Discos
Un tropiezo en el camino
Raúl González Arévalo
Resulta inevitable que, cuando una empresa ofrece al mercado una gama de productos de altísima calidad, la expectativa ante el lanzamiento de uno nuevo sea siempre muy elevada. Más productos hay, y más difícil es mantener el nivel alcanzado. Está claro que no se debe bajar la guardia.
La donna del lago es posiblemente la peor grabación de Opera Rara en los últimos años. ¿Quiere esto decir que el producto es malo? En absoluto. Me explico: todos los amantes de la ópera, y más concretamente del repertorio belcantístico, conocen sobradamente las excelencias del sello inglés. El catálogo ya considerable muestra que esa excelencia -al margen de la brillante presentación- no dependía de ninguna manera del hecho de ser la única alternativa para conocer muchas óperas. Más aún en el caso de Rossini: salvo Ricciardo e Zoraide, todas las demás obras del pesarés tenían grabaciones previas, generalmente de calidad. Si la propuesta de Opera Rara era válida era porque igualaba (Zelmira; Bianca e Falliero) si no superaba claramente las grabaciones previas (Elisabetta, Regina d’Inghilterra; Otello; Adelaide di Borgogna).
El planteamiento de esta La donna del lago fue un tanto incierto. Tras las defecciones de Bruce Ford primero (¡lástima!) y Raúl Giménez después (sabiamente) para el papel de ‘Rodrigo’, y de Anna Caterina Antonacci (otra ocasión que lamentar) para ‘Elena’, los sustitutos encontrados no se han hallado a la altura del reto, que ha sido decentemente superado, pero lejos de la brillantez generalmente ofrecida.
Gregory Kunde (‘Rodrigo’) es un magnífico cantante, elegante, de voz ligera y agudos estratosféricos, aunque es evidente el desgaste de los medios a estas alturas. En todo caso, el paso del tiempo y la frecuentación de otros repertorios más pesados (Faust, Les Troyens, Benvenuto Cellini) no ha cambiado sustancialmente la naturaleza de su instrumento, al que falta el espesor vocal suficiente para afrontar un papel destinado a un ‘baritenor’, por mucha voluntad que le haya puesto (ya era un inadecuado ‘Rinaldo’ en la Armida de Pesaro en 1993). Salva el temible desafío dignamente, hay agilidad y hay agudos, el fraseo es cuidado sin llegar a ser heroico, pero falta robustez en el centro y el grave es vacío.
‘Baritenores’ en la actualidad no hay muchos, aunque algunos líricos como Ramón Vargas hayan afrontado bien ese repertorio (incluido ‘Rodrigo’). Todo lo contrario que ligeros. No hay que sacar a colación ningún fantasma para saber que hay otros tenores de esta cuerda en la actualidad que podrían cantar ‘Giacomo/Uberto’ mejor que Kenneth Tarver (Antonino Siragusa sin ir más lejos, que ya ha trabajado -y muy bien- con Opera Rara). El americano canta incluso notablemente su aria del segundo acto, pero la voz muestra un vibrato stretto un poco caprino, el agudo no está del todo controlado y pierde color, y carece de slancio (arrojo) en los momentos de mayor arrebato, como el dúo con la soprano en el primer acto o el famoso terceto del segundo.
Tampoco Carmen Giannattasio parece la mejor elección para ‘Elena’, con agudos un tanto aventurados y una coloratura no siempre precisa ni particularmente ligada, aunque sale airosa del empeño gracias también a la intención del fraseo. Menos feliz es el resultado ofrecido por Patricia Bardon (‘Malcolm’), de voz entubada, agudo trabajoso y una técnica para la coloratura un tanto desconcertante en sus resultados (¿por qué no llamar a Ewa Podles, magnífica y poco grabada rossiniana?). Correctos el ‘Douglas’ de Robert Gleadow -suficiente en su aria- y los secundarios.
A un nivel superior se sitúa la prueba del coro y, sobre todo, de la orquesta, que bajo la muy acertada dirección de Maurizio Benini ofrece una prestación contrastada, rica de colores en su búsqueda de la creación de distintas atmósferas a través del filtro romántico de la partitura rossiniana. La variedad de acentos y situaciones son perfectamente sugeridas en el Finale I o el gran terceto del segundo acto, sin ir más lejos.
La presentación es como siempre cuidadísima -pese al despiste que equivoca el título de algunos números y su correspondencia con las pistas al principio- y muy buena la toma de sonido (¿por qué se han eliminado los aplausos, si es una toma en vivo?). Así que, en conclusión, se trata de una grabación correcta, digna, con algún momento notable, pero lejos de la brillantez de otras disponibles en el mercado y, sobre todo, de las metas alcanzadas por los otros registros rossinianos de la casa.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Opera Rara
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