DVD - Reseñas

Ellas dan el golpe

Raúl González Arévalo
viernes, 9 de enero de 2015
Giuseppe Verdi: Il trovatore. Ópera en cuatro actos (1853). Philipp Stölzl, director de escena. Plácido Domingo (Conde de Luna), Anna Netrebko (Leonora), Marina Prudenskaya (Azucena), Gaston Rivero (Manrico), Adrian Sâmpetrean (Ferrando), Anna Lapovskaja (Inès), Florian Hoffmann (Ruiz). Staatsopernchor and Staatskapelle Berlin. Daniel Barenboim, director. Un DVD de 145 minutos de duración. Grabado en vivo en el Staatsoper im Schiller Theater, Berlin, 15-22 de diciembre de 2013. Subtítulos en italiano, alemán, inglés, francés, español, chino. NTSC 16:9 PCM Stereo DTS 5.1. Deutsche Grammophon DVD 073 5132. Distribuido en España por Universal
0,0002023 No es frecuente que en tan poco tiempo aparezcan en el mercado dos grabaciones de una ópera tan complicada como Il trovatore, en la que siempre es difícil encontrar un cuarteto protagonista equilibrado. Y en el mismo sello para más señas, DG, que hace apenas dos años sacaba al mercado una grabación muy buena encabezada por Marcelo Álvarez, Sondra Radvanovsky, Dolora Zakick y Dimitri Hvorostovsky dirigidos por Marco Armiliato [leer crítica].

Ahora el sello amarillo vuelve de nuevo a la carga con dos pesos pesados de la casa, Daniel Baremboim y Anna Netrebko, que ya han sellado colaboraciones brillantes previas. Si unimos la presencia magnética de Plácido Domingo, tenemos éxito de ventas asegurado. Otra cosa es el resultado artístico.

Comenzaré con el cantante español, que encabeza los nombres del reparto, algo inédito en una ópera que siempre se ha distinguido por su protagonista, pero que revela el tirón del veterano intérprete como reclamo. Son ya varios los papeles de barítono verdiano que ha encarnado, generalmente padres emblemáticos como Rigoletto, Francesco Foscari, el anecdótico Giacomo de Giovanna d’Arco y el más conseguido de todos, Simon Boccanegra. A diferencia de todos ellos, el Conde de Luna no es una figura paterna, es un rival directo del tenor, con aspiraciones amorosas. Y aquí Domingo resulta poco creíble, empezando por la impresión desde su entrada de que está cansado y le cuesta afrontar las exigencias del papel, a pesar de la evidente complicidad de Baremboim a la batuta. No ayuda una prestación en evidente baja forma -a pesar de que, presumiblemente, se habrán escogido los mejores momentos de la serie de funciones- con problemas de fiato, y que derivan en un “Il balen” sin pena ni gloria. Realmente no parece alzar el vuelo hasta el último acto, pero no es suficiente para invertir una impresión general bastante pobre. Se trata de una decepción doble, en primer lugar porque no resiste la comparación con otras opciones discográficas, y en segundo, respecto a otras prestaciones baritonales previas, aunque resulta indiscutible que Domingo es dueño absoluto del estilo y el fraseo verdianos, y el intérprete conoce todos los recursos que le convierten en el monstruo escénico que sustenta el mito en el que se ha convertido.

Gastón Rivero tampoco es un Manrico memorable, pero merece la escucha. En la estela de los intérpretes más líricos que spinto, aunque en los momentos más dramáticos se echa en falta un mayor peso vocal, lo cierto es que en general hace frente con soltura a las exigencias vocales de un papel fetiche donde los haya, y resuelve su gran escena con valentía. En consecuencia, el único intérprete masculino convincente sin reservas es el Ferrando de Adrian Sâmpetren, autoritario vocal y escénicamente. Sería interesante verle en papeles más comprometidos.

Las que elevan el registro a niveles realmente excepcionales son las mujeres. Anna Netrebko, culminando la evolución de repertorio que la aleja del bel canto para adentrarse en Verdi, es una gran Leonora. No domina el lenguaje verdiano como una Sondra Radvanovsky, pero hace frente brillantemente al reto de encarnar su primer Verdi emblemático tras Violetta -Giovanna d’Arco no pasa de ser anecdótica y no conozco su Lady Macbeth-. El instrumento pleno, brillante, cremoso y bello la convierte en la Leonora más atractiva vocalmente desde Renata Tebaldi y Leontine Price. Aun sin llegar a su altura en el dominio del personaje -a pesar de su acierto en el enfoque no deja de ser un primer acercamiento-supera a ambas en el dominio de las agilidades que salpican la parte y que las voces más líricas sin recorrido belcantista suelen descuidar. Para muestra los trinos que luce y la limpieza de sus escalas. Si se le añade una capacidad excepcional para sostener la línea de canto con unos tiempos ralentizados y nada indulgentes, así como la capacidad expresiva sobresaliente, se comprende que sus escenas solistas sean uno de los puntos álgidos.

Por su parte, Marina Prudenskaya es una de las pocas Azucenas de la discografía que no suena gutural ni abusa del registro de pecho, y al mismo tiempo tiene un registro agudo magnífico. De hecho, lo que encontramos es un canto distinguido, elegante incluso (hay que retrotraerse a una Shirley Verrett para encontrar una gitana tan cuidada), lo que hace su locura más refinada y perversa porque el deseo de venganza no es vulgar, sino fruto de una enajenación hipnótica, alucinada, lo que confiere al personaje una profundidad poco habitual.

De la dirección de Baremboim destacaría principalmente su sabiduría a la hora de guiar y acompañar a los cantantes. Sabe protegerlos en sus dificultades (la falta de fiato de Domingo condiciona un “Balen” bastante veloz), ahorrarles un esfuerzo que podría comprometer los resultados (no hay da capo para la “Pira”) y permitirles lucir sus mejores cualidades (los tiempos de las arias de Leonora permiten recrearse en las sonoridades plenas de Netrebko, su capacidad para sostener la línea y colorear la melodía). Pero, sobre todo, se aprecia el intento de ofrecer una lectura refinada, con tintes oscuros acordes con el drama. En este sentido recuerda la óptica de Karajan, tachada de poco “verdianas” por depurada. En cualquier caso, una estupenda dirección.

La puesta en escena de Philipp Stölz, fruto de la alabada a la par que denostada Regietheater, es de todo menos convencional, lo que gustará a unos tanto como provocará el rechazo de otros. Hay referencias evidentes, aunque modernizadas, a la commedia dell’arte en el vestuario, particularmente el de los personajes “populares”, Azucena y Manrico, con pinta de estrella de rock desfasada. El conde de Luna y sus soldados recuerdan a los puritanos de la Inglaterra de Cromwell.

Stölz es principalmente conocido por sus videos musicales, especialmente con Madonna. Y por dirigir películas como El médico, alabada por crítica y público hace apenas un año. Su acercamiento a la lírica es desenfadado, no se toma en serio el objetivo de dar coherencia a una trama que no la tiene. La escenografía es muy sencilla en su concepción, un cubo abierto sobre el que se proyectan ocasionalmente imágenes acordes con la acción. Efectivo en unos casos, en otros resta dramatismo a las escenas más potentes, como las que tienen a Azucena de protagonista. Por otro lado, el tratamiento de la imagen es más moderno y cinematográfico de lo que es habitual en estas producciones. 

Este DVD ha sido para enviado para su resña por Universal
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