Discos
Otra oportunidad para Giovanna d’Arco
Raúl González Arévalo
Giuseppe Verdi: Giovanna d’Arco, drama lírico en un prólogo y tres actos (1845). Libreto de Temistocle Solera. Francesco Meli (Carlo VII), Plácido Domingo (Giacomo), Anna Netrebko (Giovanna), Johannes Dunz (Delil), Roberto Tagliavini (Talbot). Philarmonia Chor Wien. Müncher Rundfunkorchester. Paolo Carignani, director. 2 DC (DDD) de 108 minutos de duración, grabados en el Festival de Salzburgo de 2013. Deutsche Grammophon 479 2712. Distribución: Universal
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Giovanna d’Arco es la séptima ópera de Giuseppe Verdi. Producida durante sus “años de galera”, hoy es poco representada y suscita poco interés. Buena prueba es que la única grabación oficial hasta la presente era la referencial insuperada con Montserrat Caballé, Plácido Domingo y Sherrill Milnes a las órdenes de James Levine (Emi 1972). Con todo, el papel de la protagonista ha llamado la atención de insignes verdianas como Renata Tebaldi (acompañada nada menos que del recientemente desaparecido Carlo Bergonzi y Rolando Panerai en el cincuentenario del fallecimiento de Verdi, Opera d’oro/ Cantus / Istituto Discografico Italiano 1951) o Katia Ricciarelli. No extraña pues que, aprovechando el bicentenario del nacimiento del compositor, Salzburgo la ofreciera con el gran reclamo de Anna Netrebko, en pleno viraje a un repertorio plenamente lírico en previsión de partes más spinto, donde Verdi precisamente ocupa un lugar destacado con papeles emblemáticos como los de Lady Macbeth o Leonora del Trovatore (del que sale ahora un DVD en DG, también con Domingo). A diferencia de otros títulos juveniles, Giovanna d’Arco no marca ninguna etapa fundamental en la evolución del genio italiano, ni destaca particularmente por la fuerza del argumento, el retrato acabado de sus protagonistas o momentos musicales memorables. Apenas la cavatina de la soprano “Sempre all’alba e alla sera” comparece de vez en cuando en recitales.
Respecto a la grabación de Emi la nueva propuesta de DG es muy interesante, pero no la supera. En primer lugar por la dirección de James Levine, que en su debut discográfico ofrecía una lectura vibrante que alternaba el vigor de los pasajes más patrióticos, en escenarios públicos, con el lirismo de los más elegíacos. A su lado Paolo Carignani es menos fogoso, como revelan momentos efectistas como el coro de demonios o las escenas militares. En consecuencia, la visión es más desequilibrada, ganando en las secciones más reposadas, como la escena de la prisión o la muerte de la protagonista, donde sí vuela a la altura de la partitura.
En el centro de la operación de rescate se sitúa Anna Netrebko. Sin duda el primer Verdi, que abunda en los pasajes de coloratura di forza y requiere sopranos líricas de instrumentos plenos y agudos seguros, le favorece en un momento en el que su voz ha ensanchado y el timbre se ha oscurecido. Ha perdido cierta facilidad en las agilidades, que nunca fueron la marca de la casa a pesar de la frecuentación del bel canto (I puritani o Lucia di Lammermoor, aun con momentos buenos, son más discretas que las estupendas grabaciones de I Capuleti ed i Montecchi o Anna Bolena), pero supera con holgura los pasajes vocalizados. La plenitud del instrumento y la solidez técnica a prueba de bombas brillan en los momentos de recogimiento como la plegaria “A te fidente apro il cor” tanto como en los más expuestos, dominando sin dificultad los conjuntos. Esa capacidad y el vigor del acento bien podrían prefigurar una Odabella (Attila) o Giselda (I lombardi), a la espera de que ruede más y grabe Lady Macbeth. Triunfa con un canto menos puro que Caballé, pero con una interpretación más variada y partícipe que la de la catalana.
Está claro que el otro reclamo de la grabación es Plácido Domingo, que cuatro décadas después de grabar Carlo VII se pasa a Giacomo, interesado como sigue en explorar el universo paterno de Verdi. Dejando de lado la inútil polémica sobre su adecuación como barítono, lo cierto es que el cantante español ofrece un timbre aterciopelado como siempre, suficientemente oscuro en toda la gama como para no resultar como un tenor sin agudos metido a barítono. En el pasado barítonos claros como Fisher-Dieskau o Hampson han triunfado en Verdi en virtud de otras cualidades, como precisamente la capacidad en el fraseo y el acento, en los que Domingo es maestro como siempre. Para muestra el aria del segundo acto, “Ecco il luogo e il momento”. No tiene nada que temer de la comparación con el magnífico Milnes en plenitud de facultades.
Por su parte, Francesco Meli, tras frecuentar mucho bel canto, se está labrando una reputación nueva en el Verdi más lírico. Posee un medium menos corposo que el del joven Domingo, y menos ímpetu en la recreación, pero a cambio se centra en subrayar la mayor debilidad del monarca inseguro. Ha reforzado el agudo respecto al pasado y el intérprete es partícipe, con un fraseo elegante, de modo que no desmerece al lado de semejantes monstruos de la lírica.
En definitiva, una versión interesante, una alternativa válida, aunque no logre superar en conjunto la referencia mítica.
Este disco ha sido enviado para su reseña por Universal
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