Discos

Milano Musica Festival

Paco Yáñez
lunes, 3 de enero de 2011
‘Milano Musica Festival’. Volumen 2: Iannis Xenakis: Phlegra, Anaktoria, Dhipli Zyia, Waarg; Edgar Varèse: Octandre; Fausto Romitelli: Mediterraneo I e II. Marieke Koster, mezzosoprano. Asko Ensemble. Stefan Asbury, director. Guglielmina De Toffol, técnico de sonido. Un CD DDD de 72:34 minutos de duración grabado en vivo en la Sala Verdi del Conservatorio “Giuseppe Verdi” de Milán (Italia), el día 6 de noviembre de 2005. Stradivarius STR 33871. Distribuidor en España: Diverdi.
0,000204 De los tres volúmenes que recientemente ha editado la discográfica italiana Stradivarius con tomas provenientes del ‘Milano Musica Festival’, y entre cuyas propuestas encontramos obras de Lachenmann, Kurtág, Webern o Gervasoni, me parece, desde un punto de vista interpretativo, el segundo volumen el más logrado e interesante, con diversas composiciones de Iannis Xenakis, Edgar Varèse y Fausto Romitelli ejecutadas por el Asko Ensemble holandés bajo la dirección de Stefan Asbury.

De Edgar Varèse (París, 1883 - Nueva York, 1965), una de las figuras más relevantes y quizá todavía más incomprendidas del siglo XX, escuchamos Octandre (1923), un trabajo riguroso, ascético y conciso en el cual timbres y ritmos, asociaciones de instrumentos, irrupciones sonoras, masas y fragmentos desprendidos de tensa musicalidad proliferan con un sentido de modernidad que, al tiempo, siempre parece remitir a un universo primigenio, atávico, primordial. De esta nueva epifanía sonora de Octandre se hace cargo un ensemble, el Asko, que ya había sentado cátedra en su integral para Decca (460 208-2) con Riccardo Chailly (uno de los mayores monumentos musicales registrados en las últimas décadas). Si la versión de Chailly apostaba por un refinamiento extremo, con una articulación del discurso en los vientos exquisita, la de Stefan Asbury se lanza a una mayor vehemencia y agresividad, a unas irrupciones más marcadas, a unos contrastes agudizados y a definir de forma más personalizada cada timbre instrumental y su presencia en el espacio. Cierto es que una toma sonora -en vivo- más presente refuerza este efecto, que sin duda no sería tal sin una dirección que enfatizara tanto la modernidad de esta partitura. Excepcional interpretación, sin duda, y complementaria a las de Riccardo Chailly y Pierre Boulez (Sony SMK 45884).

En la reseña del último disco de Aki Takahashi para el sello Mode, con obras con piano de Iannis Xenakis (Braïla, 1922 - París, 2001), rescataba una reflexión de Milan Kundera en la cual éste afirmaba que el greco-francés era uno de esos compositores sin ascendencia reconocible, una suerte de punto cero en la historia de la música. Tal opinión era compartida, de algún modo, por Brad Lubman, del cual, en la reseña de la semana pasada sobre el festival Musica Viva 2008, citábamos las siguientes palabras: "sus obras parecen verdaderamente proceder de otro planeta. Su lenguaje es una sonoridad particular, extraña y singular". Aun sin que ello reste pertinencia a tales afirmaciones, sí es cierto que existe un compositor cuya influencia gravitó sobre el aparato estético de Xenakis: Edgar Varèse. Xenakis y Varèse llegaron a colaborar de un modo muy estrecho en la preparación del vareseano Poème électronique (1957-58) para el Pabellón Philips de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, una ocasión en la cual, y como nos consta por las cartas que se enviaron, Xenakis recibió de Varèse ejemplares lecciones de integridad de un artista con respecto a su propia obra; una integridad que caracterizaría igualmente a Xenakis a lo largo de toda su vida.

A pesar del ya amplio catálogo discográfico de Iannis Xenakis, no podemos decir que en todos los casos las interpretaciones brillen a la altura necesaria. Al menos, en esta ocasión sí podemos hablar de unas ejecuciones muy notables, con un Asko Ensemble de depuradísima técnica y convicción plena. Stefan Asbury elude planteamientos apabullantes, un discurso de impactos y tsunamis instrumentales, para recalar en un Xenakis muy camerístico y poético, en un juego de timbres, planos y texturas que refresca la música del greco-francés y, si me apuran, la acerca un poco más al discurso estilístico de Edgar Varèse, a pesar de que las composiciones aquí recogidas abarcan ni más ni menos que cuatro décadas del catálogo de Xenakis. Una detalladísima Phlegra (1975), plena de sutilezas en los vientos; una convulsa, abigarrada y densa Anaktoria (1969), de sonoridades extrañas, plagadas de multifónicos y microtonalidad; una casi juvenil Dhipli Zyia (1951), que a más de uno sorprenderá con sus planteamientos folcloristas y un lenguaje cuasi-bartokiano en esta versión para violín y violonchelo; y una oscura, compacta y textural Waarg (1988), aquí empastada sin por ello desdibujar la personalidad instrumental, completan una selección digna de conocer en estas versiones de referencia en la mayoría de los casos.

Por último, del prematuramente malogrado Fausto Romitelli (Gorizia, 1963 - Milán, 2004), figura que entre ciertos sectores de la contemporaneidad se ha convertido en un compositor de culto, escuchamos Mediterraneo (1992-93), articulada en dos movimientos y con texto del poema La jeune Parque del francés Paul Valéry. Como es marca de la casa en Romitelli, nos encontramos con una obra que parece recibir numerosos ecos estilísticos, mas al tiempo hacer complejo el deconstruirlos, diseccionarlos o analizarlos de forma atomizada; tal es la amalgama sonora, la síntesis que logra en sus densas partituras, de las cuales estas Mediterraneo I e II son un buen ejemplo, con su virtuosismo ágil y su crepitante tensión nerviosa. Si algo del espectralismo siempre parece aflorar entre las texturas romitellianas, aquí podríamos casi palparlo entre los tensos y oscuros cromatismos, de una abigarrada saturación, que afloran y se entrelazan en el comienzo de Mediterraneo II; un fragmento que, en otra de las señas de identidad de Romitelli, desdibuja las fronteras entre el sonido acústico y electrónico, aunque éste se produzca con instrumentos convencionales. Y es que el italiano, al igual que sinergia de estilos, es también territorio fronterizo de posibilidades sonoras, un margen abismático en el mapa de la música contemporánea que muy posiblemente precise de más lapso de tiempo para su adecuada comprensión.

La interpretación de Mediterraneo recae en un ensemble holandés, continuando la amplia tradición romitelliana que desde años se atesora tanto en Ámsterdam como en Bruselas, por medio de ensembles como el propio Asko o el Ictus. Una cuasi-quirúrgica precisión técnica, una trama de planos y texturas muy visuales, así como una tensión constante entre la contención impresionista y el desgarro expresionista, son las señas de identidad de una versión magnífica, que cuenta con una vibrante Marieke Koster en la voz de mezzosoprano para dar vida al poema de Valéry.

Como ya he señalado con respecto a Octandre, las tomas sonoras son muy buenas, especialmente por su presencia e impacto, que confieren una gran personalidad a estas lecturas. Excelentes notas de Agostino Di Scipio, fotos e información de intérpretes, completan un lanzamiento a tener muy en cuenta para conocer a fondo estas partituras.
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