Ayer fue una noche triste en el
Teatro de la Zarzuela
para aquellos que quieren encerrar a la zarzuela en un sarcófago lleno de polvo y telarañas, envuelto en un mantón de Manila y claveles reventones. Aquellos que tanto aman nuestro género lírico, que no permiten que se quite el corsé ni a la de tres, como un marido celoso, y que prefieren verla muerta (cadavéricamente hablando) a renovada y frescachona como siempre lo ha sido, sin duda estarán que se tiran de los pelos.
Para amar a la zarzuela hay que entenderla como lo que siempre ha sido, una dama deslenguada, amiga del pueblo, y con espíritu crítico, puro sainete, y sobre todo reflejo de la sociedad y de sus problemas, siempre de rabiosa actualidad, al menos en sus tiempos de esplendor. Intentar plantear que la zarzuela se debe entender desde un prisma de gravedad y pedantería,…
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