España - Navarra

Avezado navegante

Xoán M. Carreira
martes, 10 de septiembre de 2019
Antonio Baciero © A. Baciero Antonio Baciero © A. Baciero
Estella, domingo, 1 de septiembre de 2019. Iglesia de San Miguel. Antonio Baciero, piano. (Re)encuentros. Ocho siglos de música navarra. Teobaldo I de Navarra, Cuatro trovas: Canción a la Virgen, Serventés, Pastorela I y II (versión al piano Anglés-Baciero). José Ximenez, Dos Pange Lingua a tres. Bernardo de Zala y Galdeano, Tres piezas. Sebastián de Albero y Añanos, Sonata en re mayor, Dos recercatas, Recercata, sonata y fuga en re. José Ferrer Beltrán, Sonata en do mayor. Joaquín Asiain Bardají, Allegro en si bemol mayor. Julián Prieto, Tres versos de 2º tono y Sonata en do mayor. Juan Mª Guelbenzu, Mazurca en sol mayor. Fernando Remacha, Sonatina (1948). 50 Semana de Música Antigua de Estella
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La Semana de Música Antigua de Estella (SMADE) ha decidido celebrar su 50 aniversario con una programación que recupera a algunas de las figuras que participaron en las primeras ediciones del Festival o han sido muy significativas en su desarrollo. Y lo ha inaugurado con un recital de Antonio Baciero (Aranda de Duero, Burgos, 1936) tocando un programa monográfico subtitulado "Ocho siglos de música navarra". 

Baciero -quien ya tocó en los festivales de 1968 y 1969- es uno de los escasos supervivientes de los inicios de este Festival de Estella, coincidentes con los primeros pasos de la dedicación de este pianista sabio, culto e inteligente a la interpretación al piano de la Early Music ibérica para teclado, o incluso de repertorios inespecíficos como las Trovas de Teobaldo I de Navarra (1201-1253), cuya glosa por Baciero abrió este viaje musical a "Ocho siglos de música navarra" que culminaron con la música de Fernando Remacha (1898-1984), de quien Baciero -que vivió en Pamplona desde su infancia- fue alumno y amigo. 

Sólidamente formado en la mejor tradición vienesa -junto a sus amigos Badura-Skoda, Gulda y Jörg Demus- Baciero es un artista racional que ama la evidencia y desconfía de cualquier tipo de 'verdad revelada'. Profundo conocedor de las tradiciones interpretativas, contempla con escepticismo las teorías basadas en la experiencia. Enamorado de los teclados históricos, de los que posee una valiosa colección, los considera una fuente de conocimiento y no objetos de culto. Y como cualquier enamorado se niega a someterlos a esfuerzos impropios de sus actuales condiciones físicas o de la acústica de las salas de concierto. Avezado navegante por los procelosos mares de la Early Music, a lo largo de toda su carrera Baciero ha acertado siempre a arribar a aquellos puertos que le garantizaban el mejor avituallamiento y a desoir sistemáticamente los cantos de sirena, incluyendo aquellas que tenían certificados de la prestigiada factoría de la HIP (historically informed performance). 

El delicioso viaje musical, con Sebastián de Albero (1722-1756) como principal protagonista, alternó músicas bien conocidas en las ediciones del propio Antonio Baciero (principalmente la Nueva Biblioteca Española de Música de Teclado publicada por U.M.E. en 1979) con joyas inéditas como el Allegro de Joaquín Asiain (1758-1828). Disfruté especialmente de la deliciosa Sonata en do mayor de Ferrer que durante un par de años (hacia 1986-87) se hizo popular como sintonía de un informativo de Televisión Española y sobre todo con la música de Julián Prieto (1765-1844), que había quedado en el fondo de mi memoria, y con la sorpresa de escuchar una exquisita Mazurka de Juan Mª Guelbenzu (1819-1886), compositor y persona que tengo en alta estima. 

A sus 83 años Baciero mantiene sus bien conocidas virtudes técnicas que le dotan de una difícil facilidad para exhibir la mayor ductilidad estilística de fraseo, de intención, y sobre todo emocional, que se hicieron especialmente patentes en su memorable interpretación del Allegro de Asiain, un ejemplo de ese albero inagotable de talento, sabiduría y generosidad que es Antonio Baciero. 

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