Discos
Un bajo como los de antes
Raúl González Arévalo
Joseph Rouleau sings French Opera Verdi, Gounod, Massenet, Meyerbeer, Bizet, Thomas. Arias de Verdi (Don Carlos: Elle ne m’aime pas; Les Vêpres siciliennes: O Palerme, o mon pays), Gounod (Faust: Vous qui faites l’endormie), Massenet (Hérodiade: Dors, o cité perverse... Astres étincellants; Le jongleur de Notre-Dame: La Vièrge entend fort bien), Meyerbeer (Les huguenots: Piff, paff), Thomas (Le caïd: Je comprends que la belle aime la militaire). Joseph Rouleau, bajo. The Ambrosian Singers. Orquesta de la Royal Opera House, Covent Garden. John Matheson, director. Bonus: Raphäel Arié, Excerpts from Boris Godunov & The Demon; Arias from Russian Opera. Arias de Mussorgsky (Boris Godunov), Rubinstein (The demon), Borodin (Príncipe Igor), Rimsky-Korsakov (Sadko), Glinka (Una vida por el zar). Orquesta de la Societé des Concerts du Conservatoire de Paris. Alberto Erede, director. Un CD (ADD) de 79 minutos de duración. Grabado en el Kingsway Hall de Londres (1973) y la Maison de la Mutualité de París (1953). Decca 480 8174. Distribución: Universal
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La colección Decca Most Wanted Recitals sigue sacando del olvido nombres que en su momento gozaron de gran predicamento. Joseph Rouleau ha pasado a la historia de la fonografía como Assur en la mítica grabación de Semiramide con Joan Sutherland y Marilyn Horne dirigidos por Richard Bonynge (Decca 1966). Ciertamente los inicios de su carrera internacional estuvieron muy relacionados con los de la soprano australiana, apareciendo con ella en otros títulos clásicos del bel canto (I puritani, La sonnambula, Lucia di Lammermoor) con los que compartieron la famosa gira por Australia en 1965-66, con el entonces desconocido Luciano Pavarotti. El bajo canadiense tenía un instrumento impresionante a juzgar por las grabaciones que ha dejado, compacto en su extensión, con un timbre oscuro y un fraseo amplio, vigoroso incluso en los pasajes declamatorios. Contrariamente a lo que suele ocurrir con los intérpretes anglosajones, el origen québecois le permite un dominio fácil del idioma galo y una expresividad a la altura de un Jose van Dam, por citar una referencia más moderna en el dominio de la palabra cantada.
Todas estas virtudes se ponen de manifiesto inmediatamente en las escenas verdianas, en particular el Felipe II de Don Carlos, de canto tan robusto como para mirar de frente a un Boris Christoff o un Nicolai Ghiaurov, aunque más variado en el acento que el primero, y más idiomático que el segundo. La autoridad que era capaz de conferir a sus personajes es evidente en el Marcel de Los Hugonotes, lástima no contar con un retrato completo. Son cualidades que destacan inmediatamente también en el Méphistophèles del Faust de Gounod, cargado de una gran ironía. Sorprende asimismo la versatilidad mostrada con Le jongleur de Notre-Dame, preciosa ópera hoy olvidada, en la que el recogimiento y la sobriedad impregnan el canto, en consonancia con el espíritu de la ópera. O la comicidad en Le caïd de Thomas.
A la batuta nada menos que John Matheson, que le eligió personalmente para la recuperación de la edición íntegra de Don Carlos con la BBC (ahora disponible en Opera Rara) en el mítico ciclo Verdi Originals. La calidad del recital justifica sobradamente la fama de la que gozó en la década de 1960 y 1970, y su publicación en CD es un justo homenaje, afortunadamente en vida.
El recital se completa con otro nombre más olvidado aún, el de Raphaël Arié, que comparece en algunas grabaciones en vivo como Maria Stuarda con Caballé (Myto 1971), y en estudio como la primera Bohème de la Tebaldi (Decca 1951) y la primera Lucia di Lammermoor de la Callas (Emi 1953). El impacto de su voz es menor que el de Rouleau (tal vez la grabación Mono en vez de Stereo juegue en su contra a pesar de la excelente calidad de la digitalización), pero llama inmediatamente la atención la musicalidad y la escuela de una línea de canto muy cuidada. No en vano estudió con el mítico barítono Christo Brambarov, con quien compartía nacionalidad búlgara, como otros ilustres discípulos que también estudiaron con él: Nicolai Ghiaurov y Nicolai Ghiuselev. Sin duda el repertorio escogido subraya esta impresión. Acostumbrados al parlato que impusieron Chaliapin y Christof en papeles rusos tan conocidos en Occidente como Boris Godunov, el hecho de que los cante más que declamarlos recuerda el impacto que supuso la grabación de Ghiaurov con Karajan (Decca 1970), pero con dos décadas de antelación. El mismo estilo, elegante y eficaz, se impone en los demás fragmentos. Grabado en 1953, en la década de mayor esplendor vocal y artístico, estos fragmentos suponen un complemento perfecto al primer recital, asimismo inédito.
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