moda. Quizás en el medio de ambos extremos, el grueso de los amantes de la ópera no busca más que la emoción de oír bellas voces cantar bellas melodías, sin importar demasiado de qué lado se inclina el tratamiento escénico.
La obra
El exigente Puccini lidió por varios años con sus libretistas, Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, hasta que lograron una condensación satisfactoria para el compositor de La Tosca, extenso melodrama que el dramaturgo francés Victorien Sardou escribió expresamente para la legendaria actriz Sarah Bernhardt.
Y pese a que el contexto político de la trama original no quedó muy comprensible en la adaptación, el libreto se considera un modelo de reducción dramática apta para el teatro lírico.
En lo musical, la partitura de Puccini envuelve la acción en una cadenciosa y continua torrente sonora, solo interrumpida cuando, para lucimiento de los cantantes, se da cabida a arias de melodías hermosas y emocionantes retos vocales, una formalidad imprescindible en el género operístico.
Bien que a partir del estreno romano, en 1900, Tosca se ha mantenido entre las preferidas del gran público en teatros de ópera prestigiosos y modestos, no han faltado comentaristas y compositores que censuran lo que en la obra estiman no ser más que golpes de efecto teatrales y sensacionalismo lacrimoso en la música.
Momento de la representación
© 2012 by La Nación
Cantantes
En cualquier escenificación operística los cantantes son el atractivo principal, y con la soprano estadounidense Elizabeth Blancke-Biggs los amantes del arte vocal hallaron una Tosca de timbres claros y jaspeados, particularmente opulentos en el registro medio, sin menoscabo de los agudos límpidos y los graves llenos. A la vez, la señora Blancke-Biggs forjó una personificación convincente y emotiva de la heroína epónima.
Con su porte imponente y voz amplia y templada, el barítono costarricense Fitzgerald Ramos encarnó de modo persuasivo el papel del sádico barón Scarpia, jefe de la policía monárquica.
Como Mario Cavaradossi, pintor de ideales republicanos, amante de Tosca y víctima del opresivo barón Scarpia, el tenor nacional Ernesto Rodríguez mostró voz potente y tersa, aunque su prestación ganaría con mayor delicadeza en el fraseo.
Montaje
Al igual que en la puesta anterior de Tosca por la CLN, hace 10 años, en esta ocasión la escenografía y el vestuario fueron diseñados por José María Milo Junco y representaron un acercamiento creíble y vistoso al atuendo de la época de la acción dramática, situada en el año 1800, y a los lugares históricos donde se desarrolla el argumento.
El señor Junco también cuidó con esmero la correspondencia contemporánea del mobiliario, utilería y demás aditamentos teatrales y su trabajo redundó en cuadros escénicos armoniosos y atractivos.
El diseño de luces de Telémaco Martínez dirigió la atención de los espectadores hacia los puntos relevantes de la acción dramática sin distracciones, aunque por momentos los cantantes quedaban algo fuera del foco de luz, quizá debido a que no se colocaban en el lugar apropiado. Los claroscuros y celajes del despuntar del alba en el último acto sugirieron los contrastes del clima emocional de la situación dramática.
Como director de escena, el mexicano José Medina respetó las indicaciones generales del libreto, pero sin introducir toques imaginativos propios que agregaran sutilezas a la conducta de los personajes y enriquecieran las relaciones que la trama establece entre ellos. La suya fue una labor rutinaria, más de guardia de tráfico que de director escénico.
Director, OSN y Coro
La extensa experiencia en la ópera del director de orquesta mexicano Enrique Patrón de Rueda se reflejó en una interpretación precisa y equilibrada entre la Orquesta Sinfónica Nacional y los cantantes. Rueda obtuvo un sonido pleno y afinado del conjunto, las secciones integradas y diligentes. Las intervenciones del Coro Sinfónico Nacional y del Coro de niños en la escena del Te Deum se oyeron puntuales y entonadas.
Las arias de Tosca, Cavaradossi y Scarpia merecieron los aplausos entusiastas de los oyentes y, al final del espectáculo, la ovación se prolongó por largo rato.
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