España - Galicia

Aquelarre acústico-electrónico

Paco Yáñez
jueves, 27 de junio de 2013
A Coruña, viernes, 14 de junio de 2013. NORMAL. Vertixe Sonora Ensemble. Luís Antunes Pena: Três Quadros sobre pedra. Junghae Lee: viv. Germán Alonso: El gran cabrón. Ocupación: 90%
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2013 parece ser el año de la consolidación de Vertixe Sonora Ensemble en la escena musical gallega. Después de dos temporadas con apenas cinco conciertos respectivamente, circunscritos a la ciudad de Santiago de Compostela (ya fuera en el Centro Galego de Arte Contemporánea, en el festival Via Stellae, o en las renacidas Xornadas de Música Contemporánea), sus programas visitan ahora diversas urbes de nuestra comunidad autónoma (además de su exitosa cita con el Festival SON el mes de marzo en Madrid), alcanzando casi los veinte conciertos con los más variados formatos de interacción entre arte, pensamiento y música.

El pasado 14 de junio, otro auditorio se sumaba a la lista de escenarios en los que han sonado sus propuestas de música actual: la NORMAL, el nuevo espacio de intervención cultural de la Universidad de A Coruña, en cuya pequeña sala de música (de apenas 30 plazas) planteó Vertixe un concierto en un solo trazo, enlazando las tres partituras programadas a través de interludios electrónicos para dar mayor continuidad y coherencia a una velada de apenas 45 minutos de duración que se abría con el compositor portugués Luís Antunes Pena (Lisboa, 1973) y sus Três Quadros sobre pedra (2008), obra para percusión y electrónica que evidencia los vínculos del lisboeta con el Experimentalstudio de Friburgo y el ZKM de Karlsruhe. Três Quadros sobre pedra comienza con apenas un rumor creado por un cepillo frotando un set de placas de granito, casi inaudible, acompañado por un fondo de electrónica, progresivamente en crescendo tanto en los golpeos de la piedra como en la electrónica, que generan un paisaje acústico de síntesis, desembocando un final de primer cuadro más vehemente, con repetidos glissandi en las placas líticas.

Tras un breve interludio electrónico, al que se asomaron ecos percusivos libremente improvisados, pudimos escuchar la segunda partitura del concierto: viv (2005), obra para saxofón barítono y electrónica en vivo de la compositora coreana nacida en Japón Junghae Lee (Tokio, 1964); pieza que Pablo Coello ya había interpretado en julio de 2010 en Santiago de Compostela. Lee busca en viv potenciar los parámetros rítmico y armónico del saxofón a través de la electrónica, para así llevar ambas fuentes sonoras a una síntesis enfatizada de vitalidad y vigor musical. Sin embargo, el nacimiento de viv ha sonado en Coruña muy sutil, como también lo ha sido el acompañamiento de un intérprete de música electrónica tan refinado como Ángel Faraldo, que ha creado auténticas esculturas sonoras a lo largo de las diversas piezas en las que debe conformar la electrónica en vivo, algo de lo que hemos sido especialmente conscientes en este concierto, pues Faraldo ubicó su instrumental en escena, junto a percusiones y saxofón. Coello ha enfatizado la (des)articulación interna de viv a través de un fraseo muy quebrado, con amplio uso del slap para apuntalar sus aristas, así como lanzando a través del pedal sonidos que complejizan el paisaje sonoro y crean polifonías abigarradas de diversos orígenes. Cierto es que la disposición de los altavoces en la NORMAL, tan sólo en estéreo frontal, ha restado credibilidad a la espacialización, crucial en esta pieza (en 2010 los altavoces rodeaban al público del CGAC, dando mayores perfiles y movilidad al conjunto, así como enriqueciendo notablemente los campos armónicos y sus superposiciones, los ecos y las capas de multifónicos). De este modo, una mayor concentración del sonido ha agrupado los espectros armónicos, que destilan menos auras pero irrumpen más virulentos y directos. Así han sonado igualmente los pasajes más texturales, aquellos en los que al saxofón se le retira la boquilla, con un soplido directo sin tono que Coello expone a la perfección, demostrando la rotunda musicalidad que este saxofonista extrae a las técnicas extendidas, en cuyos laberintos se mueve como pez en el agua. Gran lectura, así pues, de distinto carácter a la escuchada hace tres años: más espectral y resonante aquélla, más directa y vehemente ésta.

Tal y como se iban apagando saxofón y electrónica en viv, fueron naciendo los tintineos obsesivos del segundo movimiento de los Três Quadros sobre pedra, con su ambiente minimal y su ritmo obstinado. Poco a poco, van proliferando nuevos timbres, gradaciones dinámicas y patrones métricos, todo ello expuesto por Diego Ventoso con gran precisión y sentido rítmico, que acaba fundiendo su percusión con el continuo, también crepitante y sutil, de la electrónica.

 

Ventoso, Coello y Faraldo, del Ensemble Vértixe Sonora, en el concierto del 14 de junio de 2013 en la NORMAL de A Coruña

Después de un nuevo interludio, la pieza más potente y esperada de la velada: El gran cabrón (2012), partitura para saxofón barítono y electrónica del compositor español vinculado al Ircam parisino Germán Alonso (Madrid, 1984). El gran cabrón se inspira en la pintura de Goya El aquelarre (1797-98), si bien la lectura de Pablo Coello ha sido tan asfixiante y aguerrida que casi nos remite más a ese otro aquelarre que el aragonés recreó en sus geniales pinturas negras entre 1820 y 1823. De nuevo, al saxofón se le retira la boquilla para proceder a un torrente furibundo de resonancias graves y obscuras apoyadas en la electrónica, que tanto trata en vivo los sonidos del solista, complejizándolos y distorsionándolos, como esculpe pasajes autónomos para tramar las tres fuentes principales: acústica, sonido acústico tratado electrónicamente y electrónica autónoma. Los compases con boquilla demuestran un gran dominio de Coello para mantener las tesituras agudas de forma sostenida, en equilibrio con la electrónica, que toma el discurso y lo lleva a sus límites. Los llaveteos de saxofón y los pasajes en los que se hace temblar el cuerpo del instrumento, poniéndolo en tensión, haciéndolo rugir, parecen desbocar toda la furia del aquelarre, los espectros diabólicos, evocados por una electrónica que es sombra deformada del saxofón. Es algo que se agudiza en las nuevas partes sin boquilla, de potente interacción entre el metal y la electrónica, con una abigarrada polifonía textural repleta de soplidos tratados. Pablo Coello me ha parecido un intérprete realmente asombroso para El gran cabrón, más técnico que la versión que en internet se puede escuchar de la pieza, a cargo de Patrick Stadler, así como más expresivo y enfático, realmente acongojante y demoníaco. Sería perfecto poderle escuchar en próximas citas con Vertixe nuevas piezas de Germán Alonso para saxofón y electrónica, como la recientísima ecce Saturnus (2013), ‘anti-Cronia’ a partir de las pinturas negras, de la terrible Saturno devorando a su hijo (1820-23).

Difícil parece decir algo tras una partitura tan volcánica y torrencial como El gran cabrón. Sin embargo, Vertixe fue modulando el final del concierto hacia el silencio a través de un nuevo interludio que nos dejaba en puertas del tercer y último movimiento de los Três Quadros sobre pedra; su cuadro más rico en timbres, texturas y ambición, en una pieza, sin embargo, musicalmente muy limitada. Aquí Diego Ventoso activó un set de percusión mucho más amplio, que exploró con baquetas, en placas de granito, placas cerámicas, temple block, güiro, gong tailandés, platos, opera gong y tom. Una mayor variedad sonora se vio acompañada de una electrónica a modo de espejo que multiplicaba las capas, creando la parte de percusión más convincente de las tres tocadas.

Sin solución de continuidad, y aún con la electrónica resonando, Pablo Coello vuelve a hacer entrada en la escena acústica para perfilar un epílogo al concierto junto con Diego Ventoso y Ángel Faraldo, que han creado una suerte de rúbrica improvisatoria a partir de materiales derivados de las anteriores piezas, poco a poco apagando sus rumores y reverberaciones, dejándonos en la antesala de repensar los medios de producción sonora, tanto los paisajes tímbricos como la intervención de los medios electrónicos en su definición. Como lo fuera en el concierto, este epílogo mostró una percusión más minimalista y delicada, así como un saxofón más complejo y poliédrico, con una electrónica tan plegada a los instrumentos a la hora de multiplicarlos como libre para evidenciar otras auras sonoras... El público reunido en la NORMAL supo apreciar tanto el coherente planteamiento del concierto como su modélica interpretación con una intensa ovación. Que otros espacios sean propicios para sus sonidos.

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