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X Ciclo de Jazz de la Fundación Barrié en La Coruña (2) ¡Al fin juntos!

Julián Carrillo
viernes, 20 de mayo de 2005
A Coruña, viernes, 8 de abril de 2005. Palacio de la Ópera, Hard-Bop All Stars (Jimmy Cob, batería; Benny Golson, saxo tenor; Cedar Walton, piano; Buster Williams, contrabajo y Randy Brecker, trompeta)
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Casi tres siglos y medio de vida y el larguísimo historial de sus cinco carreras musicales dedicadas al jazz nos contemplaban desde el escenario del Palacio de la Ópera coruñés. Cinco fenómenos con una vastísima experiencia interpretativa que les ha llevado alguna vez a formar entre ellos algún que otro dúo o trío, pero que nunca habían tocado como quinteto hasta el momento. Ese día en La Coruña, tuvimos la ocasión de asistir a su primera actuación juntos y fue una auténtica gozada, como era de esperar.

Porque no hubo más que verles entrar en el escenario, con ese porte sereno que (a algunos) les da la edad, y con esa sensación de querer pasárselo bien que transmitían con sus miradas desde el momento en que se sentaron con sus instrumentos, para que esa transmisión llegara a un público que, a partir de ese instante comenzó a vibrar en un gozoso y continuo crescendo emocional, pero asimismo en una entrega tranquila al placer de la escucha. Les puedo asegurar que hacía tiempo que no salía de un concierto con tanta paz y tanto gozo. “Culpables” de ello, los componentes de un repóquer de ases:

Benny Golson (Filadelfia, 1929) estudió piano desde los nueve hasta los catorce años, momento en el que la impresión causada por la escucha de una actuación de Arnett Cobb con la orquesta de Lionel Hampton le lanzó al estudio de este instrumento en el Howard College de Washington. Desde su primer contrato en la banda de Bull Moose Jackson en 1951 hasta nuestros días, medio siglo de actuaciones en las mejores formaciones, arreglos y composiciones tanto para jazz como para cine o televisión, se dejan sentir encuanto comienza a hacer sonar su saxo.

Su paisano Randy Brecker (Filadelfia, 1945) comenzó sus estudios musicales como trompetista clásico, prosiguiendo su formación en la Universidad de Indiana, como alumno de Dave Backer, con quien estudió teoría del jazz. La big band de esta universidad, de la que formaba parte, ganó el primer premio del Festival Universitario de Notre Dame. Brecker dejó sus estudios durante una gira de la banda por Europa. En 1967, entró a formar parte del conjunto Blood, Sweet and Tears, de donde pasó al quinteto de Horace Silver o las bandas de Duke Pearson, Thad Jones o Franck Foster, con su hermano Michael, o con su mujer, Eliane Elias. El lirismo de Brecker es sólo comparable a la gran amplitud y fuerza de su gama dinámica y su inconfundible estilo en todos los registros interpretativos.

El batería Jimmy Cobb no le anda a la zaga en experiencia. Un autodidacto prácticamente puro que desde 1950 ha tocado y grabado con músicos como Miles Davis, Earl Bostic, Dinah Washington o Winton Kelly, J.J. Johnson Nat Aderlley o la mítica Sarah Vaughan entre otros. Su duro estilo bop, de raíces que se hunden en la tradición de músicos como Philly j. Jones y Max Roach le dota de una firmeza agresiva en sus acompañamientos.

Buster Williams comenzó a trabajar con 17 años: primero en el cuarteto de Jimmy Heat y, ya en 1960, con Gene Amons y Sonny Stitt. Colaboró con Sarah Vaughan formando parte de su conjunto en la primera gira por Europa de esta mítica cantante. Con posterioridad ha formado parte de algunos de los más prestigiosos grupos de jazz, formando el suyo, Something more Quintet  en 1990. Carmen McRae, Chick Corea, Nancy Wilson y otros muchos, han contado con su música en diversos momentos de su carrera.

El tejano Cedar Walton (Dallas, 1934) y un piano vienen a ser dos partes –alma y cuerpo- de un mismo ser. La casualidad quiso que mi asiento estuviera situado exactamente a espaldas del pianista con mis ojos a poca altura sobre el escenario del Palacio de la Ópera. Walton se sienta descentrado, un poco hacia la parte izquierda del teclado y no usa, o al menos yo no le vi usar en todo el concierto, los pedales de su instrumento. Esto, unido a un mecanismo de absoluta limpieza y ataques llenos de fuerza o delicadeza según momentos, hace que su discurso musical sea de una fluidez extraordinaria, pero lleno de un nervio asimismo excepcional. La base armónica y el ritmo más adecuados para lo que fue –no podía ser otra cosa- una gran sesión de jazz.

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