Discos

El más perfecto estilo de canto

Raúl González Arévalo
jueves, 3 de enero de 2008
Jaroussky: Carestini, The Story of a Castrato. Nicola Porpora, Siface: Tu che d’ardir m’accendi. Giovanni Maria Capelli, I fratelli riconosciuti: Ciel nemico. Georg Friedrich Händel, Arianna a Creta: Qui ti sfido; Ariodante: Scherza infida; Alcina: Sta nell’Ircana; Mi lusinga. Leonardo Leo: Farnace: Se mi dai morte. Johann Adolf Hasse, La clemenza di Tito: Se mai senti; Vo disperato a morte. Christoph Willibald von Gluck, Demofoonte: Sperai vicino il lido. Carl Heinrich Graun, Orfeo: Mio bel nume; In mirar la mia sventura. Philippe Jaroussky, contratenor. Le Concert d’Astrée. Emmanuelle Haïm, directora. Un disco compacto (DDD) de 72 minutos de duración, grabado en el IRCAM de París (Francia) del 13 al 19 de enero de 2006. Virgin Classics 5099951054427. Distribuidor en España: EMI Music Spain
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En el ámbito de las grabaciones de música barroca parece haber una norma no escrita: cuando te conviertes en una estrella absoluta en el medio, la presentación del trabajo discográfico viene bajo forma de librito, generalmente monográfico. Empezó Cecilia Bartoli y su Vivaldi Album en una fórmula que cosechó tal éxito que la hemos visto repetida, por ejemplo, con Vivica Genaux y sus Arias for Farinelli. En esta ocasión le toca al contratenor francés Philippe Jaroussky y su Carestini, la historia de un castrado que nos presenta Virgin.

El presente álbum es un trabajo excelente bajo cualquier punto de vista. Empezando por el formal: la calidad de la cuidada presentación satisfará incluso a los más exigentes por la profusión de material gráfico. Las letras figuran con traducción en inglés, francés y alemán, algo poco habitual en un recital -no en óperas completas de series poco económicas-, al igual que la extensión de los textos introductorios, de los que hay que alabar la calidad musicológica: Frédéric Délamea ha huido del sensacionalismo facilón y hace una reconstrucción seria y documentada de la vida de Giovanni Carestini, castrado del siglo XVII de extraordinaria trayectoria vital y musical. Introducción perfecta a una selección perfecta para unas piezas que incluyen siete primicias mundiales. ¿Alguien da más? Lo dudo.

Vayamos al objeto de este album: no me voy a explayar sobre la vida de il Cusanino, pero un repaso mínimo es obligado. Así pues, sepan que es uno de los elegidos del olimpo barroco junto a nombres igualmente (o más) famosos como Senesino, Caffarelli o Farinelli, con los que actuó en más de una ocasión. ¿Hay algo más ilustrativo que la frase con la que lo describió el compositor Hasse?: “quien no haya oído a Carestini desconoce el más perfecto estilo de canto”. Todas las arias grabadas le fueron destinadas, la lista de compositores que lo quisieron para trabajar con él no es sino el Gotha del Barroco: Porpora, Händel, Leo, Hasse, Graun y Gluck. Aunque suene tópico, me resulta difícil individualizar una sola de las piezas.

¿Y Jaroussky? En este disco muestra una evolución notable: un avance en sus capacidades estilísticas, tras mucho aprendizaje con Vivaldi y Scarlatti. Además, se diría que la voz se ha ensanchado -es difícil asegurarlo con una grabación en estudio, aunque parece que no hay mucha trampa ni cartón, ni siquiera se distinguen empalmes- y ha ganado en graves -esto sí es seguro-, sobre los que el propio cantante ha declarado que ha trabajado de un tiempo a esta parte, sin perder capacidad en el agudo ni con las agilidades. El único ‘pero’ (y es pequeñito ante semejante alarde) es el excesivo cambio de color en esa zona del pentagrama. La dicción es muy buena, como el canto ligado, las agilidades a regola d’arte, la diferenciación del carácter de las arias y de la personalidad de los compositores. Realmente hay sentimiento en ‘Scherza infida’ o ‘Vo disperato a morte’, por citar sólo dos ejemplos.

La compenetración con Emmanuele Haïm es evidente: el propio Jaroussky ha comentado la afinidad que les unía y ha alabado la creatividad de la directora en las variaciones de los da capo. La francesa vuelve a demostrar su afinidad con el repertorio, tiene las ideas muy claras (ahí están los tempi de ‘Scherza infida’) y sabe cómo sacarles partido: tiempos ajustados, sonoridades brillantes y con cuerpo (¿dónde está ese sonido seco que caracteriza las orquestas de instrumentos originales?), y transparencia sonora máxima, revalorizada por una magnífica y equilibrada toma de sonido (muy bueno el trabajo de Michel Pierre).

Como apunte para finalizar esta reseña, que se está alargando más de la cuenta -entusiasmo obliga- me uno al coro de voces que desde hace tiempo reclama propuestas originales -y de alta calidad, obviamente- con un mercado musical saturado y contando con un repertorio de inmensas posibilidades: Porpora aún espera ser rescatado de los libros de musicología (y bien que lo merece) donde parece haberse quedado pegado, como Leo, Graun o Hasse, autores de los que hay pocos exponentes fonográficos que hacen soñar con lo que esconden. Respecto al propio Jaroussky, que se lance con Farinelli: su tesitura de soprano le convendría más que otras más centrales; la versión de ‘Alto giove’ del Polifemo de Porpora, cantada ya cantada en directo y de circulación privada, hace augurar lo mejor.

En definitiva, un lanzamiento de los que no se producen todos los días. No se lo pierdan. De verdad.

Este disco ha sido enviado para su recensión por EMI Music Spain

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