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Reportajes

Gustav Mahler y la muerte de Putzi

Susana Desimone
lunes, 21 de enero de 2002
0,0001629 Algunos autores señalaron como hipótesis que la muerte de su hija María, cuyo sobrenombre era Putzi, habría inspirado la musicalización que Mahler hizo de los Kindertotenlieder (Canciones para los niños muertos) escritos por Friedrich Rückert.El poeta había perdido a dos de sus hijos: Luise de tres años de edad y Ernst de cinco, durante una epidemia de difteria que ocurrió entre 1833 y 1834.Mahler sentía una verdadera fascinación por estos poemas pero ellos no están asociados en tiempo con la composición de los lieder, dado que los tres primeros ya los había escrito antes de su matrimonio con Alma Schindler y los últimos los terminó durante el verano de 1904, mucho antes de la muerte de Putzi.De hecho, la misma Alma recuerda en sus Memorias: "Luego de la muerte de nuestra primera hija en 1907, Mahler no pudo dominarse lo suficiente para trabajar en los Kindertoten Lieder o dirigirlos... En vida de las niñas, me costaba tolerar su interés en esos lieder. Las dos criaturas gritaban de alegría en el jardín y a mí me embargaba una sensación de horror cuando comprobaba que él era capaz de cantar su muerte".En realidad en esos momentos, cuando Putzi aún vivía, eran otros los acontecimientos que exacerbaban la sensibilidad de Mahler ante el tema del hijo muerto.En primer término la muerte de su hermano Ernst, un año menor que Mahler que por entonces sólo tenía diez y nueve años, lo sumió en un profundo dolor que lo llevaría a decir, tiempo más tarde, que 'nunca había sufrido una pérdida más cruel'.Gustav, nacido el 7 de julio de 1860 en una pequeña ciudad de Bohemia (la que más tarde fue integrante de Checoeslovaquia y ahora de la República Checa) fue el segundo hijo de un matrimonio judío formado por una mujer a la que el músico amó devotamente durante toda su vida y por un hombre de quien el mismo Mahler dijo alguna vez que era la 'obstinación misma' y que ejerció sin duda una verdadera tiranía en el ámbito familiar.Los padres de Mahler tuvieron entre 1858 y 1881 catorce hijos (tres mujeres y once varones) de los cuales la mayor parte murieron en la infancia.De tal manera que la juventud del compositor transcurrió en medio de una sucesión de duelos que parecían inacabables.Cuesta imaginar su angustia cuando, nacido un año después de la muerte del primogénito Isidore, debe asistir a lo largo de los primeros veinte años de su vida a la muerte de seis hermanos y al suicidio de otro de ellos, Otto, a los veintidós años.Sin embargo fue la desaparición de Ernst, el más próximo a Gustav en edad, la que mayor sufrimiento le produjo y, según los estudiosos de su música, la que impregnó gran parte de la temática de sus obras musicales.Además, su condición de judío, le hizo pronunciar una recordada frase: "Soy tres veces apátrida: en Austria soy de origen bohemio, soy austríaco para los alemanes y judío para todo el mundo, un intruso en todas partes y bienvenido en ninguna".E inspirado por el tema de la identificación con el destino trágico del pueblo judío, oscila entre la omnipotencia creadora del compositor y la condición del pobre niño judío que no aspira más que a encontrar reposo y consuelo en la Madre Tierra.El mismo reconoce esa situación pendular cuando expresa: "El más alto éxtasis, la fuerza más gozosa de la vida y el deseo más ardiente de muerte, estos dos temas reinan alternativamente en mi corazón; y a menudo se alternan de un momento a otro". (citado por D. Mitchell, Mahler, the Early Years, Londres, Rakliff, 1958).Pero durante el período 1893-1897, durante el cual se desempeñó como director de la orquesta de Hamburgo, su aspiración consistía en llegar a ser director de la Opera de Viena y allí se encontró con la hostilidad y la virulenta oposición de los antisemitas de la ciudad, entre los cuales una de las más irreductibles era Cosima Wagner. Fue entonces cuando decidió convertirse al cristianismo, siendo bautizado en 1897.Cabe recordar aquí que Mahler no fue el único joven artista judío tentado por el cristianismo. Lo mismo ocurrió con Schönberg, quien luego se convirtió al protestantismo, aunque en 1933, asistiendo al avance inexorable del nazismo, volvió a la religión judía, encontrándose ya en París.De todos modos, aunque el bautismo de Mahler haya sido una conversión por conveniencia, dadas las circunstancias, lo cierto es que su aprendizaje de la doctrina católica reavivó sus inquietudes filosóficas y espirituales y con frecuencia acosó a su instructor-catequista con preguntas embarazosas y una reticencia siempre alerta frente a los dogmas de la fe.En octubre de 1900 aparece Alma Schindler en la vida del compositor, hermosa, culta, inteligente y a cuyo alrededor abundan grandes maestros en distintas artes, enamorados de ella: su preceptor, Max Burckhard, el pintor Klimt y el compositor Zemlinski.A pesar de las exigencias de Mahler que le reclama amor, amistad, camaradería, que desempeñe también un rol fraternal y que renuncie a la carrera que deseaba como cantante y compositora diciéndole: "De aquí en más no tienes sino una profesión, Alma: hacerme felíz", Alma le acepta y la boda se celebra el 9 de marzo de 1902.El 3 de noviembre de ese mismo año, nace una niña: María, a la que todos llamarán con el sobrenombre de Putzi.Durante un viaje de descanso al campo, en Maiernigg, a comienzos del verano de 1907, Putzi enferma de escarlatina y difteria.Mahler amaba tanto a esta niña que, según lo recuerda Alma en su diario, "se refugiaba cada vez más en su habitación, despidiéndose interiormente de su hija".Y más adelante recuerda: "...cuando fue necesario practicarle una traqueotomía, Mahler corría de aquí para allá, llorando y sollozando delante de su habitación...y luego huyó para no escuchar nada más. Ya no podía soportarlo..."La muerte de Putzi marcó el comienzo de la irreversible decadencia física de Gustav y de los conflictos cada vez más serios con su esposa.Su dolor por la muerte de su hija fue de tal intensidad que, inevitablemente, le llevó a revivir el recuerdo de aquellas otras muertes, las de sus hermanos, que tanto lo habían atormentado en su primera juventud.Bruno Walter escribió por entonces una carta a sus padres en las que les dice, refiriéndose a Mahler: "...sin duda se enteraron de su espantosa desgracia: a comienzos del verano perdió a la mayor de sus dos hijas a causa de la escarlatina. Una niña magnífica, altamente dotada, llena de salud y de una rara fuerza. Está completamente destruído. Exteriormente, nadie advierte nada, pero cualquiera que lo conozca bien se da cuenta de que está totalmente quebrado. Tengo la impresión de que ella (Alma) lo soporta mejor con sus lágrimas y su filosofía. ¡Por otra parte, no sé en absoluto cómo puede tolerarse una cosa semejante!".Gustav se lanza de lleno al trabajo y encara La canción de la tierra, escrita entre la Octava Sinfonía de 1907 y la Novena Sinfonía de 1909.En una carta escrita a su futura esposa, Alban Berg cree encontrar en la 9ª sinfonía de Mahler "la expresión de un amor excepcional por esta tierra, un deseo de vivir en paz, de disfrutar plenamente de la naturaleza, antes de emprender el sendero ineludible de la muerte. Todo el primer movimiento, dice Berg, está impregnado de estos signos premonitorios. Ella, la muerte, está omnipresente". (Documento citado por Pola Suárez Urtubey, mayo de 2000).La misma musicóloga ha dicho igualmente que el Adagio de esta monumental sinfonía está vinculado con la sexta y última parte de La canción de la tierra (Der Abschied: la despedida) y que también este Adagio significa la partida sin retorno, a través de un infinito ascenso. Tal vez así se explique la obsesión con que la música sube hacia los registros más agudos de los instrumentos, como una pregunta que ansía la respuesta ignota".Mahler se debate por entonces entre su desconsuelo, la debilidad de su corazón y la infinita angustia de no hallar esa respuesta.Su temor a ser abandonado por Alma y sus continuos malestares físicos le llevan a aceptar la sugerencia de su amigo y discípulo Bruno Walter de consultar a un psicoanalista vienés. Sin embargo, Mahler se resistía a concretar la entrevista y canceló en varias oportunidades las citas convenidas.Recién en agosto de 1910 se produjo el histórico encuentro de Freud (el psicoanalista en cuestión que se hallaba entonces pasando una vacaciones en Leyden, Holanda) con Mahler.La singular 'terapia' tuvo lugar en dicha ciudad y consistió en una única conversación de cuatro horas mientras ambos caminaban por las calles.Mucho se ha escrito sobre la interacción que tuvo para estas dos geniales figuras esta walking talking-cure, después de la cual Freud declaró que nunca había encontrado a nadie que lo comprendiera tan rápidamente.Años más tarde, también Freud perdería a su hija Sophie, el 25 de enero de 1920 y escribió entonces: "...es difícil superar esta monstruosidad: que los hijos puedan morir antes que los padres".Pero a Mahler la conversación con Freud le resultó como una medicina de efecto momentáneo, que le permitió concluir su actuación en Munich y embarcarse para una extenuante temporada en Estados Unidos. Alma, mientras tanto, continuaba un apasionado y clandestino romance con el arquitecto Walter Gropius.Mahler trabajó incansablemente y llegó a dirigir su último concierto en Nueva York con fiebre muy alta, a causa de una angina que se agravaría poco después. De regreso a Europa, murió en Viena el 18 de mayo de 1911.En su testamento prohibió a Alma que llevara luto y que hiciera nada "para complacer al mundo".Durante las exequias no hubo música ni discursos y de acuerdo con su voluntad fue enterrado en el pequeño cementerio de Grinzing, junto a la que fuera su adorada hija Putzi.Mahler logró traspasar los límites que parecían definitivos para la composición sinfónica luego de la Novena Sinfonía de Beethoven pero, además, sus cualidades como orquestador, la fusión que logró en sus creaciones de la poesía y de los contenidos psicológicos y religiosos de la música que compuso para las voces humanas lo señalan como el gran artista cuyos últimos trabajos prefiguran el atonalismo todavía incipiente que no tardarían en desarrollar sus continuadores.Su genio le permitió expresar la tristeza y el dolor en una obra en la que volcó todos sus sentimientos, su pasión y sus recuerdos, pero que no alcanzó para ayudarle a superar jamás el desgarramiento causado por la muerte de su hija.
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