España - Galicia
Dificultades acústicas
Maruxa Baliñas

Este año la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) está ofreciendo sus conciertos en el Coliseum de A Coruña, un amplio espacio preparado para grandes conciertos de grupos musicales en gira, reuniones multitudinarias, etc. que se sitúa al lado de Expocoruña, donde se celebran ferias comerciales. No es por lo tanto un sitio que se asocie fácilmente con conciertos sinfónicos y está además situado fuera del centro. La acústica no es mala, aunque el espacio resulte bastante desangelado, y en alguna crítica anterior comenté que no era mala opción mientras la OSG no consiga una sede adecuada.
Pero ahora tengo que desdecirme. Los dos últimos conciertos a los que asistí allí, este de Rafal tocando el Concierto para piano y orquesta nº 1 de Chopin el pasado 9 de abril, y el del también pianista Daniel , con el Tercer concierto de Prokofiev el 16 de abril, fueron decepcionantes. La sala necesita un tipo de directores de orquesta muy concretos para conseguir sacar adelante el concierto, y ni Pérez ni lo consiguieron, ni como acompañantes en los dos conciertos para piano, ni en las obras sinfónicas que les siguieron.
Empezaré por comentar el concierto del 9 de abril, al que asistí emocionada por tener la ocasión de escuchar a Rafal Blechacz, un gran pianista que ya me había encandilado en ocasiones anteriores. Algunos asistentes al concierto me comentaron que desde la parte de atrás de la sala se oía perfectamente el sonido del piano, pero desde donde yo estaba sentada ('patio de butacas') Blechacz -que es un pianista más sensible que potente- no consiguió la cantidad ni calidad de sonido que requiere el Concierto para piano nº 1 (como ya saben, el segundo que compuso Chopin).
Si el director, Víctor Pablo Pérez, se hubiera esforzado más y mejor en solventar estas dificultades acústicas, el resultado podría haber sido distinto. Pero Víctor Pablo, que ha sido director principal de la OSG durante veinte años (1993-2013) y está lógicamente muy acostumbrado a la orquesta -él eligió a la mayoría de sus componentes-, no valoró adecuadamente la situación. Tiene oficio más que suficiente para seguir el tempo de un solista, pero con demasiada frecuencia la orquesta tapó a Blechacz y sobre todo no respetó su planteamiento del Concierto, su sensibilidad melódica, y hubo bastantes intervenciones de instrumentos destacados que no se adaptaban a lo que el pianista planteaba, con lo que estropeaban el 'ambiente'.
Blechacz hizo el maravilloso Chopin al que nos tiene acostumbrados, con un piano que parecía mostrar algunos problemas de ajuste y afinación, pero que no le impidió explayarse con su habitual sensibilidad. Pocos reparos se le pueden poner a su Chopin y tampoco a su propina, nuevamente chopiniana, uno de los valses, donde por fin pudo explayarse a su gusto.
Comparativamente la 'segunda parte' -aunque ahora ya no hay ese bienvenido descansito que le permite a uno estirarse y socializar un poco- fue más satisfactoria. Víctor Pablo ha hecho muchísimo Shostacovich con la OSG, se conocen perfectamente, y si como es habitual con él hubo más grandiosidad que sutileza y profundización en la partitura, la acústica de la actual sala casi lo agradece. La Novena no es en absoluto una sinfonía grande, pero el director intentó que lo fuera, la orquesta sonó bien, los momentos de lucimiento de la orquesta se aprovecharon y el resultado no fue especialmente impresionante, pero sí 'tradicional', lo que en estos tiempos de tantos cambios se agradece.
No puedo juzgar la cantidad de aplausos finales, ni la satisfacción del público, porque -como está ocurriendo demasiadas veces- el concierto se prolongó demasiado y para los que vivimos fuera de Coruña es casi imposible cumplir el toque de queda si no salimos a toda prisa en el momento de finalizar la última nota. Otra cosa que nos ha robado la pandemia, ese grato momento de comentar el concierto con los 'colegas', o sea, algunas personas de las que a menudo no sabemos casi nada de su vida cotidiana, pero con quien llevamos años compartiendo cada viernes conciertos, satisfacciones, ceños fruncidos y una vivencia muy personal.
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