España - Galicia

La Coruña, enclave lírico

Julián Carrillo
lunes, 23 de septiembre de 2002
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La Coruña, jueves, 19 de septiembre de 2002. Palacio de la Ópera. EL AMOR BRUJO, gitanería en un acto y dos cuadros. Coreografía de Goyo Montero sobre música de Manuel de Falla y libreto de María Lejárraga, edición de Antonio Gallego. José Carlos Plaza, dramaturgia. Nuria Pomares, 'Candela'; Carmen Linares, 'Voz de Candela'; Primitivo Daza, 'Gitano'; Nuria Castejón, 'Amiga'; Antonio Martínez, 'Novio'. Cuerpo de baile. Producción del Festival de Ópera de La Coruña, 2002. LA VIDA BREVE, drama lírico en dos actos y cuatro cuadros de Manuel de Falla sobre libreto de Carlos Fernández Shaw, edición de Juan-Dominique Krynen. José Carlos Plaza, dirección de escena. Goyo Montero, coreografía. María Rodríguez, 'Salud'; Francisca Beaumont, 'La abuela'; Luis Dámaso, 'Paco'; Alberto Feria, 'El tío Sarvaor'; José A. López, 'Manuel', José Ferrero, 'Voz en la fragua' y 'Voz lejana'. Carmen Linares, 'Cantaora'. Miguel Ángel Cortés, 'Tocaor'. Nuria Pomares, bailarina solista. Cuerpo de baile. Cor de cambra del Palau de la Música de Barcelona, Jordi Casas, director. Orquesta Sinfónica de Galicia. Víctor Pablo Pérez, dirección musical. Producción del Teatro Lírico di Cagliari, 2001. Francisco Leal y Enrique Marty, escenografía. Pedro Moreno, vestuario. Francisco Leal, iluminación. Aforo: 1900 localidades. Asistencia: 90 %. 50º Festival de Ópera de La Coruña: 'España en clave lírica'
0,0001693 Se inauguraba el jueves 19 el 50º Festival de Ópera de La Coruña. Cincuenta años en los que la ciudad se ha sabido mantener como un respetabilísimo enclave lírico, cultivando y manteniendo una larga tradición operística que ya le venía de antiguo. Que un festival de ópera llegue a tal edición parece, sin duda, una excelente ocasión para una celebración en toda regla, digna de tal aniversario. Tal vez alguna representación de ópera añadida a las dos habituales, quizás la presencia de algún cantante de excepción que resaltara la efeméride, algo que, en definitiva, marcara un hito positivo. Nada más lejos de la realidad, como veremos al final de estas líneas.Para empezar, como en los antiguos cines de barrio, programa doble: El Amor Brujo (gitanería en un acto y dos cuadros) en su versión de 1915, y La Vida Breve (drama lírico en dos actos y cuatro cuadros). Lo primero que hay que decir es que, a la salida, el ambiente parecía de una satisfacción bastante generalizada: habíamos asistido a un buen espectáculo. Escenografías limpias y actuales, coreografía y dirección escénica, una luminotecnia expresiva y correcta habían provocado los aplausos también correctos, incluso cálidos del público asistente. Como siempre, la Sinfónica de Galicia -también hoy, bajo la dirección de su titular- fue lo mejor de la noche.Pero muchos echamos en falta ese especialísimo ambiente, esa expectante tensión, ese espesor de los silencios que provoca la lírica, en especial la ópera representada. Faltó acaso ese punto especial de pasión de las manifestaciones del público operófilo al finalizar una representación. Parafraseando al editor de esta revista, quien dice que la afición a los conciertos es cultura, en tanto que la que se tiene a la ópera es manía, hubo más de aquélla que de ésta el jueves en el Palacio de la Ópera coruñés.Brujerías y brevedadesEl Amor Brujo, sirvió para descubrir cómo un espectáculo es condicionado por el intérprete a quien en origen fue destinado. El papel de Candela, destinado en principio a Pastora Imperio, fue asumido en la representación del jueves por Nuria Pomares, en el baile y el recitado, y por Carmen Linares en el cante. Siendo tal vez imposible encontrar en nuestros días alguien quien asuma el papel de forma integral, los resultados fueron algo irregulares dado el necesario reparto de funciones.La coreografía, de Goyo Montero, nos muestra un flamenco actual, bien sujeto a sus raíces, pero despojado de lastres y tópicos. Una coreografía que supone una auténtica dirección escénica al servicio del drama que se representa. Los movimientos de conjunto e individuales siguen así muy adecuadamente la trama de la obra. Con estas premisas, Pomares representa su personaje mediante el baile, con el complemento de un recitado más que digno que imprime el necesario dramatismo a sus palabras. Una actuación notable y realmente convincente.Linares sabe sentirse y sentir los cantes, que dice con hondura y una gran expresividad. Su voz, un tanto rota, es más propia de un ámbito acústico más reducido que el del Palacio de la Ópera coruñés, en el que la necesaria amplificación jugó una vez más las acostumbradas malas pasadas a público e intérpretes. ¿Tan difícil es amplificar sin variar continuamente el ajuste? ¿Es inevitable que la voz de la cantaora suene casi como un coro tapando totalmente al guitarrista, como sucedió en La Vida Breve?Tras el intermedio, ópera. La Vida Breve lo es, sin duda. Además, es la única que va a ser representada en este llamado Festival de Ópera. Así pues, la atención de todos estaba bien concentrada en su representación. Hay que resaltar de nuevo la versatilidad y flexibilidad de la Sinfónica, su capacidad de canto, el empaste, cada vez mayor, de su sonido , y la enorme calidad de sus solistas.La escenografía del Teatro Lirico di Cagliari es de una gran sencillez. Dos pantallas de proyección laterales encuadraban un escenario en el que destacaba una especie de armazón con forma de corazón truncado en su base, que dejaba ver por transparencia la fragua, un elemento de relevante presencia dramática en el primer acto. A la derecha ocupando casi dos tercios del escenario, un enorme canapé, sobre el que los protagonistas representan su encuentro amoroso, se habrá de convertir en el segundo acto en reja que, separando sus dos mundos, romperá la vida de Salud. El vestuario, todo en blanco, resulta como un fondo que destaca dramáticamente la tenebrosidad del drama.Destacados fundamentalmente la coreografía y el movimiento de actores -lo mejor de la representación, junto a orquesta y coro-, queda el deber de hablar de voces. Como queda dicho, las que más me gustaron fueron las del coro, muy bien preparado por Jordi Casas. En cuanto a los protagonistas, Rodríguez tiene un timbre bastante lleno y una vocalización algo confusa. A Dámaso le falta potencia y en los dúos apenas fue audible. Beaumont cumplió y supo dar la ternura inicial y el dramatismo final a su personaje. Del resto, hay que destacar el timbre profundo de Feria, cuyo ‘Tio Sarvaor’ daba realmente miedo por presencia vocal y escénica.El enclave, asediadoEfectivamente, la ocasión era pintiparada para la celebración: formas de conmemorar no faltan cuando existe la voluntad de hacerlo. Pero ná de ná, que diría el castizo (hay que irse preparando, que la ópera representada se acabó por esta edición del festival y lo próximo es una zarzuela). Ni una sola línea alusiva a la efeméride en el libro del Festival, ni un artículo entre los muchos que lo ilustran, ni una palabra o mensaje de quienes hoy son responsables de la organización del festival reconociendo lo que la historia muestra.Esta ciudad ha venido sosteniendo, a través de la asociación Amigos de la Ópera de La Coruña, un festival de ópera en el que, con mayor o menor fortuna, se ha representado en nuestra ciudad ópera de forma continuada. Durante cincuenta años, el impulso de la afición, canalizado por las sucesivas directivas de la asociación, han mantenido el fuego sagrado de la lírica en nuestra ciudad.El fin se veía venir de largo, ya. Hace dos años, las presiones de los organismos públicos, en forma de reducción de subvenciones y de aumento de las dificultades para organizar debidamente los montajes, llevaron a la asamblea general de Amigos de la Ópera a aceptar, bajo ciertas condiciones la cesión de la organización del Festival al Consorcio [municipal] para la Promoción de la Música.El festival del año pasado, que -por sus extrañas características- parecía que iba a ser de transición, dio paso al actual, precedido por sendas declaraciones a la prensa del presidente de Amigos de la Ópera y del director de la Sinfónica que resultan, como mínimo, muy alarmantes en cuanto a la posible continuidad del festival. Urge que los actuales responsables de su organización aclaren cuanto antes sus intenciones y proyectos respecto de lo que durante medio siglo ha sido enseña y avanzadilla cultural de nuestra ciudad.
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