España - Valencia

Programa inteligente, bonito concierto. Mostra del Cinema Mediterrani y Slatkin

Francisco Leonarte
lunes, 6 de noviembre de 2023
Leonard Slatkin © by Nico Rodamel Leonard Slatkin © by Nico Rodamel
Valencia, viernes, 27 de octubre de 2023. Palau de la Música de Valencia. Korngold: Obertura de The Sea Hawk. Ligeti: Atmosphères. L. Bersntein: On the waterfront, symphonic suite. O. Respighi: Fonti di Roma; y Pini di Roma. Orquesta de Valencia. Dirección musical, Leonard Slatkin
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Ustedes me perdonarán, pero, a pesar del actual star system que impera también en la música clásica, a quien esto escribe le importan mucha más las obras interpretadas que las personas que las interpretan. No se trata de negar el valor del intérprete sino más bien de poner de relieve el que a veces parece olvidado valor de lo interpretado y de su compositor. Por eso cuando un programa es coherente y presenta obras un poco menos trilladas, se agradece.

Tal fue el caso del concierto que, con motivo de la trigésimo octava Mostra del Cinema Mediterrani de Valencia, propuso el Palau de la Musica de Valencia con la Orquesta de Valencia dirigida por Leonard Slatkin. Obras pues en torno al cine, atractivas tanto para el cinéfilo habitual como para el melómano habitual: el equilibrio es más difícil de lo que pudiera parecer.

Primera parte

Empezaba el asunto con la brillante Obertura que Korngold escribió para El halcón del mar, película de Michael Curtiz estrenada en 1940. Triunfo del manierismo a lo Richard Strauss, esta banda sonora en su día envolvió de prestigio musical y de emoción las hazañas de Errol Flynn en traje de época, y es testimonio del estilo de composición que reinó en el Hollywood de los años dorados. Slatkin le da todo el brío que le hace falta, y la Orquesta de Valencia visiblemente disfruta con esta música rutilante. ¿Faltó por momentos dulzura o poesía? Acaso no se hallen presentes en la partitura misma...

En un cambio total de rumbo, de esos que tanto se agradecen en un programa, pero sin dejar la coherencia, llegamos a música no compuesta para el cine sino utilizada después por el cine, la soberbia Atmosphères de Ligeti que Stanley Kubrick utilizó para 2001, una odisea en el espacio. Ejemplo de cómo el cine, en contadas ocasiones, ha sabido incorporar las vanguardias musicales a la industria. Y qué hermosura escuchar esas texturas, esas invenciones tímbricas, esas micro-variaciones que los instrumentistas se van pasando bajo las indicaciones atentas de Slatkin. Quien esto escribe iba acompañado de dos buenos amigos, melómanos aunque no necesariamente versados en música contemporánea, que sin embargo disfrutaron, asombrados ante la variedad de registros y de hallazgos que los nueve minutos de la obra podían contener.

Y para terminar la primera parte, la única música que Berstein compuso directamente para la industria cinematográfica, la banda sonora de On the waterfront, traducida en Hispanoamérica como Nido de ratas y en España como La ley del silencio, la famosa película de Elia Kazan protagonizada por Marlon Brando, ejemplo a su vez de cómo la industria de Hollywood, a través de jóvenes compositores prestigiosos, supo adoptar ciertas novedades del lenguaje musical del siglo XX (protagonismo de la percusión, influencia de Stravinsky y del jazz, …), traducidas con la conveniente acritud por Slatkin. La trompa solista tiene ocasión de lucirse -y si no es perfectísima es mucho más que eso, emocionante- al igual que saxofonista, flautas y percusionistas.

La obra en sí, centrada en pocos motivos que reciben diversos tratamientos, puede cansar un pelín, fuerza es reconocerlo. La música de banda sonora, al igual que la operística, está escrita para situaciones concretas, planos concretos, actores e imágenes concretas, y que funcione muy bien en el cine no significa que pueda funcionar sin él, a no ser que que la adaptación a la sala de conciertos en vez de ser exhaustiva sea astuta: y tal vez por eso, por no ser más concentrada, resulte esta suite un punto prolija...

Y de segunda parte, un atracón de postres 

Pocas músicas hay tan disfrutables como la trilogía de poemas sinfónicos que Respighi compuso en torno a Roma, dos de los cuales constituían la segunda parte del concierto,

Y de nuevo, siendo refrescantes estas obras (siempre lo son), tenían coherencia en el programa. No sólo porque Pinos de Roma fueron incorporados a Fantasia 2000, la película con la que Disney intentó redorar su prestigio como lo hizo la mítica Fantasia de 1940, sino sobre todo porque, escuchando a Respighi uno se da cuenta de cuánto, cuantísimo, le debe el mundo de la banda sonora a este compositor que -que servidor sepa- jamás compuso directamente para el cine.

Y ahí, en Fuentes de Roma y en Pinos de Roma, se lucieron el oboista (magnífico), la trompista, el timbalero (poderoso), violín y viola solistas, trompeta (qué bonito su solo en bambalinas), flautas, metales (ay, esos vientos valencianos, impagables), cuerda; ahí encontramos la poesía que no encontrabamos en la primera obra; ahí Slatkin embarcó a la orquesta entera, tanto para crear climas juguetones (Pinos de Villa Borghese) , misteriosos (Pino al lado de las catacumbas) o incluso -venga, arriesguémonos a usar el término- orgiásticos (Pinos de la via Appia), con una bonita espacialización de los vientos, situados a una y a otra parte de las gradas altas.

El público, que hasta entonces había aplaudido cortesmente todas las obras, prorrumpió esta vez en aplausos y bravos entusiastas. ¿Cómo no, después de ese chute de energía tremenda que son Los pinos de la via Appia?

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