DVD - Reseñas
Un Foscari definitivo
Raúl González Arévalo
Las óperas de los “años de galeras”, como Giuseppe Verdi se refirió a la primera etapa de su carrera, han conocido una fortuna desigual en la discografía. El título más popular y con más opciones, con diferencia, es Macbeth. Los demás le siguen a distancia, aunque la explosión del formato audiovisual ha hecho que en los últimos tiempos cada vez haya más opciones. Para muestra, I due Foscari: tras la grabación ya lejana con un Renato Bruson que es lo único que merecía la pena desde la Scala (Opus Arte 1988) tuvieron que pasar doce años hasta la siguiente con un Leo Nucci de brillante rutina en Nápoles (TDK/ArtHaus 2000). Y otra docena de vueltas al sol hasta que el italiano repitiera, esta vez desde Parma y con menor fortuna (CMajor 2012).
La frecuentación en los últimos años de la cuerda de barítono por Plácido Domingo se ha centrado sobre todo en Verdi. Por encima de papeles emblemáticos como el Conde de Luna de Il Trovatore, de Macbeth, o de Simon Boccanegra, sin duda el más logrado de esos tres, el madrileño está ofreciendo sus mejores lecturas con otros personajes menos conocidos, en los que destaca, como con el dogo genovés, la faceta paterna, al igual que ocurría con el Giacomo de Giovanna D’Arco. Y como ocurre de nuevo con este Francesco Foscari. Sin duda es la razón principal de la publicación de este DVD, aunque no el único mérito artístico del registro, ni de lejos.
Respecto al DVD del año anterior desde Covent Garden (Opus Arte 2015) no hay prácticamente variaciones. Compone un personaje imbuido de una gran autoridad política y profundidad humana en el sufrimiento que le causa el conflicto entre el deber de su cargo y el amor paterno. El dogo veneciano está en todo momento cantado e interpretado (y no solo lo segundo). Los dúos con el tenor y la soprano y los tríos de los tres le encuentran en plena forma. La altura del cantante, un viejo león con ases en la manga, queda clara desde la primera aria, “O vecchio cor”. Aunque sin duda es el aria final, “Questa è dunque l’iniqua mercede”, la que resume por sí sola el logro del cantante, dando nueva prueba de su estatura artística histórica y la inmensidad de su arte aún a estas alturas de su carrera. Ya no se trata solo de la intensidad de su canto, sino de la capacidad para dotar de sentido dramático cada frase con una interpretación no solo creíble, sino definitiva. La leyenda de Domingo solo se mide consigo misma.
A diferencia de Bruson y Nucci, el español está mucho mejor acompañado, lo que resulta clave para el éxito de la producción y el atractivo del DVD. Como en Londres, Jacopo Foscari es encarnado por Francesco Meli, que parece haber encontrado en el primer Verdi un campo ideal para su capacidad vocal. Así lo ha demostrado por ejemplo con el Carlo VII de la Giovanna d’Arco referida más arriba. Se trata de papeles que le permiten lucir la belleza del centro y medias voces y pianissimi muy notables; con un agudo no particularmente exigido el canto fluye relajado, lo que le permite exhibir un fraseo matizado y una actuación comprometida, también en la articulación de las frases. Para muestra, la escena de la prisión y los dúos con Lucrezia y su padre.
Queda la Lucrezia Contarini de Anna Pirozzi, la mejor en el papel desde la ya lejana grabación histórica de Katia Ricciarelli, que sigue siendo la primera opción en CD gracias a la presencia de Cappuccilli y Carreraras y la dirección de Gardelli (Philips 1976). El descubrimiento del lanzamiento es ella, una voz spinto, poderosa en la proyección a la vez que dúctil, con una gran agilidad y seguridad en el agudo, que por momentos recordaba a la Caballé que, en esta ocasión, pudo ser y no fue. Por delante de Alexandrina Pendatchanska, de canto crispado en Nápoles (aunque convenga al personaje), y de Maria Agresta desde Londres, donde se propone de nuevo como una buena opción italiana para papeles belcantistas de soprano dramática de agilidad (aunque mejor en Donizetti y Bellini), Anna Pirozzi se reivindica como la mejor candidata con el joven Verdi, de Lady Macbeth a Abigaille pasando por Odabella y Luisa Miller. Es impresionante la seguridad y el dominio técnico que tiene de su instrumento, como deja claro desde su aria de entrada.
De la misma manera, la dirección de Michele Mariotti no teme la confrontación con un Antonio Pappano consagrado (Opus Arte). La experiencia en el repertorio belcantista, y particularmente en Rossini, le da la sabiduría para acompañar las voces, necesaria también en Verdi, sin renunciar a ofrecer matices allí donde muchos reducen las obras primerizas del Genio de Busseto al consabido “um-pa-pá”. De hecho, sabe leer las intenciones dramáticas del compositor para dotar de la máxima teatralidad posible una partitura joven. Ya no es solo una garantía. Mariotti es una certeza de nivel muy alto, que obtiene el mejor rendimiento de la orquesta de la Scala en una lectura impecable.
La puesta en escena es absolutamente tradicional en su ambientación veneciana del siglo XV, lo que permite seguir la trama sin ninguna complicación ni molestia.
En definitiva, la mejor opción audiovisual para el título.
Comentarios