Discos
Dom Sébastien… ¡por fin!
Raúl González Arévalo
Gaetano Donizetti: Dom Sébastien, roi de Portugual, ópera en cinco actos (1843). Libreto de Eugène Scribe. Vesselina Kasarova (Zayda), Giuseppe Filianoti (Dom Sébastien), Alastair Miles (Dom Juan de Sylva), Simon Keenlyside (Abayaldos), Carmelo Corrado Caruso (Camoëns), Robert Gleadow (Dom Henrique), John Upperton (Dom Antonio/ Primer Inquisidor), Lee Hickenbottom (Segundo Inquisidor), Andre Slater (Ben-Sélim), Martyn Hill (Dom Luis), Nigel Cliffe (Soldado), John Bernays (Tercer Inquisidor). The Royal Opera Chorus. The Orchestra of the Royal Opera House. Mark Elder, director. Productor y Director Artístico, Patric Schmid. Chris Braclik, ingeniero de sonido. Grabado en directo en las funciones en concierto en The Royal Opera House, Covent Garden (Londres, Reino Unido) el 10 y el 13 de septiembre de 2005. 3 CD (DDD) de 194 minutos de duración. Opera Rara ORC33. Distribuidor en España: Diverdi
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¡Ya era hora! Ya era hora de que Dom Sébastien, la ópera que Donizetti consideraba su obra cumbre recibiera una grabación comercial de altura. Ignoro porqué la magnífica edición de Bolonia de 1998 no fue publicada en su día y sólo circula de manera privada entre los aficionados; al igual que la de Londres que escuchamos ahora y que fue reseñada en su día por Mundoclasico.com, ambas tienen como base la edición crítica de Mary Ann Smart publicada como parte de la Donizetti Critical Edition. En cualquier caso, bienvenida sea esta propuesta de Opera Rara de su autor más mimado, y ya van dieciséis en su catálogo, todo un récord. Ni que decir tiene que este registro supera de lejos las mutiladas grabaciones italianas en vivo de mediados del siglo XX y la irregular reconstrucción de Elio Boncompagni de la versión de Viena.Por primera vez el oyente tiene a su disposición la versión de París íntegra; respecto a la versión de Viena, donde Dom Sebastien obtuvo un triunfo rotundo, se respeta el emplazamiento original de los números, y sólo se incorpora un larghetto compuesto expresamente para el tercer acto en la capital austríaca (“Misérable!”), con gran acierto dada su calidad. ¿Pero de qué tipo de obra estamos hablando? De una parte, cabe recordar que Donizetti componía para la Ópera de París, la institución musical más importante e influyente de Europa, con normas específicas para la puesta en escena. El autor de Bérgamo, tras La favorite y Les Martyrs, por fin disponía del ansiado texto en cinco actos al que aspiraba, de la mano del libretista más famoso de Francia, Eugène Scribe, si bien tuvo que amoldarse a sus modos dictatoriales y cambios de última hora, algunos para bien; a la negativa a que se usaran los nuevos instrumentos de Adolphe Saxe con los que deseaba experimentar; a la inclusión de un ballet en el tercer acto, presente en la grabación; y a los caprichos de la prima donna, Rosine Stoltz, que ya había creado para él Leonor de Guzmán.
La compañía de canto era de primera: el mítico Gilbert-Louis Duprez, el imponente Nicolas-Prosper Levasseur aún en carrera, el magnífico Paul Barroilhet y la temperamental y expresiva Stoltz. Para todos ellos compuso melodías de bella factura, desde las famosas “Seul sur la terre” para el tenor y “O Lisbonne” para el barítono, hasta las arias menos conocidas de la mezzosoprano (tres) y sus dúos con el tenor, en especial el del segundo acto, el mejor Donizetti.
No en vano el compositor bergamasco estaba convencido de haber concluido su obra maestra, y no se puede negar que sea la más ambiciosa por escala; la calidad resulta especialmente sobresaliente en los momentos más sombríos, siempre números de conjunto perfectamente construidos, desde la “Marcha fúnebre” del primer acto al “Funeral” del tercero, que anticipa magistralmente la obertura: son verdaderos golpes de efecto teatrales, en todo el género de la grand-opéra resultan insuperables, dignas de figurar al lado del mejor Meyerbeer (¿cómo no pensar en la “Escena de la coronación” de Le prophète? Es evidente que Donizetti había tomado buena nota de sus magníficos Les huguenots, y no se puede descartar en absoluto una influencia recíproca); en última instancia constituyen también un magnífico antecedente del Auto-da-fé del Don Carlos de Verdi.
Para todo ello tienen a disposición el ejemplar ensayo de Jeremy Commons, como siempre, que analiza desde el contexto histórico y la veracidad del libreto hasta las características de los primeros intérpretes, el desarrollo de la composición de texto y música, el análisis de los principales números, las reseñas de prensa y las modificaciones sufridas por la partitura, a lo que se añade una breve historia de las representaciones hasta el presente de la mano de Tom Kaufman. La edición del libreto en francés incorpora en notas a pie de página las variaciones de la publicación posterior del propio Scribe, la traducción al inglés y resúmenes de la acción en esos dos idiomas, y en alemán e italiano. Una edición ejemplar, como todas las de Opera Rara.
Pero vamos a lo que vamos, la compañía: Mark Elder vuelve a demostrar que es un magnífico director de ópera italiana decimonónica; lo avalan los tiempos ajustados a cada situación dramática (resulta admirable el control de la tensión en los largos crescendi de conjunto en los actos tercero y cuarto), el magnífico acompañamiento de las voces, a las que sabe ayudar. Es evidente la reflexión que le ha inspirado la partitura.
La orquesta del Covent Garden responde en todo momento a sus requerimientos, poniendo de manifiesto los mil detalles de la música y las nuevas sonoridades y colores de los que se sirvió Donizetti para dar un aspecto más sombrío al drama. Más impresiona aún el trabajo superlativo del coro, musical, matizado, dueño del ritmo que la particular prosodia francesa imprime a la melodía, muy bien pronunciada.
Quedan los solistas. Beneficiados por la claridad de la toma de sonido (Cris Braclik vuelve a demostrar un estupendo trabajo fuera del estudio de grabación), en conjunto me resulta un pelín menos conseguida que la de Bolonia, sin menoscabo del buen trabajo y de la entrega evidentes. Vesselina Kasarova es una de las mezzosopranos con más carisma de la actualidad, conoce el estilo (ahí está su ‘Léonor’ de La Favorite) y tiene los medios a pesar de la peculiar técnica de emisión que hace sonar la voz engolada. Encuentro más conseguidos los números patéticos (sus arias) que los momentos de furor, en los que esperaba algo más de temperamento. Pero en una crítica menor, la intérprete responde a todas las exigencias del papel.
Lo contrario ocurre con Giuseppe Filianoti, dueño posiblemente de la voz más bella de su generación, pero con algunas lagunas técnicas: los agudos resultan tirantes en “Seul sur la terre” (quizás sean sólo nervios). De hecho, a partir del tercer acto se relaja, se crece considerablemente y ofrece una interpretación emocionante y apasionada.
Carmelo Corrado Caruso, que sustituyó a Renato Bruson, canta dignamente el papel de ‘Camoëns’, pero su voz no es especialmente atractiva y está afectada de un vibrato que puede resultar molesto, pese a lo cual “O Lisbonne” resulta buena. Mucho mejor Simon Keenlyside, uno de los mejores barítonos de su generación por la morbidez de la emisión y la magnífica articulación de la palabra: las explosiones de cólera de ‘Abayaldos’ y la arrogancia de sus arias son estupendas. Igualmente acertado como ‘Dom Juan’ Alastair Miles, me resulta incomprensible porqué no gusta a la crítica italiana. Su dicción francesa y su estilo son impecables, y hace muy bien en emparentar al inquisidor con su famoso homólogo verdiano. Estupendos también los comprimarios.
No me extrañaría que este Dom Sébastien se convirtiera en una de las grabaciones del año. Del Donizetti francés ya sólo falta un Les martyrs en condiciones para poder valorar convenientemente la experiencia parisina. ¿Podemos confiar, una vez más en Opera Rara? Mientras salimos de incógnitas habrá que esperar a la prometedora Imelda de’ Lambertazzi recientemente grabada con esa promesa llamada Nicole Cabell. Pero eso será ya el año que viene. Chapeau!.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Opera Rara
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