DVD - Reseñas

Un siglo de John Cage

Paco Yáñez
lunes, 20 de agosto de 2012
John Cage: Chessfilmnoise. Frank Scheffer: How to Get Out of the Cage; Wagner’s Ring; Nopera; Ryoanji; Stopera’s I & II. Dieter Gross y Rudi Gaudron, productores. Un DVD de 148 minutos de duración. EuroArts 2059168. Distribuidor en España: Ferysa
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Se cumple en 2012 el primer siglo del nacimiento de dos de los principales creadores contemporáneos estadounidenses: Jackson Pollock (Cody, Wyoming, 1912 - Springs, Nueva York, 1956) y John Cage (Los Angeles, 1912 - Nueva York, 1992). Oriundos ambos del oeste, y enraizados en una genealogía artística con una fuerte impronta europea, tanto el pintor como el compositor desarrollaron en sus obras algunas de las primeras señas de identidad de lo genuinamente norteamericano en el arte occidental, con mayor o menor cercanía al ámbito de la New York School: esa difusa agrupación contra la que algunos de sus miembros se rebelaron admitiendo que lo único que tenían en común era que nada en común tenían...


...sea como fuere, tanto Jackson Pollock como John Cage marcaron de forma trascendental la evolución de sus respectivas disciplinas creativas en los Estados Unidos, si bien entre ambos la relación no fue, ni mucho menos, cordial. Ejemplo de ello es la invitación que la esposa de Jackson Pollock, la también pintora Lee Krasner, realizó al compositor californiano para poner banda sonora a una película con cuadros de su marido, algo que rechazó John Cage, para el cual el arisco carácter del pintor y sus furibundos modales estaban en los antípodas de su delicada personalidad (finalmente, fue Morton Feldman quien aceptó el encargo, para gozo de Pollock, que quedó entusiasmado con la música del neoyorquino, y para mayor provecho de la importante pinacoteca de Feldman, que aumentó su colección de expresionismo abstracto con lienzos de una de sus principales y por él más admiradas figuras).

La mayor longevidad de John Cage, su amplísima y heterogénea obra, y su superior apertura al mundo (tanto a la hora de recorrerlo como de convertirlo en continua fuente de inspiración), han hecho del compositor una influencia crucial en la escena del arte internacional, de un calado a ambos lados del océano como pocos creadores pueden igualar en el siglo XX, abarcando disciplinas de lo más diverso, y estableciendo un especial diálogo entre la música, la filosofía, el teatro y la danza.

Así parece comprenderlo el realizador holandés Frank Scheffer (Venlo, 1956), uno de los documentalistas más importantes de nuestro tiempo en el terreno de la música, como sus excepcionales trabajos sobre Gustav Mahler, Arnold Schönberg, Igor Stravinsky, Luciano Berio, Elliott Carter, o Riccardo Chailly dan fe. Después de que sellos como Juxtapositions o Mode hayan publicado parte de sus filmes, es ahora el berlinés EuroArts el que edita un importante lanzamiento para celebrar los cien años de John Cage: un DVD que contiene cinco películas del propio Scheffer y el primero de los dos filmes que dirigió John Cage: Chessfilmnoise (1988).

La estrecha relación que unió a John Cage con Frank Scheffer se remonta a junio de 1982, cuando el cineasta fue presentado al compositor por medio de la artista Marina Abramović. Fruto de aquel primer encuentro fue una entrevista en el marco del Holland Festival, una aproximación que, según Scheffer, cambió radicalmente su vida, abriéndole su mente a partir del pensamiento artístico cageano... Los sucesivos encuentros entre realizador y compositor apuntalaron esta relación, regalándonos momentos esenciales para descubrir el plural universo de Cage. Ejemplo por antonomasia de este proceso fue el año 1987, en el que Scheffer se encontró con Cage en diversos lugares del mundo para seguir las actividades del compositor. El resultado fueron los documentales englobados bajo el título From Zero -editados por Mode Records (130)-, con algunos de los cuales comparte material este nuevo montaje que en 2012 ha realizado Frank Scheffer añadiendo metraje inédito. De este modo, el filme How to Get Out of the Cage estructura sus 56 minutos de duración en cinco grandes partes que muestran encuentros en diversos escenarios: I. ‘Nachtcagetag’ (24 horas dedicadas a Cage en Colonia, los días 14 y 15 de febrero); II. ‘Roaratorio’ (con el Irish Circus on Finnegans Wake en el Royal Albert Hall londinense, el 18 de julio); III. ‘Los Angeles Festival’ (con las jornadas John Cage celebradas en California del 3 al 27 de septiembre); IV. ‘New York’ (acompañando al artista en su ciudad del 3 al 7 de octubre); y V. ‘Europeras 1 & 2’ (con sus respectivas puestas en escena en Frankfurt, los días 12 de noviembre y 11 de diciembre).

‘Nachtcagetag’ aborda un aspecto tan importante para John Cage como el Zen, filosofía que, unida al pensamiento de Marcel Duchamp, hizo cambiar su concepción del arte y del papel del artista, considerándose en 1987 un mediador entre el sonido y el público, siendo el oyente, el observador, el que completa los significados de la obra, cambiando estos dependiendo de cada persona. Aborda también Cage en esta primera parte su recuerdo de Schönberg y cómo le prometió a su maestro dedicarse a la música; pero, igualmente, sus derroteros posteriores tan alejados del vienés. Al igual que Pollock tuvo toda su vida problemas con el dibujo clásico a mano alzada, John Cage tampoco manifestó simpatía por la melodía y la armonía como bases de la composición tradicional, pues su querencia por el ruido lo emplazaba en unas coordenadas artísticas completamente ajenas a sus categorías (algo que Cage explicó en Lecture on Nothing (1949), una de sus conferencias más importantes, publicada en castellano por la editorial Ardora en el volumen Silence). El creciente papel que en la obra de Cage adquiere lo impredecible, la falta de control en el resultado final de los procesos, lo llevó a plantear preguntas cuya(s) respuesta(s), de algún modo, estructuró a través del I Ching.

En ‘Roaratorio’, el centro de interés es la novela de James Joyce Finnegans Wake (1923-39), para John Cage el libro más esencial del siglo XX. El trabajo de Cage sobre la obra joyceana, a pesar de su proximidad a la simplificación como principio a la hora de componer, siguió rumbos antitéticos en cuanto a acumulación de complejidad y confusión, sumando en el paisaje acústico de Roaratorio lectura de la novela, diversas músicas, grabaciones de la calle, emisiones de radio, etc. Todo ello daría lugar a una importante desorientación acústica que no es sino trasunto musical de la confusión que, según Joyce, preside nuestra visión del mundo, para el irlandés en absoluto comprensible hasta en sus elementos más sencillos, siempre envueltos en la niebla del misterio. Esta obra de confusión se alía con la danza de Merce Cunningham, pareja artística y personal de Cage, que en este documental explica cómo compositor y coreógrafo reinventaron la relación entre danza y música a mediados del siglo XX.

En el capítulo ‘Los Angeles Festival’ podemos contemplar a John Cage ejecutar algunas de sus obras tardías más ‘radicales’, las compuestas para caracolas marinas llenas de agua, un medio sonoro en el que el músico no tiene el control, pero cuya presencia es necesaria para que algo se active y suceda. De nuevo: mediador más que determinante. A partir de este escenario acústico y conceptual, escucharemos a David Tudor, pianista que estrenó la mítica 4’33’’ (1952), contarnos la naturalidad con la que vivió, dentro de la progresión estilística de Cage, ese salto de fe desde el teclado hacia el silencio, así como al propio Cage relatar sus experiencias en la cámara anecoica de la Universidad de Harvard como base para la creación de la obra. La evolución futura de Cage en el terreno de la no-intencionalidad y de lo impredecible vendrá dada por el uso de elementos que liberan al artista de la toma de decisiones (algo que, en todo caso, no deja de ser una decisión apriorística en sí misma), a través de las mutaciones del citado I Ching, de la computación en sus últimos años de vida, y de lo que denomina ‘guía de la naturaleza’ (que, de algún modo, podemos asimilar al ‘pensamiento impensado’).

‘New York’ nos muestra el lado más político y utópico de John Cage, muy influenciado por los ideales de Henry David Thoreau, cuyos escritos ya habían sido referencia para Charles Ives con anterioridad (de triste actualidad estos días, al peligrar la que fuera su casa ante la voracidad de la especulación inmobiliaria). Vuelve Cunningham a plano para recordar lo entusiasta que Cage puede ser con aquello en lo que cree, así como lo terriblemente crítico que se muestra con aquello que no lo convence. Para Cage, la complejidad de nuestro tiempo viene dada por la coexistencia de las estructuras sociales del pasado en convivencia con las del futuro, con las de una inminente ‘aldea global’ (cita Cage con frecuencia el aparato semántico de Marshall McLuhan) caracterizada por una inteligencia global vehiculada por la tecnología, de la que están muy lejos unos gobiernos completamente distantes de las necesidades de los seres humanos, apegados a imaginarios e intereses caducos (no podrían ser más visionarias las palabras del compositor para el escenario actual, veinte años después de su muerte). Para Cage, el futuro vendrá gracias a la inteligencia, no a la política; una inteligencia creativa que conjugue lo individual con la responsabilidad hacia lo colectivo. En semejante contexto, la música tendría como objetivo hacernos disfrutar de la existencia, de esa existencia como mente global en la que se produce el encuentro de los seres humanos. Este bloque dedicado a Nueva York es también el más poético en lo que a realización visual se refiere, con materiales rodados por Scheffer en una naturaleza que ejerce de contrapunto a la abigarrada metrópolis neoyorquina desde la distancia, desde una suerte de Walden como oráculo de las utopías humanistas norteamericanas.

Por último, ‘Europeras 1 & 2’ muestra los estrenos de las dos primeras Europeras de Cage, piezas escénicas compuestas a petición de su amigo Heinz-Klaus Metzger, una de las mentes pensantes más lúcidas de la Europa contemporánea. Se trata de óperas marcadas por la no-conexión, por la fractura desorientada (como en Roaratorio, la confusión) que caracteriza al mundo actual, llegando al extremo de una suerte de anarquía sobre el escenario; una anarquía que Cage quisiera funcionase, y en la que, rescatando la frase de Thoreau, la mejor forma de gobierno es la completa ausencia de gobierno... La coincidencia del montaje cageano con el incendio de la Ópera de Frankfurt llevó lo metafórico a un plano de ígnea realidad, haciendo del fuego abrasando parte del edificio todo un símil de las incendiarias propuestas del californiano sobre el ‘viejo orden’ de unos imaginarios operísticos que nos ‘mandaba de vuelta’.

Completan este excelente DVD una serie de filmes experimentales de Frank Scheffer; obras como Wagner’s Ring (1987), concebida por Cage y desarrollada por Scheffer, que en menos de cuatro minutos condensa todo el Anillo wagneriano, acelerando una puesta en escena procedente de la Bayerische Staatsoper sin sonido alguno, con un mismo encuadre, y seleccionando los pasajes y su duración por medio del I Ching; Stopera’s I & II (1992), que aplica el mismo concepto a las Europeras I & II; Nopera (1995), en la que Cage explica un proyecto irrealizado similar a las Europeras que habría de denominarse No-Opera y que se desarrollaría en Tokio, a partir de las ideas de Marcel Duchamp; y Ryoanji (2011), de 60:37 minutos de duración, que tomando como base la interpretación de la composición homónima publicada en compacto por el sello Hat Hut (153) ilustra su música con imágenes filmadas por Frank Scheffer en el jardín zen del siglo XV que da nombre a la pieza musical. Rocas y arena son los elementos que conforman el jardín y a partir de los cuales se dibuja la música siguiendo el trazado del rastrillado de la arena. Las bellísimas imágenes captadas por Scheffer en este jardín de las afueras de Kyoto son dispuestas a lo largo de la partitura en ubicación y duración nuevamente siguiendo lo determinado por el I Ching, dando muestras de una cercanía filosófica, conceptual, estética y técnica entre compositor y cineasta de una filiación poco común entre artistas de diferentes medios expresivos. Los resultados: subyugantes.

Por último, Chessfilmnoise, cortometraje producido por Frank Scheffer y dirigido por John Cage (cuya filmografía cuenta igualmente con One II), en el que el I Ching vuelve a ser crucial para estructurar los planos, su duración, la apertura del diafragma, el enfoque de las tomas, o el zoom que se le aplica. A lo largo de sus 17 minutos, Cage juega una partida de una de sus mayores pasiones: el ajedrez, en el Middelburg New Music Festival. Un plano cenital sobre el tablero es el eje para las variaciones sobre el tema principal que depara la combinatoria del I Ching, en este momento aplicado por vía informática. El filme tiene un indudable aspecto underground, con ecos de lo que fuera el cine de los años sesenta y setenta en Nueva York. El fonograma de la película recoge los sonidos amplificados que se escuchaban en la sala durante el desarrollo de la partida... Como conjunto, no podría decir que se trate de una obra audiovisual de enjundia, pero resulta interesante como aplicación al campo del cinematógrafo de los métodos de mutación con los que Cage compuso (o predispuso) parte de su catálogo.

Por lo que a la calidad de imagen de estas películas se refiere -filmadas en 16 y 35 mm.-, es aceptable, por momentos un tanto desgastada por el paso del tiempo, o en condiciones de iluminación no siempre óptimas (a excepción de Ryoanji, de excelente y bellísima fotografía en blanco y negro). En todo caso, dado su valor histórico y las reflexiones que Cage nos regala, muchas de ellas nacidas en ambientes puntuales entre ensayos o descansos -no necesariamente preparados como set de rodaje-, se perdona una imagen por momentos muy mejorable. La ratio es de 4:3 para el documental How to Get Out of the Cage y de 16:9 para los restantes filmes experimentales; formato NTSC y región 0. En la banda de subtítulos volvemos a echar de menos la presencia del castellano, insertando EuroArts en su menú alemán, francés y japonés.

Cuenta John Cage que cuando a Samuel Beckett le preguntaron por los diez grandes libros del siglo XX, el irlandés no incluyó ninguna obra de James Joyce, pues Joyce estaba en ‘otro nivel’... Algo similar sucede con el propio Cage, un compositor cuya original personalidad lo convierte en un caso aparte. El creativo enfoque de Frank Scheffer nos hará profundizar un poco más en un artista que, quizás sin él quererlo, ha alcanzado un estatus de verdadero mito en el terreno del arte contemporáneo.

Este DVD ha sido enviado para su recensión por EuroArts

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