Discos

Tercera grabación en estudio de Il pirata en 40 años

Raúl González Arévalo
jueves, 21 de junio de 2012
Vincenzo Bellini: Il pirata, melodrama en dos actos (1827). Libreto de Felice Romani. José Bros (Gualtiero), Carmen Giannattasio (Imogene), Ludovic Tézier (Ernesto), Mark LeBrocq (Itulbo), Brindley Sherrat (Goffredo), Victoria Simmonds (Adela). Geoffrey Mitchell Choir. London Philarmonic Orchestra. David Parry, director. 3CD (DDD) de 160 minutos de duración. Grabado en el Henry Wood Hall de Londres en marzo/abril de 2010. Opera Rara ORC45. Distribuidor en España: Diverdi
0,0002412 Tras el debut con la experimental La straniera (ORC42), Opera Rara vuelve a la carga con el título que abrió las puertas de todos los teatros italianos a Vincenzo Bellini, con tan sólo otras dos obras a sus espaldas. Aunque a más de uno le pueda sorprender la elección, habiendo otros títulos del catanés que no han pisado un estudio de grabación y merecerían esa atención (como Zaira), lo cierto es que Il pirata, a pesar de su reconocida importancia, apenas tiene grabaciones. En estudio apenas se contaban la mítica con Montserrat Caballé (Emi 1970), y la de Lucia Aliberti (Berlin Classics 1994); ineludible además la cita en directo con Maria Callas (Emi 1959). En todos los casos el interés de la grabación reside fundamentalmente en la protagonista femenina.

Si traigo a colación esta circunstancia es porque la propuesta de Opera Rara invierte estos términos. Desde el estudio introductorio de Benjamin Walton -autor asimismo del de La Straniera- se hace hincapié en el papel masculino, destinado al mítico Rubini. Efectivamente, el protagonismo femenino en el siglo XX y la ausencia de intérpretes masculinos a su altura -¡ay, Kraus!– ha hecho que con frecuencia se olvide, al igual que ocurría en cierta medida con I puritani, que inicialmente se consideraba una ópera de tenor tanto o más que de soprano. Precisamente es la escritura del protagonista masculino la que lleva la mayor carga de innovación musical y lírico-dramática, partiendo además de la obra teatral que sirve de base al libreto, como queda demostrado en la extensa atención que se le presta en la introducción. En consonancia con esta visión, se ofrece la partitura íntegra como novedad absoluta, siguiendo la edición crítica de Ricordi que incluye la breve escena final “La tua sentenza udisti” (3’10’’) y que otorga el cierre de la ópera a Gualtiero tras la escena de Imogene.

Aunque no fuera intención de la discográfica británica, es precisamente el tenor el que sale mejor parado. Efectivamente, José Bros es el gran triunfador de la grabación. El catalán, que ya ha demostrado su habilidad para negociar las arduas tesituras concebidas para Rubini con anterioridad (ahí están las grabaciones de Arturo, Elvino o el Percy donizettiano) vuelve a poner de manifiesto su capacidad para hacer frente a la exigente escritura belliniana. Es cierto que ocasionalmente suena más esforzado de lo que recuerdo en su debut del papel en Ancona en 2006 y no se recrea tanto en el sobreagudo; el paso del tiempo también es perceptible en una mayor oscilación de las líneas cuando sostiene una nota, así como la sequedad del timbre es más acusada, pero también responde con mayor cuerpo vocal en el medium, allí donde los lírico-ligeros encuentran más dificultades -Rubini no es sólo agudos-. Mantiene, marca de la casa, un gran gusto y mucha elegancia en las frases, fundamental en Bellini, combinado con la dosis justa de arrojo que requiere el papel, como queda claro desde “Nel furor delle tempeste”. La coloratura sigue siendo fluida, oportunamente variada -ahí está “Ma non fia sempre odiata”-. Con una dicción ejemplar y un canto expresivo, sólo cabe concluir, en definitiva, que se trata de una estupenda prueba que justifica plenamente la confianza depositada por los ingleses, que ya llevan varios registros con Bros.

También repite con Opera Rara Ludovic Tézier tras el estupendo Antonio de Linda di Chamounix. Ernesto es el papel menos comprometido y desarrollado de los tres protagonistas, pero el francés se hace notar. Si el aria, de corte rossiniano, está muy bien resuelta, con un tono firme, tampoco no pierde golpe con la intención del acento y los colores más sombríos del dúo con Imogene y el trío que incluye a Gualtiero. Desde luego, se ha convertido en otro valor seguro con el que contar en bel canto, y sería deseable poder escucharle en partes más comprometidas y con mayores ocasiones de lucimiento.

Queda la protagonista femenina, Carmen Giannattasio, que tras haber protagonizado varios registros parece haberse erigido en la nueva diva titular de la casa, sucediendo a Majella Cullagh y Nelly Miricioiu. Después de haberme suscitado perplejidades como Elena (La donna del lago) y convencerme en Parisina y Ermione, volvió a dejarme sin saber muy bien qué pensar tras una primera audición de su Imogene. En el aspecto puramente técnico no se aprecian los sonidos entubados, a la búsqueda artificial de un color más oscuro de la voz. Sabe reforzar hábilmente el grave, más débil, sin abusar del registro de pecho como su ilustre mentora -Leyla Gencer- pero sin renunciar a él para obtener un efecto más dramático y que la voz resulte poderosa. Desafortunadamente, en el registro agudo, su mejor baza, en ocasiones empuja hasta producir sonidos sufridos y metálicos, y me pregunto dónde ha quedado el registro más homogéneo y la emisión más saneada que exhibía en otras grabaciones. Tal vez mi juicio resulte demasiado crítico, pero la tercera grabación en estudio de la obra en cuatro décadas se presta inevitablemente a un examen detenido.

En el plano interpretativo la italiana, probablemente consciente de sus limitaciones y virtudes, se decanta más por el aspecto dramático que por el elegíaco, con gran variedad de acentos y colores, centrándose en la angustia de Imogene. En este contexto, se ven beneficiadas la primera escena y sobre todo los dúos con Gualtiero y Ernesto, en el que transmite perfectamente la tensión del personaje y el resultado final es sobresaliente. En contraste, la escena final resulta en conjunto menos conseguida -no hacen falta incómodas e injustas comparaciones con ejemplos pasados, basta pensar en la otra compatriota que está encarnando a la protagonista- especialmente en el aria, algo mejor la cabaletta, aunque la coloratura, siempre buena, nunca resulta espectacular ni, en consecuencia, un punto fuerte. En este sentido, aunque sea a priori, cabe pensar que saldrá mejor parada de su confrontación con la Caterina Cornaro de Donizetti, el compositor que creo que le sienta mejor y cuya grabación Opera Rara tiene prevista para el próximo otoño, después del próximo lanzamiento, Aureliano in Palmira de Rossini.

Entre las partes secundarias destacan las frases siempre acertadas de Victoria Simmonds y, sobre todo, el Itulbo de Mark Le Brocq. El Geoffrey Mitchell Choir realiza, como siempre, un buen trabajo, aunque su participación no sea particularmente extensa ni exigente. Tampoco sorprende el excelente trabajo de la Filarmónica de Londres, cuya calidad es sobradamente conocida. La gran sorpresa de la grabación es la labor de David Parry. En ocasiones anteriores he reprochado una falta de mayor incisividad dramática en los tiempos escogidos, que me resultaban incluso metronómicos. En esta ocasión el británico se supera a sí mismo, con una dirección vibrante, con una fuerza teatral y un empuje dramático sostenido que hacen de este Pirata su mejor grabación con la casa.
 
Este disco ha sido enviado por Opera Rara
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