Discos
Entre Molière y la opéra-comique
Raúl González Arévalo
Ambroise Thomas: La Cour de Célimène, opéra-comique en dos actos (1855). Libreto de Joseph Bernard Rosier. Laura Claycomb (la Condesa), Joan Rodgers (la Baronesa), Alastair Miles (el Comendador de Beaupré), Sébastien Droy (el Caballero de Mérac), Nicole Tibbels (Bretonne). Geoffrey Mitchell Choir. Philharmonia Orchestra. Andrew Litton, director. 2 CD (DDD) de 96 minutos de duración. Grabado en los estudios de Abbey Road (Londres, Reino Unido) en julio de 2007. Opera Rara ORC 37. Distribuidor en España: Diverdi
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Cualquiera que se acerque con un mínimo de curiosidad a la obra de Ambroise Thomas no puede sino sentir la injusticia de la lapidaria afirmación de Chabrier: “Hay dos tipos de música, buena y mala. Y luego está la de Ambroise Thomas”.En los últimos años el repertorio galo decimonónico se va afianzando, poquito a poco, entre la discografía oficial, en la que ocupa un lugar indudablemente modesto frente al italiano o el alemán del XIX. Y siempre ocupado por las obras maestras, y dominado en consecuencia por Gounod, Bizet y Massenet. Autores como Meyerbeer, considerado en su momento el compositor más influyente de Europa, paradigmático en la grand-opéra, sufren un ignominioso ostracismo. No digamos ya Thomas, cuya obra revive siempre por el interés de primeras figuras. Así, Marilyn Horne grabó en 1978 Mignon, su obra maestra en el género de la opéra-comique. Poco después era su compañera de batalla Joan Sutherland la que junto con Sherrill Milnes sacaba adelante Hamlet (1983), cuyo papel protagónico Mattia Battistini no dudaba en definir más complejo que Rigoletto. En los años 90 era Thomas Hampson quien paseaba el papel por los escenarios líricos, llegando incluso a grabarlo. El testigo lo cedió a la ‘Ophélie’ de nuestros días, Natalie Dessay, que ofreció otra versión de referencia junto con el camaleónico Simon Keenlyside. Pero el camino hasta llegar ahí había sido largo.
Es indudable que el inmenso éxito de una obra puede oscurecer toda una producción. Que se lo digan a Ponchielli, Leoncavallo o Mascagni. O a Bizet. No digamos si además ocurre que, como en el caso de Thomas, sus obras no tienen una presencia estable en el repertorio. Es por ello que la grabación de Opera Rara tiene un triple mérito: el de presentar una rareza, marca de la casa; pero además una rareza del género de la opéra-comique; y de un autor tan marginado como Thomas. Es cierto que nunca han descuidado el repertorio francés: las grabaciones de Offenbach y Meyerbeer lo atestiguan. Ahora arrojan un poquito de luz sobre un mundo del que la discografía apenas permite vislumbrar algunos destellos (el infatigable Richard Bonynge ofrecía hace no muchos años y de la misma época Le domino noir de Auber y Le Toréador de Adam, por ejemplo). Con una operación de partida poco comercial tiene más mérito aún que, en vez de grabar una selección para la colección ‘Essential Opera Rara’ como estaba previsto, finalmente hayan optado al final por el registro completo. Y si además se hace con las garantías habituales uno sólo puede quitarse el sombrero y decir Chapeau!
La Cour de Célimène es, sin duda alguna, un gran ejemplo del género en el que se inscribe. La ligereza y vivacidad de la música, siempre alegre y brillante, le dan un ritmo que no decae nunca. Los modelos de Boieldieu y Auber se dejan sentir, así como la experiencia italiana convenientemente asimilada. Hay quien podrá objetar que la música no es trascendental, incluso que hay un exceso de coloratura, como observó en su día el crítico de Le Figaro, pero se escucha con mucho agrado. El contexto de la composición, enmarcado en la trayectoria vital y artística de su autor y de la vida musical parisina, encuentra una buena exposición en el artículo introductorio de Richard Langham Smith.
Los retratos vocales son más sutiles de lo que pudiera parecer a primera vista. Así, toda la agilidad requerida para la protagonista, destinada nada menos que a la famosa Marie Miolan-Carvalho -primera intérprete de Faust y Mireille de Gounod- reflejan la personalidad aparentemente superficial y coqueta de ‘Célimène’, magníficamente encarnada por Laura Claycomb. La soprano inglesa, en un perfecto francés y con un absoluto dominio del estilo -le habrá sido preciosa la experiencia como ‘Ophélie’- ofrece un retrato redondo.
El reparto lo completan convenientemente Joan Rodgers, perfecto contrapunto como hermana de la protagonista, en lo vocal y lo interpretativo; Alastair Miles, que despliega su comicidad como el ‘Commandeur de Beaupré’, y Sébastien Droy retrata adecuadamente el ardor juvenil del ‘Chevalier de Mérac’. Una selección del Geoffrey Mitchell Choir se reparte los doce amantes de la condesa, contribuyendo a que los números de conjunto sean quizás más interesantes musicalmente que los momentos solistas. La Philharmonia Orchestra se presenta sola, y el virtuosismo y la calidad del sonido crean una atmósfera perfecta de la mano de Andrew Litton. En definitiva, una joyita.
Este disco ha sido enviado para su recensión por Opera Rara
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