¿Descendemos todos de una pareja original? ¿Por qué una
sola, y no muchas, capaces de procrear y evolucionar? ¡No!, dice la teología
abrahámica, tan dogmática y aguerrida ella en su propósito de hacernos a todos
hijos de Adán y Eva pero también de Caín, el primer gran asesino de la
historia. Y como esta teología, aparte de manchar a la primera mujer no nos
habla de hijas mujeres, el inevitable mito es que a Caín no le quedó más remedio
que copular con su mamá. Se trata de un mito digno de ser explorado
artísticamente por la vuelta de tuerca que da al incesto de Edipo, que penetró
sexualmente a su madre sin saber que lo era. Algo que bien sabía Caín cuando
penetró a la suya.
¡Qué gran mito judeo-cristiano, éste, tal vez él único
capaz de igualar al griego de Edipo, como materia para el teatro y la ópera! Al
teatro trató de llevarlo Otto…
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