Discos

Regalo ligetiano

Paco Yáñez
lunes, 26 de mayo de 2014
György Ligeti: Musica ricercata; Zwei Etüden für Orgel; Volumina. Dominik Susteck: Sprachsignale. Dominik Susteck, órgano. Frank Kämpfer y Rolf W. Stoll, productores. Michael Morawietz, ingeniero de sonido. Un CD DDD de 77:51 minutos de duración grabado en la Kunst-Station Sankt Peter de Colonia (Alemania), del 6 al 9 de agosto de 2012. Wergo WER 6757 2
0,0003372 Continuamos una semana más abismados al teclado de la mano del sello Wergo. Si hace siete días conocíamos la reinvención que del medio pianístico se efectuaba en las partituras del compositor francés Mark Andre, en las soberbias lecturas de Tomoko Hemmi y Yukiko Sugawara (Wergo WER 6783 2), hoy es un genio renovador de todos los ámbitos musicales quien nos visita: el húngaro György Ligeti (Dicsöszentmárton, 1923 - Hamburgo, 2006). Y lo hace por medio de un compacto dedicado a su música para órgano en manos del compositor y organista alemán Dominik Susteck (Bochum, 1977), cuyo acercamiento a Ligeti es imaginativo y riguroso al tiempo, como veremos ya en la primera partitura recogida en este disco...

...se trata de una de las piezas ligetianas más difundidas (y hasta populares: cosas del poder mediático del séptimo arte, por obra y gracia de Stanley Kubrick), su Musica ricercata (1951-53). Escuchamos aquí sus 11 números en un arreglo, a cargo del propio Dominik Susteck, específicamente escrito para las posibilidades técnicas del órgano de la Kunst-Station Sankt Peter de Colonia, centro en el cual Susteck es compositor y organista en residencia desde 2007. Su arreglo es de una inteligencia abrumadora en cuanto a comprensión del creador húngaro: pleno de humor, sentido del ritmo y texturas cromáticas. Asentado en el estilo postbartokiano de la Musica ricercata, Susteck se permite ciertas licencias a partir de las notas estrictamente ligetianas, fundamentalmente para jugar con la expansión y reverberación de las masas sonoras, tratadas en su extinción de forma paródica, con disonancias en las que el uso de los registros crea texturas sorprendentes, tanto en saltos interválicos como en movimiento del sonido, procesos de aceleración-desaceleración, etc. En otros números, Susteck altera de tal forma los contrastes dinámicos, el ataque y los timbres, que prácticamente la música se hace irreconocible, como en el ‘Adagio’ en memoria de Béla Bartók, cuyo arranque en este arreglo parece emanado de un film de otro húngaro, Béla Tarr, de su genial Sátántangó (1994), con esa campana insistente y sombría, sobre un fondo de amenazante pedal grave. Así comprendido, pareciera, cual la escena del tapiado de la habitación en el film, que Ligeti se estuviese despidiendo en esta novena pieza de toda una época, de un estilo, de la explicitación en primer plano de lo húngaro, algo que se agudizaría en obras subsiguientes, como sus Métamorphoses nocturnes (1953-54).

Arreglo, por tanto, digno de disfrutar y (re)conocer, que se suma a otros realizados a partir de la Musica ricercata, como el escrito para acordeón, presente en el Ligeti Project de Teldec (8573-88262-2), en manos de Max Bonnay; o el arreglo para organillo que podemos escuchar en la György Ligeti Edition de Sony (SK 62310), en lectura de Pierre Charial. Me parece más logrado e interesante éste de Dominik Susteck, tanto por la fértil proliferación de sonoridades que alquitara, como por la calibrada combinación de respeto al texto e imaginación tímbrica. Más que un arreglo en estricto sentido, por momentos se trata de una recomposición, cuya interpretación refuerza sus virtudes, como lo hará Susteck en el resto de las páginas ligetianas para órgano: ésas en las que, ya asentado en Alemania, Ligeti trascendió su etapa bartokiana, adentrándose en terrenos radicalmente nuevos y personales en el desarrollo de la música.

Tal es la propuesta de Volumina (1961-62, rev. 1966), partitura que para el órgano supuso hallazgos análogos a los que en el terreno orquestal representaron las revolucionarias y geniales (sin paliativos) Apparitions (1958-59) y Atmosphères (1961), obras que pasarán a la historia entre lo más significativo y trascendente de la música del siglo XX. Como en estas páginas coetáneas, en Volumina se suspenden los desarrollos clásicos por melodía y armonía, pasando la música a ser tratada como una materia plasmática en base a masas, volúmenes, texturas y expansiones (de fuerte inspiración plástica) que en el órgano encuentran un medio idóneo, a pesar de que al organista le imponen unas exigencias desmedidas difícilmente abordables por cuestiones meramente fisiológicas en algunos de sus impresionantes clusters y modos de ataque (que han de ser realizados con palmeos, codos, antebrazos, etc.). Para Dominik Susteck ello no parece ser un problema, habida cuenta la monumental lectura que de Volumina realiza. De audición obligada son las interpretaciones de Gerd Zacher (Deutsche Grammophon 471 608-2) y Zsigmond Szathmáry (Sony SK 62307), propuestas a las que esta versión de Susteck aporta un grado de contraste mayor, especialmente en los registros y tesituras más extremas (escúchese el minuto 6:05, el brutal contraste entre los tubos agudos y el grave del órgano bajo el cual ruge el motor de su artefacto). La ejecución de Susteck es un minuto más lenta que la de Szathmáry (15:40 por 14:41), pero la sensación de estatismo es en esta edición de Wergo aún mayor. En la grabación de Sony el sonido del órgano de Olten es más clásico, más eclesiástico, mientras que el de la Kunst-Station Sankt Peter posee una sonoridad más abstracta, fría y moderna, menos ecoica, lo cual para esta página no viene en absoluto mal, además de que el control sobre los registros y la proyección del aire es mayor. Ello da lugar a masas sonoras más compactas, a clusters más limpios y definidos, a transiciones mejor moduladas y a unas texturas de gran refinamiento. Lectura, por tanto, referencial, impactante, de una rotunda modernidad.

En la misma década en que fue creada Volumina, Ligeti compuso sus Zwei Etüden für Orgel: Harmonies y Coulée (1967/1969). El primero de ellos se basa en acordes de diez notas variados entre sí de nota en nota, un dedo en cada cambio, con unas exigencias para el mecanismo del órgano inviables en el momento de la creación de este estudio. De hecho, tanto la grabación de Szathmáry como la de Zacher llevan a cabo alteraciones en sus respectivos instrumentos, ya sea retirando algunos de los tubos del registro más grave (Szathmáry), o modificando el motor (Zacher). En su flamante órgano de Colonia, Susteck dispone de una válvula que le permite realizar variaciones continuas, modificando la presión y los colores de estos acordes, lo que da como resultado una sonoridad más extática que en las restantes lecturas, si acaso más vívidas, mientras que aquí se cierra la ejecución en un legatissimo más compacto, en un bloque sonoro más denso y monolítico, en el que se percibe mejor la respiración del órgano, el efecto de microvariación deseado por Ligeti, de masa en nimia transformación. El recorrido es progresivamente ampliado, alcanzando un cuerpo impactante en los últimos minutos de la partitura, que Susteck concibe como un monumental crescendo. Curiosamente, la lectura del músico alemán acerca por momentos la sonoridad de Harmonies a algunos de los cromatismos más místicos e iridiscentes en el órgano de Messiaen, especialmente en las lecturas más controladas y modernas de sus partituras, como la de Olivier Latry en su soberbia integral para la Deutsche Grammophon (471 480-2).

Coulée, última obra para órgano compuesta por Ligeti, representa un mundo completamente distinto, con su estudio de las velocidades y las progresiones armónicas; un trabajo que guarda analogías con la contemporánea Continuum (1968), pieza que reinventó la escritura para clavecín. Si en Harmonies la lectura de Susteck era de un control y una lentitud impactantes (9:15 minutos por los 6:43 de Szathmáry), en Coulée apuesta por una velocidad mayor (3:36 por 4:03), además de sintetizar unas sonoridades de inspiración más electrónica donde en Szathmáry volvemos a percibir un órgano más identificable y convencional (soberbiamente matizado, eso sí, con una digitación y un pulso más definidos que Susteck).

El hecho de que resuenen ecos de la composición electrónica no es casual, si pensamos en que buena parte de la música instrumental de Ligeti en los años sesenta está notablemente influenciada por sus investigaciones en música electrónica tras su llegada a Colonia, al Elektronisches Studio des Westdeutschen Rundfunks, donde sintetizó frutos tan destacados como Glissandi (1957) o Artikulation (1958). Precisamente, Dominik Susteck toma Artikulation como punto de partida para sus improvisaciones para órgano Sprachsignale (2012), pieza en tres partes que completa este disco y en la que el lenguaje humano es tomado como vía de estudio de los fenómenos acústicos, con sus paradojas y fisicidad. Susteck crea e interpreta una obra de un virtuosismo extremo, en la que el órgano es explotado en toda su plenitud, desbordando colores, registros, timbres, contrastes y planos. Tal plétora posee una filiación ligetiana de ley, con un juego de masas que parte del Ligeti de la citada pieza electrónica para recorrer los planteamientos micropolifónicos y microtonales de los años sesenta y setenta, recalando en el Ligeti final, en el iconoclasta explorador de ritmos no europeos, con su sempiterno humor y antidogmatismo. Susteck es un perfecto heredero de todo ello, y no tengo duda de que el compositor húngaro aplaudiría satisfecho una pieza tan viva y atractiva como Sprachsignale, composición en la que volvemos a asomarnos al órgano como uno de los instrumentos en los que se está realizando un trabajo de improvisación más fértil en la actualidad (pensemos en el compositor y organista austriaco Wolfgang Mitterer, de cuyos ejercicios improvisatorios ya hemos dado cuenta en nuestro diario).

La grabación del compacto, realizada en la Kunst-Station Sankt Peter de Colonia, es ejemplar. El órgano adquiere una presencia impresionante y la definición de sus registros es nítida y muy bella, lo que hará movilizar por completo los recursos de nuestros altavoces, para los que este compacto es una verdadera prueba de fuego, con momentos de extrema tensión. El libreto incorpora un soberbio ensayo sobre la música para órgano de Liegti a cargo de Ingo Dorfmüller, además de una completa especificación de la disposición del órgano de la Kunst-Station Sankt Peter, especialmente interesante para conocer el apoyo electrónico que este órgano posee. Todo un regalo, así pues, el que Dominik Susteck nos ofrece desde y con Ligeti, genio mayor en la historia de la música, como cada uno de sus nuevos compactos no deja de evidenciar. 

Este disco ha sido enviado para su recensión por Wergo 
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