Donizetti hace que el personaje resulte muy moderno, y Puértolas ahonda en ese punto reivindicativo, que tiene que ver con la rabia hacia la injusticia y hacia la indefensión.No escondió ni un gramo de voz en toda la representación, y la cabaletta final fue una auténtica brutalidad.
Gris final de temporada para la Ópera de Oviedo con un 'Lohengrin' que debería haber sido un acontecimiento, como suele ocurrir con Wagner, y no lo fue.En los niveles visual y vocal hubo demasiados altibajos como para poder disfrutar plenamente de esta maravillosa música, aunque la labor entregada de algunos cantantes y conjuntos hizo que se siguiera con interés.
La concepción de las arias de Celso Albelo fue irreprochable, con especial mención al Sueño, el momento más inspirado de la noche de todo el elenco.Su recordatorio tímbrico a Kraus no escondió las evidentes diferencias en cuanto a voluntad artística, mucho más rica y variada en Albelo.
Las posibilidades de Jaho no pasan por la inmediatez o potencia en el centro y el grave, que es algo que exige el papel.La soprano, sin embargo, pudo superarlo más o menos gracias a su experiencia y al sacrificio de la ortodoxia en la posición en ciertos momentos, lo cual implicó cierto peligro vocal.
La identificación con el opio del “elixir” que, según vaticina la bruja Ulrica, hará que Amelia olvide su “tormento”, es particularmente acertada.Esta alusión al opio abre una línea de interpretación de la obra verdiana y del texto de Antonio Somma centrada en la contraposición entre la realidad y el ensueño.
Cantantes de alto nivel, bien sostenidos por las dos orquestas y un director que siempre tuvo cosas interesantes que contar.Evidentes carencias escénicas, no tanto porque la orquesta ocupara el escenario y el velo de proyecciones restringiera aún más la posible utilización del espacio, sino porque los movimientos fueron en no pocas ocasiones desganados y hasta ridículos.
La crisis económica unida a las ingentes partidas del presupuesto cultural que devoran las orquestas regionales, ha sumido a muchas de las ciudades españolas que habían afianzado una temporada de conciertos con las mejores formaciones y músicos internacionales en un anticlímax reducido a lo que deparan nuestras orquestas de provincias, con la acusada pérdida de nivel musical que ello supone, tanto por sus escasamente imaginativas programaciones como por un rendimiento interpretativo que dista mucho de lo ofrecido por los otrora ilustres visitantes musicales.
Ópera de Oviedo.Wagner: Siegfried.Mikhail Vekua (Siegfried), Maribel Ortega (Brünnhilde), Johannes Chum (Mime), Béla Perecz (Viandante), Zoltan Nagy (Alberich), Andrea Mastroni (Fafner), Agnes Zwierko (Erda), Alicia Amo (Pájaro del bosque).
Como lo prometido es deuda, dos años después de las exitosas representaciones de Das Rheingold en la Ópera de Oviedo llega Die Walküre, que recupera y profundiza en ese sugerente universo de proyecciones geométricas del director de escena Michal Znaniecki.
Teatro Campoamor.Madama Butterfly, tragedia giapponese en tres actos con música de Giacomo Puccini y libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, inspirado en la obra “Madame Butterfly”, de David Belasco y en el relato homónimo de John Luther Long.