España - Cantabria

Festival de Santander

Un concierto redondo

Maruxa Baliñas
lunes, 13 de agosto de 2018
Mbira-duo © Pedro Puente / FIS, 2018 Mbira-duo © Pedro Puente / FIS, 2018
Suances (Cantabria), lunes, 6 de agosto de 2018. Suances: Fuerte antiguo de El Torco. Mbira-duo. Irene Rodríguez y Noé Rodrigo, percusión. Alexej Gerassimez, Asventuras. Minoru Miki, Marimba Spiritual. Carmen Rodríguez, Vagalumes. Johann Sebastian Bach, Preludio y fuga en do menor de 'El clave bien temperado'. Compagnie Kahlua, Ceci n'est pas une balle. Anders Koppel, Toccata. Tomer Yariv, Gyro. 67 Festival Internacional de Santander
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Geométricamente hablando, el concierto del Mbira-duo no fue exactamente redondo, sino más bien ondulado. Pero desde el punto de vista del público, salió 'redondo'. Un espacio al aire libre junto al mar, casi pegado al faro de Suances, con una noche algo fría y sobre todo muy ventosa, que tras la ola de calor de los días anteriores era una gloria. Y más gloria aún el programa del Mbira-duo, perfectamente calculado e incluso coreografiado, que complació tanto a los que estábamos allí por la música, como a los veraneantes que se acercaron al concierto e incluso a los niños asistentes, que son un público especialmente difícil y estuvieron encandilados a juzgar por el silencio y la quietud que mantuvieron.

Asventuras de Alexej Gerassimez (Essen, Alemania, 1987) es una obra de 2011 totalmente fascinante. A partir de un instrumento aparentemente tan poco variado como una caja (en este caso dos, porque hicieron una adaptación para dos intérpretes), Gerassimez construye una pieza donde se van alternando diversos usos y timbres de la caja, que es golpeada de diferentes modos, rascada, arañada, acariciada, etc. Visualmente además esta obra marcó lo que iba a ser la tónica en este concierto, Irene Rodríguez y Noé Rodrigo trabajan cuidando la coreografía del espectáculo de modo que se acercaron ya a sus instrumentos marcando ritmos con sus baquetas y moviéndose simétricamente, ganándose desde el primer momento la atención del público. Y simetría y contraste fueron dos elementos básicos musical y visualmente, ya que se jugaba simultáneamente con los ritmos y el gesto de los ritmos, de un modo que recordaba el tai-chi o algunas de las artes marciales.  

La segunda obra del programa, la Marimba Spiritual (1983) de Minoru Miki, era el principal motivo por el que había cogido el coche hasta Suances: desde la primera vez que la oí en directo se ha convertido en una de mis obras de percusión favoritas. Aquí el trabajo estuvo repartido entre Rodríguez y Rodrigo, sin las simetrías de la obra anterior. Durante casi toda la primera parte, Rodríguez fue una figura arrodillada a la japonesa en un rincón del escenario, marcando con su posición corporal el lamento y sólo al final del requiem utilizó algunos instrumentos con bastante discreción: un juego de cuencos metálicos y unas cajas chinas, antes de pasarse al vibráfono en el que hizo la segunda parte, la resurrección, en una adaptación de lo que normalmente hacen tres percusionistas. Por su parte Rodrigo se enfrentó a una de las obras para marimba más virtuosísticas y lo hizo exitosamente, pero sobre todo emocionándonos con el lamento de Miki por las hambrunas africanas de la década de los 1980, y su posterior llamada al optimismo (desgraciadamente infundado, porque casi cuatro décadas después de las hambrunas africanas se habla menos, pero siguen siendo gravísimas y tristemente regulares). 

Vagalumes [Luciérnagas, 2018] de Carmen Rodríguez es una pieza especialmente escrita para ellos. Hablaba al comienzo de que el concierto fue ondulado, con puntos álgidos y otros de hundimiento. Y estos Vagalumes fueron simplemente una obra de relleno, un nexo de unión, entre la Marimba spiritual y una versión 'clásica' del Preludio y fuga en do menor de 'El clave bien temperado' de Johann Sebastian Bach. Música agradable, bien escrita, y que aportó al concierto la 'pieza de estreno', algo que no puede faltar en un programa comme il faut, pero al mismo tiempo anodina, sin especiales aportaciones: de hecho, ya tengo dificultades para recordarla en este momento. No conozco a la compositora, y creo que esta no es una pieza por la que se le pueda juzgar, ya que más bien parece una de esas obras menores con las que el creador va simplemente 'haciendo mano' y cogiendo experiencia. 

Mbira-duo: Irene Rodríguez y Noé Rodrigo, percusión. Suances: Fuerte antiguo de El Torco, agosto de 2018. 67 Festival Internacional de Santander. © Festival Internacional de Santander - Pedro Puente, 2018.Mbira-duo: Irene Rodríguez y Noé Rodrigo, percusión. Suances: Fuerte antiguo de El Torco, agosto de 2018. 67 Festival Internacional de Santander. © Festival Internacional de Santander - Pedro Puente, 2018.

No tiene en cambio nada de obra menor el Preludio y fuga en do menor de 'El clave bien temperado' de Johann Sebastian Bach, que además funciona muy bien con el timbre de la marimba. Rodríguez y Rodrigo la tocaron 'a cuatro manos', con un planteamiento muy libre y lógicamente contemporáneo, porque lo que estaban haciendo era música del siglo XXI, y no barroca. Me gustó más el preludio que la fuga precisamente porque al ser melódica les permitía más libertad que la armónica y rígida fuga. Además el molesto eco que venía desde una construcción del fondo del prado donde se celebraba el concierto, y que había perturbado bastante en las dos primeras obras del concierto, molestó más en la fuga que en el preludio, donde por momentos parecía un acompañamiento más. 

Llegó a continuación la obra que más me gustó del concierto -con permiso de Miki y Bach- seguramente por lo inesperada. Ceci n'est pas une balle, de la Compagnie Kahlua, es una obra de teatro, no de percusión, pero al mismo tiempo sí que es una obra para percusionistas. Sobre un fondo electrónico pregrabado, Rodríguez y Rodrigo fueron contándonos la historia de algo que no es una pelota pero se parece, o a lo mejor sólo nos imaginamos que es una pelota y es algo peligroso, o simplemente no existe. Hubo momentos divertidos, en buena medida porque la Compagnie Kahlua es masculina y entonces determinadas palabras o ruidos que sonaban con voz grave resultaban muy graciosas cuando parecían salir de la boca de Irene Rodríguez, pero sobre todo predominó la fantasía y la extrañeza. Mbira-duo trabajó muy bien, perfectamente acomodados a la grabación, con movimientos tomados del original de la Compagnie Kahlua y otros propios, ya que Mbira-duo son sólo dos, y manejando muy bien el espacio. ¿Pero dónde estaba la percusión? Pues en eso que se llama percusión corporal y que ha desaparecido de las competencias de un percusionista moderno, que siempre trabaja con instrumentos 'ajenos'. La idea de recuperar para el mundo de la percusión el uso del propio cuerpo me pareció apasionante y un campo de trabajo interesantísimo (un poco como cuando hace muchos años escuché a la compañía juvenil del Nederlands Ballet hablar y cantar en una de sus piezas). 

La Toccata (1990) de Anders Koppel fue otro momento bajo del programa. Ya había escuchado esta obra para marimba y vibráfono anteriormente y me había gustado bastante, pero en este contexto, y después de una cosa tan fresca como Ceci n'est pas une balle, me sonó un poco 'viejuna'. Es una de estas obras con tantas citas clásicas -Bach, Schubert, etc.- que uno se plantea si es que el compositor no tiene nada interesante que decir, porque -sinceramente- las citas se 'comen' a la parte original, suenan muchísimo mejor. Para los percusionistas es una obra de repertorio, porque como exige cosas muy variadas a menudo se pide en exámenes, pruebas, etc., pero no tengo tan claro su interés musical. En cualquier caso y dentro de un programa donde se repasaban tantos y tan variados aspectos del mundo de la percusión (aunque no les perdono que prescindieran de Xenakis), la Toccata de Koppel era una faceta importante del conjunto. 

Si se trata de pertinencia y relación con el entorno natural, el Gyro de Tomer Yariv también era una obra muy apropiada, ya que estábamos al lado del faro de Suances, en funcionamiento dado que era un concierto nocturno, y la pieza de Yariv habla precisamente de el giro, de la flexibilidad de los percusionistas que deben moverse como un giroscopio, fijos en la base y totalmente libres y flexibles desde la cintura. Yariv habla en su obra de "la física del giroscopio y la fisiología de las artes marciales", pero personalmente me pareció una obra algo aburrida, sobre todo en comparación con otras anteriores y tratándose de la obra final del concierto. Aunque como el público estaba encantado, aplaudía, ululaba y silbaba, y no quería irse, Mbira-duo ofreció una propina, un dúo de Astor Piazzola, seguramente su famoso Tango-suite, que forma parte del repertorio de muchos marimbistas. 

Fue ya en el viaje de vuelta a Santander cuando me di cuenta de cuán inteligente había sido la concepción del programa, cuánto trabajo había detrás y sobre todo cuánta reflexión, de modo que un concierto veraniego sin grandes pretensiones se había convertido en un repaso a la percusión en los últimos años, a las posibilidades de los diferentes instrumentos y sobre todo a los diferentes caminos que se le abren a un percusionista atento a la realidad y amante de la música. En poco más de una hora Mbira-dúo me enseñó más que muchos libros sobre las posibilidades de la percusión, y eso es algo que valoro muchísimo.  

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