Ópera y Teatro musical

Donde dije 'Sirio' digo ¿en serio?

José María Rebés
jueves, 3 de agosto de 2023
Piroscafo Sirio © 2023 by CC Piroscafo Sirio © 2023 by CC
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Sé que no debería hacerlo, algo en mi subconsciente me dice que no está bien sacarle punta a los errores, que los errores no están hechos de madera, o al menos no de la madera que deberían. Los errores, en estos tiempos de telaraña de cobertura mundial (en lo sucesivo telaraña global) circulan libremente y sin obstáculos, copiados y pegados sin pudor, sin arrepentimiento, sin reflexión y sin miramientos.

[Disculpad que abra un paréntesis de esos de líneas rectas: sé que debería decir copy-paste, o quizás Ctrl-C+Ctrl-V, además de web, para que todo el mundo me entienda, usando así la prosa de román paladino, en la cual suele el pueblo hablar a su vecino, mereciendo yo con ello, tal vez, un vaso de buen vino. Sé que debería, pero no lo hago, privilegios de la edad.]

Los errores documentales adquieren vida propia en la telaraña global, por mor de la duplicación, como si se les incorporara algún conjunto suficientemente eficaz de células madre o de nano-robots hiperventilados. Ellos solos se replican, se auto-inyectan en cualquier texto que tenga algo que ver con el error, con el texto que lo contiene, de tal manera que se obtiene una verdad indistinguible del error, o viceversa. El error limpia su honor de esa manera, se ensalza y purifica para acabar siendo la verdad omnipresente: lo dice Internet. Incluyo en ella, en la verdad omnipresente, a ciertas enciclopedias libres, que, ¡pobres de ellas!, se alimentan de las ánimas de quienes las editan. 

Estoy convencido de que ninguna patrulla de vigilancia de verdades conseguiría jamás detener una falsedad dada, sea cual fuere. Es algo simple, el mismo mecanismo por el que el estalinismo no pudo conseguir borrar al infame revolucionario Lev Davídovich Bronstein -o sea, León Trotski- de la foto del discurso entusiasta de Vladímir Ilích Uliánov -o sea, Lenin-: no se puede parar la propagación de algo fenoménico. ¿Y qué más fenoménico que una alteración morbosa de la verdad? Las falsedades son a menudo más interesantes que las verdades y, así como las anécdotas, se alimentan de la chispa y del ingenio de lo que se non è vero, è ben trovato

Pero además se alimentan de la inefable pereza del documentador: si otros lo dicen es que es verdad, si yo lo digo no pasa nada, ya está dicho antes. Si una persona va por la calle en ropa interior es que es un insensato, si van veinte juntas en ropa interior es que se trata de una moda, si van diez millones es que es lo normal. Si una falsedad se repite ad infinitum es que es verdad. Carlos Gardel no murió, ni John F. Kennedy, ni Elvis Presley ni Marilyn Monroe, están todos ellos congelados esperando revivir para poder verificar que la tierra es plana. Internet dixit.

[Segunda interrupción: me estoy decantando por el uso de latinajos, lo cual, según Gonzalo de Berceo, me aleja del vaso de buen vino. Soy consciente, que sea malo el vino, pues, pero que sea]

Y el lector -disculpa que no te tutee- se preguntará: “acabada la introducción, ¿cuál es el tema?” Pues el tema es el del naufragio del SS Sirio (en lo sucesivo el Sirio), un piróscafo matriculado en Italia, que navegaba para la genovesa Navegazione Generale Italiana, pero de fabricación escocesa, como todos los de su época, que vino -o más bien fue- a naufragar en las costas murcianas el 4 de agosto de 1906.

[Ahora viene la segunda introducción, tened paciencia, llegaremos a buen puerto nosotros]

"El Pompeu Fabra". © 2023 by CC."El Pompeu Fabra". © 2023 by CC.

Desde hace un año, quizás algo más, trabajo en la biografía de una gran tiple cómica de padres aragoneses, aunque nacida en XXX: Dolores “Lola” Millanes Allué. Disculpad que no diga el lugar, forma parte de las aportaciones de mi libro, aunque puedo decir que en castellano se escribe a menudo como XXXh, con una hache al final que los catalanes suprimimos hace décadas gracias a un tal Pompeu Fabra, conocido fuera de Cataluña como Pompeyo Fabra, lo cual es curioso porque su diccionario se llama “el Pompeu Fabra”, como todo el mundo sabe.

Y es que aquí encontramos una de esas verdades por repetición: Lola Millanes nació, según muchos, en Zaragoza. Puesto que era aragonesa debía de haber nacido en Zaragoza, que es la ciudad más aragonesa de todo Aragón… (como si el todo fuera la parte o la parte fuera el todo). Pero no, la señora Millanes vino al mundo donde su padre y su madre aragoneses -él de Fraga y ella de Yésero- se encontraban aquel día de 1859, o sea, en Vic. La Millanes fue catalana de nacimiento, pero prácticamente nada más que de nacimiento, y valenciana por haber residido muchos años en la capital del Turia.

La señora Millanes subió al buque SS Sirio el 3 de agosto de 1906 en Barcelona, con destino a Buenos Aires, ciudad en la que en aquel entonces vivían su hija Emilia Jordán, su yerno Joaquim Coss y la hija de ambos, Dolores Coss Jordán, a la que la Millanes no había tenido oportunidad de conocer personalmente, puesto que había nacido en 23 de julio de 1899 en Tegucigalpa, Honduras, después de que la Lola volviera a España tras una larga estancia en tierras argentinas y uruguayas. Joaquim Coss, más joven que Lola, era un antiguo compañero de compañía lírico-teatral de la Millanes, en unos tiempos en los que ésta viajaba con su hija a todas partes. Y así surgió el amor entre el compañero y la hija. Además de la hija, en Buenos Aires vivían algunas de las hermanas de la Lola, todas ellas cantantes líricas. Vaya por delante, si me permiten hacer revelación de mi libro, que ocho fueron, ocho, las hijas de Pedro Millanes y María Allué que se dedicaron a la lírica, al teatro o al cine. Algunas de las descendientes del matrimonio Millanes-Allué alcanzaron altas cumbres artísticas… y vieron sus figuras plasmadas en lienzos de Julio Romero de Torres (que no sólo pintó a la mujer morena).

[¡Ah, sí! Revelación quiere decir spoiler]

Allué, he escrito y lo repito: Millanes Allué. Lo digo porque uno de esos copia-pega habituales es el que produce el llamarla Lola Millanes Borre. Es algo que incluso se ve en revistas con contenidos protegidos por un I.S.S.N. (International Standard Serial Number, que como todo el mundo sabe significa International Standard Serial Number). La verdad persistirá, y la Millanes se acabará llamando Borrell, como el político, que suena más y mejor. Los Allué que se busquen otro oficio.

Claro, comprobar quién era la madre de la Millanes es complicado, requiere de horas de búsquedas, de la paciencia del investigador que se sumerge en miles de páginas de inscripciones de nacimiento de centenares de poblaciones, necesitando de más ayudantes -negros, en el argot- que los que usó Issac Asimov para escribir su grandiosa colección de libros. Toda una vida dedicada a la persecución del apellido de la madre de la Lola. Sea como fuere, la madre de la Lola se llamó María Allué Acín, nacida, como he dicho, en Yésero, y ahora añado que en 1833. Tardé unos minutos, despejados de negros, en encontrarlo. En el censo de Gerona de 1887, la señora Allué indicó ser artista de teatro, es quizás por eso que tuvo tantas hijas farandurelas. Ocho eran ocho las hijas de Allué, ocho eran ocho y ninguna Borré.

Sigamos con el Sirio y sus verdades aparentes: “en Barcelona subieron al barco la tiple Lola Millanes, el tenor José Maristany y una hermana suya, el director musical José Hermoso y el maestro Gaberna”. Este texto, tal cual, en versiones en catalán y castellano, se publicó pocos días después del naufragio del Sirio en la prensa barcelonesa, y en otras que, o tempora, o mores, copiaron la noticia consuetudinariamente. Y así, aquel texto de 1906 ha llegado hasta nuestros días navegando en copypastes, y el pobre Robert Goberna Franchi, ilustre pianista, organista y crítico musical barcelonés, ha pasado a la historia pequeña del Sirio como el maestro Gaberna, con “a” y sin nombre propio. Incluso esa revista con I.S.S.N. del 2005 le llama, despiadadamente, el maestro Gaberna. En un libro en inglés de 1953 sobre desastres navales, se le adjudica el apellido de Eberno, Roberto Eberno. Pronto, ni sus herederos sabrán que se llamaba Goberna, que había tocado como pianista de café para ganarse la vida en el Café de París de Barcelona y que antecedió en ese desempeño al no menos ilustre pianista y futuro compositor [Pantaleón] Enrique Granados Campiña.

[Publicidad: lean mi libro sobre Granados, titulado “Granados, crónica y desenlace”, Libargo 2019, necesito más lectores para convencer al editor de que vale la pena realizar una cuarta edición. Disculpen la publicidad, hoy en día si no tienes un influenciador que lo haga tienes la obligación de hablar de ti mismo, aunque pueda no interesarle a nadie. Es como lo que le dijo un día mi madre a mi esposa: “¿Ah, pero mi hijo tiene gracia?” Pues eso, por si acaso.]

Mariano Hermoso. © 2023 by CC.Mariano Hermoso. © 2023 by CC.

Dejemos a Goberna, ya bien localizado, para centrarnos en la figura del “director musical José Hermoso”. Bien, Hermoso lo era -disculpan el play-on-words- pero no José, sino más bien Mariano. Su nombre completo era Mariano Hermoso Palacios, nacido en algún momento del siglo XIX y fallecido en otro momento del siglo XX, según la enciclopedia más popular de las editables por cualquier persona. Según otras fuentes, nacido en 1859 y fallecido en 1923, pero eso es otra historia, porque hay que investigar para poner años y eso es muy cansado, así que lo mejor es copiar lo de “(finales del siglo XIX - comienzos del siglo XX)” de dicha enciclopedia, que deja al buen señor una esperanza de vida equivalente a la de un infante o la de un mozalbete imberbe, indigno e incapaz de ser un director musical, salvo que te llames Piero “Pierino” Gamba o Joan Manén. 

[Propuesta para editores de enciclopedias libres: en el ánimo de ofrecer una plantilla para artículos biográficos, que sea válido se tenga la información que se tenga del sujeto en cuestión, sugiero el siguiente texto, basado -libremente también- en el insigne Jaimito con algún toque del francés Jacques de La Palisse:
Fulaniti (en algún lugar, en algún momento – en el mismo o diferente lugar, en cualquier otro momento) fue un profesional que ejercicio su profesión en tanto pudo, que vivió entre su nacimiento y su defunción.
Sus padres fueron sus progenitores y tuvieron una influencia incierta en su vida, más allá de dotarle de genes. Comenzó a ejercer su profesión en algún momento tras la infancia, influenciado por algún influyente que encontró en algún momento y en algún lugar, sin que tengamos constancia ni de dónde ni de cuándo ni de quién. Despuntó en el ejercicio de su profesión más allá de lo que se pueda saber. Dotado de talentos diversos, de él se puede decir una cosa: cuando escribía en verso, no escribía en prosa.
Es posible que tuviera algún hijo antes de morir, o bien que lo tuviera después, en cuyo caso no lo habría llegado a saber antes de morir. Ciertamente murió un día. Un cuarto de hora antes de morir respiraba todavía. Murió un día de la semana, el último día de su vida; de morir tras otra jornada, un día más le contarían.
U.c.n.s.s.n.d.n].
[Subnota: u.c.n.s.s.n.d.n. = utilícese cuando no se sepa nada de nada]

Quizás se llamaba Mariano José, como el suicida de Larra, que había muerto unos años antes del nacimiento del Hermoso. Así pues, decía, lo de José Hermoso ha prosperado hasta crear un nuevo director musical, que se salvó de la muerte en el naufragio para desaparecer del mapa y reaparecer en Internet gracias a las hemerotecas digitales y a los blogueros al uso. El otro, Mariano Hermoso Palacios, fue un fructífero compositor de obras líricas, algo así como de unas treinta y tres, muchas de ellas como colaborador de un músico de la talla de Manuel Fernández Caballero y en alguna ocasión de Joaquín “Quinito” Valverde Sanjuán, otro de los grandes del género en aquellos viejos tiempos del cambio del siglo en los cuales nació, hacia finales del primero, para morir a comienzos del segundo, aquel señor que quizás fuera José o Mariano, pero que seguro que era Hermoso.

[Nota sobre el señor Hermoso: una de sus composiciones líricas, con música en solitario, se titulaba “Lohengrin – bufonada lírica”, con texto de los no menos ilustres señores José Jackson Veyán y Francesc Roig Bataller, “representada con extraordinario éxito en el TEATRO CÓMICO el 14 de febrero de 1902”, según el libreto publicado en Madrid en dicho año. El personaje de Lohengrin es en realidad el de un monigote, un maniquí que se encuentra en una tienda de disfraces. No hay ninguna Elsa en la obra, ni aparece ningún cisne, el presupuesto no daba ni para la una ni para el otro, estanque incluido.]

Y acabemos con José Maristany, tenor, y su hermana María Maristany, hermana. En fecha bastante reciente, un diario murciano, que se autodenomina La Verdad [sic, sic, sic], publicaba un artículo titulado “José Maristany, la voz perdida con el 'Sirio'”. Corría el mes de agosto del año 2018 DC (“da capo”, en argot musical). La intención del título no es la de dar a entender que Maristany murió en aquel lamentable suceso, pero es lo que consigue. 

Los títulos, cuanto más vendan mejor. Así como Grouxo Marx pretendía vender uno de sus libros con un huevo frito en cada ejemplar, para animar a los compradores, los articulistas eligen sus titulares para que, al menos, los lectores lean una frase: el titular. La intención del escritor, deducida tras leer el artículo, es la de dar a entender que Maristany perdió la voz a consecuencia del naufragio. 

A ver, señor mío que dice La Verdad, uno puede perder joyas y ropaje en un naufragio, dineros y animales de compañía, algún que otro familiar o amigo, en casos dramáticos incluso algún brazo o una pierna… pero no se pierde la voz, ¡no seamos melodramáticos! 

Donde el articulista alcanza, sin duda, su más elevado hito como falsificador de verdades es en el siguiente párrafo, con el que termina el artículo, que copio-pego com Déu mana: “Pero si alguien quiere hoy escuchar la voz de José Maristany interpretar 'Ridi Pagliaccio', de Rigoletto [¡sic, sic, sic, sic y mil veces sic!], solo lo podrá hacer a sesenta metros de profundidad, en el bajo de las Hormigas, entre los restos del 'Sirio' y junto a una imagen de la virgen decorada con piedras preciosas”. 

¡Señor mío y Dios mío!, al César lo que es del César y a Pagliacci lo que no es de Rigoletto. Para demostrar que, efectivamente, se había quedado sin voz, Maristany cantó una Salve de Mercadante y participó en varios conciertos en Cartagena, a los pocos días del naufragio, en actos a beneficio de víctimas y familiares de las víctimas [post scriptum a petición del editor de este artículo: cierto, las víctimas mortales no era beneficiarias, ha sido un lapsus].

Dejemos La Verdad, que no nos aporta ninguna ídem, solo confusión y literatura barata. Sigamos, ¡música, maestro!

"Qué sabes del naufragio del Sirio?, consulta a la IA. © 2023 by CC."Qué sabes del naufragio del Sirio?, consulta a la IA. © 2023 by CC.

Le he preguntado a la Inteligencia Artificial sobre el naufragio del Sirio y, sin que realmente sea nada sorprendente, esta señora sabe tanto de aquel suceso como muchos de los no artificiales que publican sobre el tema.

[Inciso: el nombre de Inteligencia Artificial no nos debe hacer pensar que se trata de algo inteligente, ni siquiera de algo artificial. Es un nombre pomposo para designar un artificio (en eso sí que es artificial) informático que elabora una redacción sin faltas de ortografía y con una sintaxis aceptable (mejor que la de muchos no artificiosos), y que realiza un copia-pega de lo que encuentra en la telaraña global y lo hace creíble para los que piensan que “¡claro que es verdad, lo dice la Tele o lo he leído en Interné!”]

Efectivamente, la señora Inteligencia Artificial (en lo que resta IA, tanto en la primera parte contratante como en la segunda parte de la primera parte contratante) sabe perfectamente el día del dramático naufragio del Sirio: el 4 de agosto de 1906. También sabe que era un barco de pasajeros italiano, pero se equivoca de puerto de partida: no era Nápoles, que queda muy al Sur de Italia, sino Génova, que queda mucho más cerca de Barcelona y que era el punto de origen de todas las líneas que iban de Italia a América, pasando siempre por Barcelona (como es sabido, Madrid tiene playa, pero no tiene puerto de mar, así es que pasaban por Barcelona). La señora IA hace encallar el Sirio en la isla de la Maddalena, según ella situada cerca de Sicilia, lo cual es interesante, porque en realidad el archipiélago que contiene la Isola Maddalena está ubicado al norte de la gran isla de Cerdeña, exactamente en la línea recta que une Nápoles con Barcelona. ¡Bravo!

Situación geográfica de la Isola Maddalena (círculo rojo) justo al norte de la línea recta entre Nápoles y Barcelona. © 2023 by CC.Situación geográfica de la Isola Maddalena (círculo rojo) justo al norte de la línea recta entre Nápoles y Barcelona. © 2023 by CC.

El resto del texto de la IA no tiene ni pies ni cabeza, al igual que muchos blogs que versan sobre el naufragio. Llama la atención que la isla Maddalena, según IA, estuviera en una ubicación remota, lejos de los posibles rescatadores, pero se entiende que si uno busca esa isla en Sicilia tardará bastante en encontrarla, haya niebla o esté despejado como un día de verano en lo más alto del Karakórum.

[“¡Atención: naufragio en la isla Maddalena de Sicilia! ¡Acudan al rescate todos los barcos disponibles!” Y tras largas horas de búsqueda, un avispado capitán de quince años dice: “¿pero eso no está en Cerdeña?”]

Aclaro, que ya toca, que el Sirio naufragó al encallar en unos bajíos cercanos a las Islas Hormigas, dejemos las magdalenas por muy buenas que sean, situadas frente al Cabo de Palos, Cartagena, Murcia, España, y no en ninguna isla italiana, ya sea Sicilia o Cerdeña. Era su centésimo-trigésimo-quinto viaje a América del Sur, comandado por Giuseppe Piccone, al que algunas fuentes avejentan hasta los setenta y dos años y otras rejuvenecen hasta los sesenta y ocho. ¡Fuentes para qué os quiero! 

[Post scriptum a petición mía: Como aquella fuente que impunemente llamaba Cirio al buque (¿errata o exceso de religiosidad?).]

Voy terminando con la IA, que demuestra que su inteligencia no da para las sumas: hay aproximadamente 700 personas a bordo, se salvan aproximadamente 200 y mueren aproximadamente 400. Las otras 100 deben de estar perdidas entre los http y los https de la telaraña global. Pero vaya, grosso modo igual dan 200 que 300 supervivientes, sobre todo para los que se salvaron. Stop, no más IA, c’est fini.

Naufragio del vapor Sirio. © 1906 by La Domenica del Corriere.Naufragio del vapor Sirio. © 1906 by La Domenica del Corriere.

No es muy diferente de lo que dicen las personas de a pie, esas que recogen información libremente y de la misma manera la vuelcan en textos eruditos de contenido incierto e inconfirmable (cuanto más eruditos sean menos necesitan demostrar que no saben de qué hablan). Veamos: según algunas fuentes, iban a bordo 615 pasajeros y 127 tripulantes. Otras fuentes indican 675 pasajeros y otras dan la cifra total de personas a bordo (incluida la tripulación) de 892 almas, lo que arroja un resultado de 765 pasajeros, suponiendo que hubiera a bordo 127 tripulantes, algo en lo que coinciden casi todos los que escriben sobre el tema y que se deduce de la lista oficial de la compañía italiana. De los pasajeros que se encontraban a bordo cuando el naufragio, se dice que 75 subieron a bordo en Barcelona, entre ellos los mencionados Hermoso, Goberna-Gaberna, Millanes y Maristany-Maristany. La lista oficial del consignatario barcelonés, Canadell y Vilavechia, apunta 91 nombres, así como que el buque llegó con 615 pasajeros y 127 tripulantes de Génova. O sea, para el consignatario de Barcelona, el buque zarpó de puerto con 706 pasajeros y 127 tripulantes.

Mariano Hermoso viajaba en primera clase, Lola Millanes y los hermanos Maristany en segunda clase. ¿Y Robert Goberna? El maestro Gaberna no aparece en el listado del consignatario. Pero el día 9 de agosto de 1906, la publicación barcelonesa El Diluvio daba cuenta del retorno del músico a la Ciudad Condal: “ayer llegó a Barcelona uno de los supervivientes del naufragio del Sirio. Es éste el conocido maestro de música don Roberto Goberna, que se dirigía a Cádiz a bordo de aquel buque, en viaje de recreo. En Cartagena le facilitaron ropas y auxilios. El señor Goberna está muy agradecido de la solicitud con la que le han asistido en aquella población, donde, como en el lugar de la catástrofe, han rivalizado en la humana tarea de arrancar víctimas de las garras de la muerte”.

Héteme aquí por qué, en parte, es imposible saber cuántos viajaban en el Sirio: los que iban en viaje de recreo no constan en el listado del consignatario.

Algunas fuentes son muy generosas con los fallecidos, o al menos con su número, indicando entre 200 y 500 de ellos. Una cifra que aparece a menudo en el mundo de la telaraña global es la de 442 fallecidos. Seamos honestos: nadie los contó, porque ni se localizaron todos los cuerpos ni, lo que es fundamentalmente más importante, se sabía cuántas personas iban a bordo. Y no se sabe cuántas personas iban a bordo porque no se sabe cuántos pasajeros emigrantes ilegales fueron aceptados a bordo por la tripulación, a cambio de una cierta cantidad de dinero, sin que se informara de ello a la compañía, que no recibía ni un duro de esos pasajeros. Se trataba de una práctica habitual en la época, consistente en detener el barco en su ruta de cabotaje en puntos cercanos a la costa, no en puerto, para dejar subir a algunos ocupantes de alguna pequeña barca tras el pago de algunas pesetas, digamos 100, por cabeza, algo que llevaba al buque a trazar una ruta excesivamente próxima a la costa y que pudo propiciar que encallara en unos bajíos por los que nunca debería de haber pasado. Además, aparte de estos pasajeros no contabilizados, viajaban niños sin billete y sin contabilizar oficialmente, puesto que en la época ni pagaban ni se les contaba como pasaje. No se les llamaba niños ilegales, como a los emigrantes. La cifra real de personas a bordo podría llegar a cerca de mil, según algunas fuentes. En cualquier caso, desconfiad si una página de la telaraña global se empeña en dar una cifra exacta sin más explicación: o se la está inventando o tiene comunicación directa con el Todopoderoso.

¿Dentro o fuera? Es de Barrio Sésamo, sí, pero real como la existencia del Bajo de Fuera por fuera de la línea entre el Cabo de Palos y la Isla Hormiga, y en la línea recta que une los tres puntos: cabo, isla y bajo. Esto viene a cuento de que los que no han acudido a clase al Barrio Sésamo insisten una y otra vez en que “por alguna razón desconocida, el capitán del Sirio decidió pasar entre las Islas Hormigas y el Cabo de Palos”. 

A ver, para pasar entre los puntos A y B hay que cruzar la línea que une ambos puntos, y la línea que une el Cabo de Palos con la isla más externa de las Hormigas, la gran Isla Hormiga, no pasa por el Bajo de Fuera, que se llama “de Fuera” por algo, sino por el “Bajo de Dentro”, que debe su nombre a estar dentro de esa línea. De Dentro, De Fuera, más de 100 años repitiendo que Fuera es Dentro, que el capitán del Sirio, Piccone, cometió la torpeza de pasar por la zona más peligrosa de esa parte de la costa mediterránea, cuando el pobre hombre tuvo la mal fortuna, debida seguramente a su indocumentación acerca de la zona, de pasar por lo que él creía que ya era zona segura. De Dentro, De Fuera, 100 años culpando a un capitán que se equivocó en unos pocos metros en su trayectoria: más allá del Bajo de Fuera, ya no hay más peligro.

Voy acabando. Este ejercicio solo pretendía avisar al lector de que no se crea lo que yo escribo, como diría el genial Grouxo, y que lo verifique, si puede, o lo ponga en entredicho y en entrecomillados. En lo que respecta a la historia completa de la Lola Millanes y del naufragio del Sirio, me place anunciar que estoy dando por acabado el libro (mi libro, no el de otro), que pienso publicar y que me satisfará que lo lean al menos el editor y los descendientes de la Millanes y de sus hermanas. Es el destino de los libros de investigación sin huevo frito en el interior.

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