“Digo yo: ¿Qué tiene que ver Turandot con un restaurante chino?”. “Pues que Turandot también es china” le contesté a un amigo ofuscado por la nueva producción de la fantasía chinesca de Puccini-Albano en la ENO londinense. Días después me aproximé entre curioso y aprehensivo al Imperial Palace, el restaurante de Turandot en Manhattan. Digo Manhattan porque la trastienda donde los cocineros Ping, Pang y Pong discuten sus desventuras y esperanzas mientras descansan de su faena es una de esas escaleras de incendio asociada con otra historia de amor y muerte, la de West Side Story. El nombre lo deduje de las luces de neón al revés detrás de la escalera. Pero vayamos al comedor, un lugar elegantísimo y espacioso, pintado en laca roja con chinoiserie dorada representado dragones y un gran gong. Dos lámparas art deco pendientes del cielo raso…
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