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Tannhauser, o la indecisión

Javier del Olivo
viernes, 24 de noviembre de 2006
Bilbao, sábado, 18 de noviembre de 2006. Palacio Euskalduna. Richard Wagner. Tannhäuser. Harry Kupfer, dirección de escena. Hans Schavernoch, escenografía. Reinhart Heinrich, figurines. Mannfred Voss, iluminación. Robert Gambill (Tannhäuser), Angela Denoke (Elisabeth/Venus), Ludovic Tezier (Wolfgang), Carsten Stabell (Landgraf von Türingen), Gustavo Peña (Walther von der Vogelweide), Alberto Arrabal (Bitelhof), Hans Ever Mogollón (Heinrich el escribiente), Fernando Latorre (Reimar von Zweter), Marta Ubieta (Joven pastor), Eider Torrijos, Alazne Landeta, María Jesús Mazpule, Conchita Sánchez (Cuatro nobles muchachos). Coro de Ópera de Bilbao, Boris Dujin, director del Coro. Orquesta Sinfónica de Szeged. Günther Neuhold, director musical. 55 Temporada de la ABAO. Ocupación 100%
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Tannhäuser, quinta obra de Richard Wagner, aborda uno de los temas más recurrentes en los libretos operísticos: la lucha entre el amor terrenal, pasional, incluso claramente carnal y el amor puro, idealizado. El trovador protagonista se debate durante toda la obra entre estos dos mundos que también luchan entre sí para conquistarlo. Y aunque al final digamos que el amor virtuoso triunfa y el héroe es redimido, siempre nos queda la duda de si realmente eso era lo que quería o ha sido simplemente el deber y la presión social la que le hacen arrepentirse de su devoción a Venus.

Para este drama Wagner crea una música que bascula entre lo espiritual y lo sensual, que aún cuenta con números más o menos cerrados pero que ya nos prepara al continuo que será la base de sus posteriores dramas musicales. Destaca sobre todo la música ideada para diferenciar a los dos roles femeninos (Venus y Elisabeth), encarnación de los dos tipos de amor en lucha por un mismo hombre, como tan amplia y claramente explica el profesor Laurence Dreyfus en su muy interesante artículo incluido en el programa general de la temporada de la ABAO.

 En este mismo planteamiento de lucha entre dos mundos se mueve Harry Kupfer en su puesta en escena para la Ópera de Hamburgo y que se puede ver en Bilbao dentro de la 55 temporada de la ya mencionada Asociación de Amigos de la Opera. Otra cosa es que consiga transmitir plenamente la idea wagneriana, digamos que se queda a medias.

Fotografía © by E. Moreno Esquivel

 El comienzo de la obra con el ballet que sigue a la bella y conocida obertura tuvo una presentación francamente caótica. Queriendo representar la gruta de Venus como paraíso sensual, como si de un Jardín de las Delicias bosquiano se tratara, lleno el escenario de figurantes y bailarines vestidos con atuendos que parecían sacados de un sex-shop y con una escenografía (firmada por Hans Schavernoch) basada en grandes figuras, algunas de ellas con toques surrealistas que hacían pensar en el derroche monetario sin sentido que se hace en algunas producciones. Utilizando dos grandes muros colocados en bisagra que le permitían pasar de la cueva sensual a los valles de Turingia, el planteamiento del resto de la obra fue más acertado, sobre todo en el segundo acto con el concurso de canto, pero adoleciendo de un movimiento de actores en algunos momentos erráticos (entrada de los peregrinos del tercer acto). Ni los figurines, pretendidamente intemporales, diseñados por Reinhard Heinrich, ni la iluminación de Manfred Voss, aportaron nada nuevo pero tampoco desentonaron (si exceptuamos lo ya comentado más arriba sobre el ballet inicial).

 En la parte vocal, que no en la musical en general, las cosas fueron francamente mejor. Destacar por encima de todos el magnífico coro de la Opera de Bilbao, dirigido por Boris Dujin, que, sobre todo en su sección masculina, no deja de sorprender y admirar. Fueron los grandes triunfadores de la noche, cosechando grandes y merecidos aplausos.

También muy aplaudida y vitoreada fue Angela Denoke, que aborda los dos principales papeles femeninos. Aunque de vez en cuando hay cantantes que se atreven con este doblete, no deja de admirar la versatilidad y capacidad de la voz de la cantante alemana. Sobre todo teniendo en cuenta que en ambos roles estuvo brillantísima como actriz, con una voz bella y sin problemas de tesitura en todos los registros, matizada y perfectamente proyectada.

Robert Gambill y Angela Denoke
Fotografía © by E. Moreno Esquivel

 Destacar entre los papeles masculinos el 'Wolfram' de Ludovic Tezier. Cantó la famosa canción de la estrella con una elegancia y sonoridad perfectas. Estuvo brillante en todas sus intervenciones, faltándole quizá un mayor arrojo interpretativo. El tenor Robert Gambill, que tiene 'Tannhäuser' como su rol más importante y reconocido, fue de menos a más, como cantante y como actor. Inseguro y dubitativo en el primer acto, con una voz pequeña para las dimensiones del Palacio Euskalduna, fue ganando firmeza según avanzaba la obra, llegando a un tercer acto mucho más seguro y convincente, demostrando más dotes, por lo menos esa noche, para las partes más dramáticas. El resto de papeles masculinos fue de calidad y cumplieron sobradamente, así como Marta Ubieta como 'joven pastor'.

El director Günther Neuholt comenzó francamente mal en la obertura. Falto de garra y con unos tempi demasiado rápidos, poco a poco fue encontrando su lugar, pero no pasando nunca de lo meramente artesanal. Lo peor de la noche fue la Orquesta Sinfónica de Szeged, sobre todo su sección de viento, que recordaba más a una banda que a una orquesta digna del foso bilbaíno. Aunque más salvable en su sección de cuerda, si no mejora en posteriores representaciones no estará a la altura que requiere la temporada de la ABAO.

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