España - Castilla-La Mancha

Un pianista raro

Xoán M. Carreira
viernes, 29 de marzo de 2013
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Cuenca, jueves, 28 de marzo de 2013. Iglesia de San Miguel. Nicolas Stavy, piano. Franz Liszt, Funéraelles. Johann Sebastian Bach/Ferruccio Busoni, Nun komm der Heiden Heiland BWV 659. Johannes Brahms, Klavierstücke op. 119. Franz Liszt, De la cuna a la tumba; y Après une lecture du Dante. Concierto 9 de la Semana de Música Religiosa de Cuenca
7,93E-05

La Semana de Música de Cuenca (SMR) acostumbra a ofrecer un recital matinal de piano con un programa de música espiritual del siglo XIX, a cargo de un pianista interesante por sus planteamientos, que pueda aportar un concepto nuevo sobre las obras que interpreta. Hemos escuchado así pianistas famosos y menos famosos, pero siempre interesantes.

Este año Pilar Tomás -directora del Festival- ha elegido a Nicolas Stavy, cuyas interpretaciones de Chopin y de las Siete últimas palabras de Cristo en la cruz de Haydn han sido elogiadas por la crítica francesa y norteamericana: "porsu fraseo puramente vocal" (Chopin), y su "bellísima comprensión del universo retórico haydiniano".

Para su presentación en Cuenca, Stavy acertó al elegir un programa con obras espirituales y crepusculares del romanticismo revolucionario (Liszt) y de la Belle Époque (Brahms y Bach/Busoni). Un programa que requiere del intérprete un altísimo virtuosismo, una enorme musicalidad y una nada pequeña discursividad que exige asumir tanto la expansiva retórica religioso-política de Liszt como la intimista y concentrada reflexión final de Brahms, pasando por las fantasmagorías simbolistas de Busoni (con Bach como pretexto).

Sin duda, Stavy tiene técnica, especialmente una espectacular mano izquierda, legítima heredera de un Godowski o de su alumno Fats Waller, en el cual a menudo parece alimentarse el Liszt o Bach/Busoni de Stavy. Pero la mano derecha parece corresponder, sino a otro pianista, a otro cerebro (digamos Art Tatum) que anhelaba -impotentemente- cantar y frasear sobre un embravecido mar de armónicos, cuya resonancia ahogaban cualquier discurso, caso de existir.

El resultado final fue, como digo, varias tandas de armónicos incesables procedentes de la caja del piano. Me pareció ser capaz de discriminar entre el Bach/Busoni y el Brahms, de lo cual deduzco qie las otras piezas interpretadas fueron las de Liszt. Pero reconozco no haber comprendido absolutamente nada.

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