DVD - Reseñas
De fábula
Raúl González Arévalo

¿Qué tienen en común Humperdinck, Janáček y Dove? Nada. ¿Hay unidad musical en la caja de Opus Arte? Ninguna. ¿Sentido comercial? Todo: el sello británico ha cogido el único nexo de unión posible para confeccionar un paquete en torno a óperas cuya temática son cuentos infantiles: Hansel y Gretel, La zorrita astuta y Pinocho. La estupenda calidad de las producciones facilita el acercamiento a un producto cuya disparidad podría haber jugado en contra.
No cabe duda de que la ópera más conocida es la de Humperdinck, cuya videografía conoce nada menos que ocho propuestas, de las que tres, incluyendo la que comento, corresponden a 2008. No es de extrañar, habida cuenta la popularidad del título en el área germana y anglosajona. Dejando de lado la grabación pionera con Solti, Fassbänder y Gruberová, de encanto vetusto, la producción de Londres cuenta con todo a su favor para convertirse en un clásico moderno. Las dos protagonistas, Kirschlager y Damrau, están excelentes en su cometido; la pareja de padres, Allen y Connell, son grandes artistas que retienen destellos de su mejor momento, ya pasado. La Silja ha sido cantante que despertaba adhesiones y rechazos pasionales, y aunque ha sido una gran actriz y conviene a la bruja, el estado vocal está muy deteriorado. La dirección de Colin Davis es acertada sin genialidades, aunque la orquesta responde con la brillantez que acostumbra. Como es habitual con los siempre interesantes Leiser y Caurier, actualizan la acción, lo que en esta ocasión se traduce en un mayor realismo de la historia, por tanto más terrorífica y menos fantasiosa.
Viendo La zorrita astuta (1924) no podía dejar de pensar en cómo Janáček se adelantó a Orwell con su Rebelión en la granja (1945) en la humanización de los animales para reflexionar sobre la sociedad, la vida y la muerte. Sin el elemento político –la crítica acérrima del británico al comunismo– y con el planteamiento de fábula musical, el checo se aleja del brutal realismo que caracteriza otras óperas más conocidas como Jenůfa y Kátya Kabanová para idear una partitura más ligera, que requiere de una dirección menos dramática y más fantasiosa, precisamente lo que hace Jurowski, que además cuenta con un extenso elenco –en su mayoría británico– en el que se imponen con autoridad unas inesperadas y brillantes Lucy Crowe y Emma Bell, alejadas del repertorio barroco y mozartiano en el que se han hecho famosas, además de un gran Sergei Leiferkus. La puesta en escena, llena de colorido y detalle, busca subrayar el realismo mágico de la partitura, que presenta como veraces las emociones que expresan los animales, a la vez que se vale de la fantasía para caracterizarlos. El resultado final es espléndido.
Las aventuras de Pinocho de Jonathan Dove recoge la gira inglesa tras el estreno mundial de la ópera en el Gran Teatro de Leeds. Se trataba de una apuesta arriesgada, porque en el imaginario colectivo está la película de Walt Disney de 1940. Para su versión los autores –el compositor ha colaborado estrechamente con el libretista Alasdair Middleton– volvieron a la historia original de Collodi y, siguiendo el ejemplo del libreto de Colette para L’enfant et les sortilèges de Ravel, redujeron la extensión inicial –se pasa de 36 capítulos a 20 escenas relativamente breves, distribuidas en dos actos– y dejaron fuera las tramas secundarias, centrándose fundamentalmente en Pinocho y Gepetto. La música es tonal, con múltiples influencias reconocibles tanto de Britten –la línea vocal, incluso el lenguaje– como de otros géneros como el musical y el jazz, con mucha percusión típica de la música incidental y una gran imaginación en la orquestación, perfectamente adecuada a la evolución dramática. No en vano, se trata de la ópera número ¡veintiuno! de su autor.
La producción es dirigida con gran convicción y sentido del ritmo por un inesperado David Parry, más conocido a nivel internacional por haber sido durante muchos años el director de los registros belcantistas de Opera Rara. No extraña por tanto encontrar muchos nombres que figuran como secundarios en sus grabaciones para el sello británico, como Victoria Simmonds, Mary Plazas, Rebecca Bottone o Graeme Broadbent, aquí asumiendo papeles protagonistas. El trabajo en equipo es excelente, pero merece destacar la caracterización de Simmonds, contantemente en escena, de mayor complejidad y matices que el retrato de Disney. La puesta en escena, cuidada en los detalles sin pretender realismo, completa una obra a la que uno se acerca con indudable curiosidad, y que se puede disfrutar mucho.
En definitiva, una caja… de fábula.
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