Rusia
Un éxito discreto, muy honorable
Xoán M. Carreira


Elegía
© 2009 by Jesus Vallinas
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Creo necesario explicarme como me lo pidieron algunos españoles presentes, los cuales, felices con las ovaciones, no comprendían a su vez qué echaba en falta el público peterburgués. Mi impresión es que los asistentes recompensaban el trabajo de una excelente compañía que sabe ser entusiasta y generosa en el mismo sentido en que lo son las compañías rusas. Acostumbrados también a largos años de limitaciones presupuestarias, disculparon algunas deficiencias de la realización sonora, sobre todo, y de iluminación que irritarían a un espectador centroeuropeo. Y premiaron con sabiduría centenaria a los bailarines que -como Tamara López- se lo merecieron. No hubo caso de enjuiciar la calidad interpretativa de Ritmos op. 43 (1927-28) y Danzas fantásticas op. 22 (1919) de Joaquín Turina porque -al contrario de lo habitual en el Mariinski- se utilizó música pregrabada (no puedo indicar intérpretes y versión, puesto que el programa de mano -muy caritativamente- omitía estos datos).

El Café de Chinitas
© 2009 by Jesus Vallinas
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San Petersburgo es y ha sido -muy a pesar de Stalin- una ciudad que ama el jazz, como todas las ciudades con una gran tradición de cabaret y music-hall. Lamentablemente, la musicología rusa tiene una ingente tarea por delante y, por lo que he visto en mis visitas a librerías y bibliotecas, su interés por estos temas es aún secundario. Pero no lo es el interés del público, como pude comprobar durante mis dos semanas de noches blancas en San Petersburgo. Acostumbrados a telones espectaculares de los mejores artistas del mundo desde hace más de cien años, los telones de Dalí para El Café de Chinitas fueron recibidos con la cortesía que merecían, pero sin muestras de mayor entusiasmo. No es el caso del jazzman Chano Domínguez y su grupo, cuya simbiosis con la música de ocho de las Canciones populares de Federico García Lorca encandiló al auditorio del Mariinski, siempre afecto a las sutilidades, vengan de donde vengan. Y para dar razón al tópico del alma rusa y la sangre española, el éxito abrumador de Esperanza Fernández y de Esther Jurado, cuyo arte no precisó de explicaciones ni intermediarios para que se oyesen los únicos bravos de la noche y las mayores ovaciones por parte de un público que disfruta aplaudiendo pero no regala los aplausos.
Ignoro si la prensa española publicó alguna noticia sobre la presentación del Ballet Nacional en el Festival Noches Blancas. Dada la ocasión, parece oportuno valorarla, y creo que fue un éxito discreto, muy honorable: sin llegar a levantar el telón por tercera vez pero con un público que salió del Mariinski satisfecho y volvió a llenar el teatro en el segundo programa presentado por el Ballet Nacional de España.
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