DVD - Reseñas
Marilyn Macbeth
Raúl González Arévalo
Anna Netrebko prosigue su reinado como soberana indiscutible de la lírica y todo nuevo papel queda inmediatamente inmortalizado, en CD si no es un título muy popular, como ocurre con Giovanna d’Arco (ver crítica) o Iolanta (ver crítica), en DVD si tiene más tirón, como han sido la mayoría de las óperas en Deutsche Grammophon, caso de La traviata, La bohème, Le nozze di Figaro (ver crítica) y, sobre todo, recientemente, Il trovatore (ver crítica) con una primera Leonora realmente espectacular.
Su Lady Macbeth ha despertado muchas expectativas por multitud de razones: la excelente Leonora a la que aludía parecía presagiar inmensas posibilidades en el repertorio verdiano, en mucha mayor medida que Giovanna, ahora que queda más lejos su ya mítica Violetta. Tampoco es ajeno el morbo que despierta un papel calificado tantas veces de “asesino” por las exigencias dramáticas que requiere. Y la rusa no es una soprano dramática; ni siquiera spinto, aunque se le haya oscurecido y ensanchado la voz. Los riesgos por tanto eran superiores a los de la más lírica Leonora. Y el resultado, como cabía la posibilidad, más alterno y menos satisfactorio globalmente.
Se aprecia en la Lady de la Netrebko una prudencia lógica. A pesar de la frecuentación del repertorio belcantista y de haber encarnado con éxito papeles de lo que hoy se define como soprano dramática de agilidad (Anna Bolena), la coloratura del joven Verdi, tantas veces di forza, poco tienen que ver con Donizetti y Bellini. Ni con la de Leonora y Violetta. Además, al ensanchar la voz se ha vuelto más pesada, de modo que las agilidades de “Vieni, t’afretta”, pero sobre todo de la cabaletta “Or tutti sorgete”, no es todo lo limpia que sería deseable, ni las escalas que conducen al agudo fluyen despreocupadamente. La prudencia sigue patente en el dúo que le sigue con Macbeth. En consecuencia, es en las dos arias siguientes donde la intérprete se reivindica con fuerza, brillando particularmente en “La luce langue”, mientras que la escena del sonambulismo, buena, no es espectacular, aunque el Re bemol en piano está conseguido, como la vertiente actoral, donde trasmite el estado casi alucinado del personaje. Por otra parte, la gran fotogenia de la cantante, su dominio de la escena, su capacidad actoral y el dominio del acento y el estilo verdiano compensan indudablemente una prestación vocal que, sin ser ideal, va de menos a más, imponiéndose como el elemento más interesante del reparto; lo evidencia además una brillante escena del brindis, que ella identifica como la parte más pesada para su voz. En definitiva, no será su mejor papel, pero sí es una interpretación interesante para un papel sin intérpretes carismáticas hoy día. Y de carisma la Netrebko está sobrada, cante lo que cante.
A su lado Željko Lučić es vocalmente más adecuado, aunque su Macbeth no sea singular. Las reservas que expresaba a propósito de su Rigoletto (ver crítica) siguen igualmente presentes, a pesar de que también en su caso la competencia actual –no la discográfica– es menor. Parte con un instrumento más apto que los de otros intérpretes más líricos por robustez y línea de canto firme. Pero, más allá del timbre, que no es particularmente bello, es la monotonía del acento y del intérprete la que impiden que despegue el personaje. Y se trata de una carencia siempre grave en Verdi. Apenas se redime un poco en el aria final “Mal per me”, aunque resulta insuficiente para mitigar una interpretación por lo demás bastante sosa. Si a eso se le añade que ya había grabado el papel en esta misma producción para Emi –y no se aprecia una diferencia de enfoque, y sí los años pasados– lo cierto es que la producción y la protagonista se habrían beneficiado de otra elección. El contraste es aún mayor viendo la excelente labor de los dos secundarios: Joseph Calleja firma con Macduff una de sus mejores grabaciones, dotando a su aria “Ah! La paterna mano” de una gran intensidad dramática. De la misma manera, René Pape como Banquo es un derroche.
Fabio Luisi es un excelente director, como confirma de nuevo con este Macbeth, guiado con un gran sentido del drama. Sabe manejar los momentos de conjunto, y la prestación del coro y la orquesta del Metropolitan es excelente, como siempre. “Patria opressa” es uno de los grandes momentos de la partitura y de la grabación.
La puesta en escena de Adrian Noble es un tanto desconcertante. Ex-director de la Royal Shakespeare Company, reputado conocedor del teatro de época isabelina, para este Macbeth sin embargo ha optado por una puesta en escena moderna, con un Banquo que parece el doble de Rambo y un Macduff inspirado en el ejército soviético. Por su parte, Lady Macbeth es un trasunto de Marilyn Monroe, femme fatale rubio platino en bata y camisón de seda... pero con un vestuario inspirado en la realeza francesa medieval para el brindis. La iluminación y el decorado son opresores, oscuros, remitiéndose a una imagen modernizada de una Escocia romántica, primitiva, misteriosa en sus brumas. Tal vez el lector me entienda mejor si añado que en no pocas ocasiones el montaje audiovisual recuerda en sus elementos largometrajes basados en dramas shakesperianos como el Coriolano dirigido por Ralph Fiennes, Tito Andrónico de Julie Taymor o Ricardo III de Richard Loncraine.
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