España - Castilla y León
Sonoro chantaje
Samuel González Casado
La tradicional colaboración de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León con la SEMINCI (Semana Internacional de Cine de Valladolid) volvió a obtener un éxito rotundo con la proyección de la película Blackmail (Chantaje, o La muchacha de Londres), de Alfred
, y la interpretación de la banda sonora compuesta por y .Se trata de una cita ya tradicional que esta vez resultó especialmente emotiva por el homenaje, antes de la proyección, a
El reciclaje de Hitchcock: Alice y Marnie
Blackmail se caracteriza por desarrollar muchas ideas típicas del director, desde la composición de plano hasta esa visión algo turbia del desarrollo psicológico de los personajes, que tomaría, con una modernización de medios técnicos y conceptuales, para películas posteriores. Por ejemplo, de la puesta en escena es difícil no relacionar el descenso por una pared del villano, dentro del Museo Británico y al lado de una gran cara egipcia, con las peripecias en el monte Rushmore de North by Northwest (Con la muerte en los talones); o no considerar el tremendo plano de grúa que muestra consecutivamente cuatro pisos como antecedente de Rear Window (La ventana indiscreta).
Los planos detalle (aquí la mano del muerto) aparecerán asiduamente en la filmografía de Hitchcock, a veces en forma de inserto; lo mismo que los objetos recordatorio relacionados con el momento causa, que desestabilizan a los protagonistas cuando los asocian a determinadas situaciones posteriores (la mano antes mencionada, el cuchillo del asesinato y un grotesco cuadro de un arlequín).
El personaje de Alice, interpretado magistralmente por la austrohúngara Anny
En ambas se deja ver cierta moralina, ya que Alice sufre las consecuencias de ser casquivana (por culpa de un novio aburrido, eso sí) y tener que defenderse matando; en el caso de Marnie, la culpabilidad del personaje que interpreta Tippi Hedren le es menos atribuible, ya que las consecuencias provienen de la prostitución de su madre y de tener que cometer un asesinato, cuando era niña, para defenderla de un cliente.
Los hombres, además, provocan en las mujeres tanto los procesos (violadores) como su supuesta resolución (novios), pero en este último aspecto de forma diferente: Frank, en Blackmail, ayuda para ocultar; Mark, en Marnie, la ladrona, para mostrar. Existen, pues, evidentes paralelismos, pero también una evolución. Y eso que Marnie está un paso por detrás de Alice, ya que la segunda al menos sabe qué la atormenta. En Marnie, la ladrona, se averigua tras la catarsis, y la secuela bien podría haber sido un Blackmail puesto al día.
El desarrollo de Alice es muy rico, lo que provoca que la resolución sea ambigua: el asunto parece resolverse al endosarle el muerto a otro muerto, pero ella había decidido entregarse después de una gran lucha interior, y todo el mundo parece contento con el final —incluidos el jefe de un Yard que no es precisamente le dernier cri y el pragmático novio policía— menos ella, que se deja llevar en contra de su probidad.
Esa conclusión que salva las apariencias pero no la ley ni los valores morales de Alice, oscura, pero no negra, era la única posible para huir de la tragedia (de acuerdo con la protagonista) o la simple felicidad (de acuerdo con la trama, que se identifica en la segunda mitad de la película con la actitud encubridora y práctica de Frank), y Hitchcock la resuelve con singular pericia. De hecho, el final da mucha información: nos indica que Alice no arrostrará las dificultades y sinsabores de un juicio, pero también que vivirá con la traición a sí misma y que con Frank no tiene ningún futuro.
Esto último no solo se ha insinuado al principio, con el interés de la protagonista por un pintor que tratará de violarla y acabará fiambre, sino con el Macguffin de la aparición de un chantajista profesional que permite crear e iluminar situaciones, desarrollos y conclusiones sobre la pareja.
El reciclaje sonoro: homenaje al popurrí
El asunto psicológico anteriormente mencionado hace que los autores de la banda sonora hayan tenido el especial acierto de relacionar alguna de sus melodías con el tema de amor de la película Vértigo; no aparece textualmente ni se da esa lujuria sonora tristanesca de xix y principios del xx, como y , y especialmente a dos insignes George: y . Todo ello, que podría haberse convertido en una especie de popurrí, de alguna forma homenajea a los verdaderos popurrís de las bandas sonoras de la época, pero aquí da lugar a una composición bien armada, a veces inspirada, muy habilidosa en las transiciones entre ambientes y, sobre todo, efectiva a cuanto a su función.
La orquestación es tan apabullante que no me costó estar pendiente de la música, lo que quizá fue provocado por un excesivo protagonismo de la parte sonora; pero tengo la impresión de que la película no se vio perjudicada por ello, y que en la sala de conciertos se consiguió un equilibrio más satisfactorio que en otras ocasiones menos brillantes, dado que más que nunca se hizo justicia a lo especial de tener una orquesta en directo (digamos que no es una proyección cinematográfica al uso).
La OSCyL, además, estuvo correctisima y muy precisa, y Timothy Block transmitió un dominio absoluto de los tiempos y de una partitura que evidentemente conoce muy bien, lo que contribuyó al intenso disfrute de la velada.
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