España - Cantabria
Festival de SantanderDerroche de glamour ruso
José Amador Morales
El concierto inaugural de la septuagésimo tercera edición del Festival Internacional de Santander, la primera bajo la dirección de
tras su nombramiento el pasado mes de diciembre, ha contado con un programa clásico en su estructura pero globalmente un tanto desigual. Y es que si bien seguía el tradicional esquema de obertura sinfónica, obra con solista y obra sinfónica, no es menos cierto que lo hacía de forma muy heterodoxa.Ya el brillante Capricho español de Rimsky-Korsakov excedía en tiempo y forma la tradicional pieza inicial y lo hacía con extrema brillantez, poniendo de manifiesto por qué la Orquesta del Palau Les Arts de Valencia es sin duda una de las dos o tres mejores formaciones sinfónicas de nuestro país; y ello pese a cierto barullo en la coda final, causado probablemente por el exceso de entusiasmo de un James
no obstante entregado al máximo.A continuación hizo su aparición Aida en calidad de “solista” de la noche, precedida por una gran campaña publicitaria por parte del festival (su imagen presidía los carteles y pendones anunciantes del concierto que se habían colocado por toda Santander). La soprano rusa interpretó un conjunto de canciones y arias procedentes de óperas de Rimsky-Korsakov, Chaikovski y Rachmaninov que lo hacían bastante atractivo por lo poco convencional y por la evidente coherencia estilística del mismo.
La voz de Garifullina, dotada de importante proyección y atractiva punta tímbrica, aportó una buena dosis de elegancia y de una musicalidad no exenta de sensualidad a las piezas seleccionadas, a lo que habría que añadir el encanto de una presencia escénica espectacular. Fue en piezas como el aria "¿Por qué no conocí esto antes?" de Iolanta de Chaikovski donde seguramente asomó con más claridad cierto distanciamiento expresivo, debido a la ligereza de un instrumento indudablemente insuficiente para cincelar claroscuros dramáticos, como demostró palmariamente en el temerario bis del tango de Carlos Por una cabeza , como poco una octava por debajo del registro apropiado para su voz y, en consecuencia, inaudible en muchas de sus frases.
Entre tanto, James Gaffigan ya había dado muestras de su capacidad de acompañamiento sin renunciar a un aceptable protagonismo, caso de las brillantes páginas orquestales de la “Polonesa” del Eugen Onegin de Chaikovski o de las “Danzas persas” de la Jovánschina de Musorgski, intercaladas durante la actuación de la soprano.
A la vuelta del descanso, Gaffigan se sumergió en la lectura de una selección de ocho piezas de las tres suites orquestales que Sergei Prokofiev realizara sobre su ballet Romeo y Julieta. Desde la siempre imponente "Montescos y Capuletos", con su tremenda precisión e intensidad en la descripción musical de la tensión entre las familias rivales; a la delicadeza de "La joven Julieta" en donde la flauta y el clarinete transmitieron, con prestaciones de gran altura, la inocencia y la frescura de la protagonista femenina.
La transición a "Máscaras" fue soberbia, logrando retratar con ritmos punzantes y el diálogo entre las distintas secciones orquestales la vivacidad y energía contagiosa de la atmósfera festiva del baile de máscaras. Con acertados tintes dramáticos "La Muerte de Tybalt" alcanzó el clímax de esta segunda parte, como igualmente expresiva resultó “Romeo y Julieta antes de partir", donde percibimos la intensidad del dolor y la desesperación de los amantes en su despedida, destacando aquí los solos de cuerdas y el manejo delicado de los matices dinámicos.
En conjunto, la entusiasta dirección de Gaffigan logró una prestación de gran altura técnica y comunicativa por parte de una convenientemente motivada Orquesta del Palau Les Arts. Mucho de esto apreció el público asistente cuando sus insistentes aplausos consiguieron los regalos de unas brillantes versiones del “Vals” y “Medianoche” de la suite de Cenicienta también de Prokofiev.
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